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opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Tarzán

Ricardo de Querol

Hasta lo terrible tiene su lado bueno: la ruina de la televisión pública nos está llenando las noches de cine clásico. Vuelve el peliculón en blanco y negro, hasta ahora refugiado en escondidos canales temáticos, ese que llenó nuestras infancias de historias fascinantes.

Pero algunos productos envejecen mal. El Tarzán creado por Edgar Rice Burroughs cumple cien años y TCM programa Tarzán de los monos, de 1932, la primera de las películas protagonizadas por esa pareja inolvidable que hacían Johnny Weissmuller y Maureen O'Sullivan. Es raro toparse con algo así en la parrilla y, viéndola, se entiende por qué: el héroe criado por simios en la selva considera sus iguales solo a los blancos. De niños no nos dábamos cuenta. Cuando en una arriesgada expedición varios negros se despeñan por un precipicio, los blancos se agarran y se preguntan entre sí: “¿Estáis bien? Continuemos”. En otro filme difícil de digerir hoy (El triunfo de Tarzán, 1943), el buen salvaje y hasta su niño empuñaban armas para liquidar nazis. Era lo que se llevaba ese año.

Aquel Tarzán caía en el mismo defecto que Tintín en el Congo, el primero de una serie de tebeos grabada a fuego en varias generaciones. El reportero (que nunca escribía una crónica) creado por Hergé se encuentra a africanos marcados por los peores tópicos: salvajes, ignorantes, fáciles de embaucar. La justicia belga examinó si este cómic debía censurarse, lo que sensatamente descartó. Es que así se veía en mundo en los años treinta (y así acabaron).

El colonialismo inspiró grandes libros y películas, ya en color, que mostraban al público de las potencias sus exóticos dominios. Mantienen la magia, aunque chirríe esa superioridad del colonizador sobre el colonizado. A menudo África es decorado sin aportar protagonista alguno (Mogambo, La reina de África).

Ahora, simplemente, África no sale en la televisión, salvo algún documental de naturaleza, ni en el cine. Hemos sabido de Botsuana por lo que hemos sabido, sin aprender a situarla en el mapa. Nos dicen que España no es Uganda. La única África que percibimos es la que está aquí: esa a la que explota la economía sumergida, a la que ahora se niega el Estado de bienestar o a la que dejamos fuera de nuestra vista en pequeños guantánamos que llaman CIE. Un siglo no es tanto tiempo.

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Sobre la firma

Ricardo de Querol
Es subdirector de EL PAÍS. Ha sido director de 'Cinco Días' y de 'Tribuna de Salamanca'. Licenciado en Ciencias de la Información, ejerce el periodismo desde 1988. Trabajó en 'Ya' y 'Diario 16'. En EL PAÍS ha sido redactor jefe de Sociedad, 'Babelia' y la mesa digital, además de columnista. Autor de ‘La gran fragmentación’ (Arpa).

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