“Probablemente este sea el final de un periodo increíble”
El actor Hugh Laurie, que encarna al doctor House desde hace 177 episodios, dice adiós a la serie en la cúspide de su carrera
Como diría Gabriel García Márquez, es la crónica de una muerte anunciada. La serie House llega esta noche a su final (Cuatro, 22.30) a sabiendas y en sus propios términos. O al menos en los que Hugh Laurie, su protagonista, quería. Con un mazazo y no con un suspiro. Con la cabeza bien alta tras ocho temporadas en antena y no con los huesos molidos después de 15 años, el tiempo que se alargó otra popular serie de médicos, Urgencias.“Al menos físicamente nunca lo habría aguantado”, apostilla el amable británico de 53 años que durante los últimos ocho fue el brillante, pero irascible, doctor estadounidense Gregory House, esa especie de Sherlock Holmes hecho médico.
Después de 177 episodios la serie está lejos de los 19.950.000 espectadores que tenía de media en EE. UU. durante su tercera temporada, cuando estaba en la cúspide y ganaba premios Emmy, Globos de Oro o del Sindicato de Actores para el show y para su protagonista. Laurie es el primero que admite que sus 53 años le hacen poco deseable en un mercado donde quienes mandan son los espectadores entre los 18 y los 49 años, principales consumidores de esa industria que es la televisión. Aun así su nombre figura un año más entre los más que probables candidatos al Emmy (junto a los más que seguros Jon Hamm, Steve Buscemi o Bryan Cranston) en esta nueva edición de los galardones televisivos que se avecina, y el libro Guiness de los récords no solo le nombró el pasado año el actor más deseado de la televisión, con un sueldo de 700.000 dólares por episodio, récord en una serie dramática, sino que este año nombró House como la serie más popular del mundo, con 81.800.000 espectadores en 66 países. “Ha sido una era prodigiosa y probablemente este sea el final de un periodo increíble”, acepta Laurie de un adiós que por buscado no es menos triste.
El adiós tampoco borra las críticas, con una temporada difícil tras la marcha de Lisa Edelstein (la doctora Cuddy) por razones contractuales y ese sentimiento de que la serie había caído en la fórmula. “No te diré que yo mismo no lo he pensado alguna vez. Tuve el sentimiento de que estábamos dando vueltas sobre nosotros mismos. Hasta que de pronto me ponían delante otra historia fantástica que merecía la pena ser contada y de la que me sentía orgulloso de formar parte. A riesgo de irritar a muchos y sonar pomposo, veo muchas historias en cine que solo provocarían la risa de los guionistas de House”, defiende a su equipo. Para pomposa su visión de la serie donde da a David Shore, su creador, y a su equipo de guionistas todo el crédito —“ellos son los dioses de su universo, los que crean y controlan”, dice— mientras que él, como el resto de los actores, no son más que los “paletas, meras motas de polvo en este universo. Nosotros somos los meros mortales”.
Sin tener en mente la muerte, ni la propia ni la de su serie, Laurie comienza ahora otra fase en su carrera que admite incierta. ¿Vida después de House? Eso espera y con un poco de suerte más cerca de ese hogar que durante todos estos años ha mantenido para su familia en Inglaterra mientras él rodaba durante nueve meses al año en EE. UU. En sus planes hay de todo. Por ejemplo una más que posible reunión junto a Stephen Fry, su compañero y amigo de esa otra etapa televisiva en este caso británica —igual de brillante pero de menor alcance, que fue A bit of Fry & Laurie, Jeeves and Wooster o Black Adder—, planes de los que prefiere no dar detalles. También hay negociaciones para hacer de malo en la nueva versión de Robocop siguiendo ese tipo de carrera en la que acaba todo actor británico en Hollywood por bueno que sea.
A estas alturas, Laurie no busca hacer carrera. Como recuerda al que le quiera oír, las 177 horas de drama de House equivalen fácilmente a unas 50 o 60 películas. De ahí que se le note mucho más interesado en la música, mitigando el adiós con esa nueva carrera que inició en el blues gracias al álbum Let them talk y que le ha llevado del hospital Princenton Plainsboro de Nueva Jersey de la serie a su gira de conciertos por EE. UU, Argentina, Chile, Rusia, el Apollo londinense o el Olympia de París, un itinerario que desgrana en su página web (hughlaurieblues.com). El actor y pianista es incapaz de recordar el momento en que el blues se convirtió en el amor de su vida aunque cita a Muddy Waters como esa primera influencia musical. Momentos, como describe, que son a la vez la mejor experiencia de su vida y la más aterradora. “Como la vida debe de ser, apasionantemente aterradora”, resume.
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