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OPINIÓN
Columna
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Toca Las Vegas

Ricardo de Querol

Claro que es hortera. Pero es descarada, decadente, fascinantemente hortera. Las Vegas es un mundo irreal en mitad del sobrecogedor desierto del Mojave, un sueño loco, un parque temático del derroche. Todo es excesivo: las limusinas, las tragaperras, los leones enjaulados en la recepción de un hotel, la réplica de los canales venecianos, las capillas abiertas 24 horas, los trajes y tupés a lo Elvis. Un despilfarro sin complejos de luces de neón y aires congelados sostiene este oasis desde que, en los años treinta, se levantó la presa de Hoover. En esa década se legalizó el juego, el divorcio exprés y, raro en EE UU, los burdeles. La ciudad fundada por mormones se volvió licenciosa. Un imán para viciosos, pero también para turistas en bermudas, familias que van a ver al Circo del Sol o aventureros que hacen puenting desde una torre de 400 metros.

En Españoles por el mundo salen algunos jóvenes triunfadores que se están llenando los bolsillos de dólares allí, rodeados de lujo. Sin embargo, el cine y la televisión nos han retratado el lado sórdido de la urbe, con revólveres bajo los tapetes, palizas en la puerta de atrás, camellos, strippers. Nicolas Cage se precipita en un proceso de autodestrucción en Leaving Las Vegas; los investigadores de CSI: Las Vegas llevan una década examinando cadáveres calientes. Sin embargo, la intrascendente Resacón en Las Vegas nos devuelve a esta Disneylandia canalla ideal para despedidas de soltero. Se anuncia otro filme con el mismo gusto por la farra pero con protagonistas maduros (Robert de Niro y Michael Dou-glas), llamado Last Vegas.

Como uno tiende a libertino, no tiene demasiados prejuicios contra Eurovegas. Si alguien quiere arriesgar en eso su dinero, y nada el contribuyente, hay poco que objetar. Otra cosa es que exijan un paraíso legal y fiscal, libre acceso a menores, permitir fumar para que no se deje de apostar un euro por un pitillo (sin embargo, el botellón o el porro en las demás calles españolas se multarán entre 3.000 y 30.000 euros, según una reforma que nos caerá un viernes).

Al presidente de Kutxabank, Mario Fernández, Eurovegas le parece “una especie de casa de putas cerca de Madrid”. De eso ya teníamos, que Alcorcón no es el desierto. Si España apostara por el conocimiento intentaría ser Silicon Valley, pero entonces no estarían las aulas incendiadas, ni los investigadores harían las maletas, ni los rectores plantarían al ministro. Las Vegas es lo que nos toca. ¿Lo que nos merecemos?

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Sobre la firma

Ricardo de Querol
Es subdirector de EL PAÍS. Ha sido director de 'Cinco Días' y de 'Tribuna de Salamanca'. Licenciado en Ciencias de la Información, ejerce el periodismo desde 1988. Trabajó en 'Ya' y 'Diario 16'. En EL PAÍS ha sido redactor jefe de Sociedad, 'Babelia' y la mesa digital, además de columnista. Autor de ‘La gran fragmentación’ (Arpa).

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