‘Elogio de la heterodoxia’, el número de septiembre de ‘TintaLibre’
La revista contiene este mes un conversatorio entre El Gran Wyoming y Leonor Watling, y las firmas de Remedios Zafra, Iván de la Nuez o Juan Evaristo Valls, entre otros contenidos
La fantasía de huir es típicamente neurótica y hasta infantil, pero a veces funciona, o cuando menos a algunos les funciona la posibilidad de conjeturar prácticas, costumbres y hasta rituales distintos, y encima ejecutarlos. Lo hicieron en sus vidas tanto El Gran Wyoming como Leonor Watling, como explican en el conversatorio que recoge el número de septiembre de la revista TintaLibre y que el domingo publica la web de EL PAÍS. Y lo hizo desde luego el gran culo que ilustra la contraportada de Antoni Tàpies y el comentario malévolo de Manuel Borja-Villel, otro que ha hecho de la heterodoxia una norma intocable. De eso hablan varios articulistas –Remedios Zafra, Iván de la Nuez, Juan Evaristo Valls, Oriol Bartomeus, el decrecimiento según Beatriz Rodríguez-Labajos, las imposturas de Enrique Vila-Matas, los tránsfugas de clase de Albert Jornet– en el número de septimebre de TintaLibre, que se nos antoja oxigenante y algo atípico.
Hasta el presidente Sánchez le cuadra a Antonio Orejudo como modelo de heterodoxia y prácticas anormales, así que no será mucho que a los demás nos siga pareciendo raro, raro, un perfil público y privado como el de Francisco Rico –capturado en el retrato de Félix de la Concha con su mejor bondad y en la conversación en su mejor irreverencia– y el autorretrato que ofrece Javier Cercas –con gran retrato de Mariscal– sobre sus razones para ingresar en la RAE tiene el deje de la anormalidad también.
¿Y no lo tiene asistir a un taller de periodismo impartido por Martín Caparrós, como le ha sucedido a Jacobo García, precisamente cuando el autor publica sus memorias? El extracto que reproducimos de Antes que nada tiene otro aroma heterodoxo inconfundible al asumir con algo de miedo y algo de desafío que el exilio no es siempre una tragedia insoluble sino una vía liberadora a una vida mejor y menos asfixiada. Eso le sucedió a él cuando voló a Madrid para huir de la dictadura militar mientras aquí intentamos huir de la atomización de la izquierda que ya vive la italiana, o eso advierte Salvatore Prinzi.
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