Laurent & Hawtin

Duelo de virtuosos en el Telefónica Arena. Decenas de DJ exhibían ayer su destreza con los platos, en la primera velada del festival Klubber's Day, pero sólo dos sobresalían varios metros por encima del resto. Laurent Garnier, el maestro del tempo que sabe acompasar el estado de ánimo del público, y Richie Hawtin, el prodigio del minimal arrollador, una mezcla de concisión y contundencia. Durante casi dos horas actuaron simultáneamente, Hawtin en el espacio estrella, el Madrid Arena, y Garnier, en uno más manejable, el Satélite, y ambos consiguieron que el gentío que llenaba a rebosar las salas acabara palpitando al ritmo de sus beats.

Garnier echó los dientes como DJ en el mítico Hacienda, la disco de Manchester que vio nacer a New Order, Happy Mondays y el acid house, y algo de aquella explosión de hedonismo permanece en su techno festivo. "¿Qué taaaaal?", aúlla como preámbulo. "¡Dános chicha, Laurent!", le grita una veinteañera desde la primera fila. Tranquilidad, es necesario calentar motores. Cuando ya tiene a la concurrencia bailando a un ritmo drum'n'bass moderadamente creciente, monsieur Garnier se arranca con su hit infalible. "¡Crispy Bacon!". El delirio. "¿Cómo se dice Crispy Bacon en español?", pregunta el francés, pero nadie responde; aquí nadie sabe de tocinos crujientes, aquí se ha venido a bailar. Garnier no se esconde, está a pocos metros del público y todos ven cómo sobrevuela el tablero de mandos. Ahí va una andanada de house pata negra.

Hawtin es de otra pasta. Enrocado en el aparatoso escenario del Madrid Arena, a casi una decena de metros del público, el anglocanadiense surge tras los teclados como un geniecillo que desata un vendaval. Su flequillo rubio bailotea mientras intercala trallazos house. Hawtin es un explorador. Como el estadounidense Jeff Mills, el otro gran avanzado del techno, se dedica a trazar las vías que después recorrerán los demás. Su minimal es una invención propia en la que combina el sonido de instrumentos como la batería con los múltiples efectos que permite la tecnología digital. El resultado es siempre convincente. Ahora ante sí no tiene la sala manejable de Garnier, sino una pista con varios centenares de chavales que se han engominado para saltar como posesos, empujados por los impulsos electrónicos. El zumbido martilleante de los altavoces parece acompasarse con los latidos, un sístole-diástole que agita la pista de punta a punta. La conexión con el respetable se ha establecido y es firme. Misión cumplida.

Los dos ases del techno han reinado en su noche del Klubber's Day. Esta noche de sábado es el turno del hip-hop con el subversivo Busta Rhymes.