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OPINIÓN
Columna
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Lo raro

Ricardo de Querol

Lo peor que le podía pasar era volverse previsible. Al que llaman el mago de la ficción, el neoyorquino J. J. Abrams, ha patinado con su último proyecto, la serie Alcatraz (TNT y laSexta), que no tendrá segunda temporada. La búsqueda y captura de cientos de presos muy peligrosos, desaparecidos misteriosamente en 1963 y reaparecidos en 2012 sin una arruga más, no ha terminado de engancharnos. En vez de fantástica resultó rutinaria. No pasará del capítulo 13 y Abrams se ahorra poner un final. (Si algún recluso se esfumó en los sesenta en un túnel del tiempo, verá hoy que las penas pueden prolongarse ya cumplidas, que en el debate está la cadena perpetua y la prisión para los menores, y se preguntará si mereció la pena el viaje).

Abrams es un viejo conocido del cine y de la televisión, pero no llegó a estrella hasta que lanzó Perdidos, serie de impacto en 2004 porque cambió las reglas del género con su ambiciosa producción y sus retorcidísimos guiones. La historia de los supervivientes de un accidente aéreo en una isla en que se suceden los fenómenos extraños atrapó a mucha gente durante seis temporadas. ¿Demasiadas? La trama se retorció más allá de lo digerible: los que habían logrado salir se empeñaban en volver; la isla entera viajaba a los años setenta con mover una palanca; los protagonistas viven realidades alternativas. Era difícil terminar eso, pero el final de que todos están muertos y en la gloria se llevó abucheos hasta entre sus fans. (Ahora se llevan mucho los setenta. Por ejemplo, volvemos a la cartilla sanitaria no para todos de entonces, a cuidar de los ancianos en casa, a las aulas aglomeradas, a dispersar manifestantes a porrazos. ¿Dónde está la palanca?).

La única serie de las muchas creadas por Abrams que continuará en la pantalla es Fringe (Canal+). En ella, un científico chiflado y genial, su hijo robado (sí, allí también) y una agente del FBI investigan fenómenos paranormales que amenazan a la humanidad. Así dan con un pasillo hacia un universo paralelo en el que las torres gemelas de Nueva York siguen en pie y todos los personajes tienen otro yo. Fringe también se enreda en exceso, pero es que todo se enreda mucho ahora. (No se aclara si además del 11-S que no ocurrió al otro lado tampoco tuvieron lo de Lehman Brothers o, pongamos, lo de Bankia. Era para mudarse allí).

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Sobre la firma

Ricardo de Querol
Es subdirector de EL PAÍS. Ha sido director de 'Cinco Días' y de 'Tribuna de Salamanca'. Licenciado en Ciencias de la Información, ejerce el periodismo desde 1988. Trabajó en 'Ya' y 'Diario 16'. En EL PAÍS ha sido redactor jefe de Sociedad, 'Babelia' y la mesa digital, además de columnista. Autor de ‘La gran fragmentación’ (Arpa).

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