El asombroso cine de papel y tijera
El cineasta experimental Lewis Klahr muestra sus filmes de ‘collage’ animado
Las películas de Lewis Klahr son como una caja de música, un sencillo mecanismo de juguete que sin embrago encierra un misterio cargado de melancolía. Miniaturas realizadas con un montaje de recortes de viejos cómics, libros y revistas que logran, con su alto poder evocador, contar historias que parecen suspendidas en el tiempo. Nacido en Nueva York en 1956 pero afincado en California desde finales de los años setenta, Klahr es un mago del cine experimental. Su presencia estos días en el festival de A Coruña (S8) Mostra de cinema Periférico, dentro del ciclo dedicado al collage animado El nuevo monstruo, ha permitido adentrase en su insólita filmografía.
“La primera vez que pensé que quería dirigir películas de collage fue cuando vi un trabajo hecho con viejos recortes victorianos. No lo hice en ese momento porque me puse a estudiar cine pero sí empecé entonces a coleccionar recortes”, recuerda Klahr. “Lo primero que cogí fue una enciclopedia de los años cincuenta que estaba en casa de mis padres. Recuerdo la extrañeza que les produjo ver que me llevaba aquellos mamotretos de los que ellos se querían deshacer. La enciclopedia resultó ser muy práctica porque en ella las ilustraciones de personajes o de objetos siempre aparecen en solitario”.
Klahr confiesa que pronto se convirtió en un devorador de joyas del cómic. “He destruido piezas de coleccionista pero creo que es importante hacer las películas con originales, el aura, la textura, para mí es fundamental”.
Pese a que resulta inevitable emparentar su trabajo con los movimientos de vanguardia de principios del siglo XX, en realidad no se puede entender la obra de este cineasta sin la enorme influencia que tuvo en él Joseph Cornell, el artista neoyorquino conocido por esas maravillosas cajas llenas pájaros, mariposas, maderas, papeles, canicas... Cuando lo descubrió en los años ochenta Cornell, quien también había dirigido cine cargado de poesía, ya había muerto (a principios de los setenta) pero Klahr encontró en él un referente inequívoco. “Vi una retrospectiva suya que me cambió la vida. Su obra es realista sin serlo. La emoción que transmite, la conexión al material, ese sensación de eternidad que transmite. Fue y sigue siendo muy inspirador”.
En Altair, una de sus piezas más hermosas, Klahr recrea una historia de amor y traición sobre un precioso color azul. Le basta, además, un billete de tren, una vieja baraja y unas bellezas de vieja revista de moda. Huele a Hollywood, pero al de Kenneth Anger. “Hollywood es un lenguaje que todos conocemos, es un lenguaje universal que nos une a todos. Yo creo historias que no se pueden explicar ni contar pero que tienen en común ese idioma, el del filme noir, o el de los melodramas de Douglas Sirk, que jamás se pueden contar con palabras”.
Klahr trabaja ahora en Album, una película en la que usará fotos familiares suyas y de su hermano mayor y que será, también, la historia del grupo de psicodelia hippy Quicksilver messenger saver. Él explica lo que busca: el viaje entre la inocencia y el conocimiento. “Yo hago cine contemporáneo con material antiguo. Me interesa, en este mundo de consumo, el rastro que deja el paso del tiempo, cómo las cosas desaparecen o se hacen viejas, cómo las cosas, un día, dejan de considerarse nuevas”.
Babelia
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