La Agencia del Medio Ambiente advierte de que el deterioro ambiental “pone en peligro el modo de vida europeo”
En su informe quinquenal, el organismo de la UE alerta de la pérdida de biodiversidad, la sobreexplotación y degradación de los recursos y el consumo excesivo, en un contexto político convulso que relega las políticas verdes

Pese a no haber logrado aún consolidar sus objetivos de reducción de gases de efecto invernadero para 2035 y 2040, Europa ha realizado “importantes avances” en la mitigación del cambio climático en los últimos años, área en la que es un “líder mundial”, según sostiene la Agencia Europea del Medio Ambiente (EEA, por sus siglas en inglés) en su informe quinquenal. Aun así, no hay motivo para grandes celebraciones. “Se ha realizado un avance significativo en la reducción de las emisiones de los gases de efecto invernadero y la contaminación del aire, pero el estado general del medio ambiente en Europa no es bueno”, resume la EEA en una exhaustiva radiografía ambiental. Y advierte: “La degradación del medio ambiente pone en peligro el modo de vida europeo”.
“Asistimos a una pérdida de biodiversidad terrestre y marina en Europa debido a la producción y patrones de consumo insostenibles, sobe todo en relación con el sistema alimentario”, indica el macroestudio que la agencia europea presenta este lunes y en el que analiza un compendio de datos enviados por 38 países. Inquieta tanto el estado actual del medio ambiente como las perspectivas para los próximos años, que la EEA califica de “preocupantes”, sobre todo en un continente que se calienta al doble de velocidad que el resto del planeta, lo que provoca “grandes riesgos para la prosperidad económica, seguridad y calidad de vida” de Europa y sus ciudadanos.
Con vistas a los próximos 10 o 15 años, a la EEA le preocupa especialmente el “declive” de la biodiversidad en ecosistemas tanto terrestres como de agua dulce y marinos, debido a “presiones persistentes provocadas por patrones de producción y consumo insostenibles”, algo que se ve especialmente en el “sistema alimentario”. Cada europeo consume 14 toneladas de recursos al año, lo que supone hasta seis veces más que en los países de bajos ingresos. Naciones Unidas recomienda un máximo per capita de entre 7 y 9 toneladas para 2030. En cuanto a la alimentación, por ejemplo, Europa importa comida que necesitaría para producirse una superficie del tamaño de toda España.
La agencia reconoce que Europa ha experimentado en los últimos años un “cambio sísmico” de corte político y que la guerra rusa contra Ucrania ha puesto el foco en el gasto militar en detrimento de otras partidas, incluida la ambiental. En una entrevista en su despacho de Copenhague, la directora de la EEA, Leena Ylä-Mononen, interpreta que “el panorama político en Europa es muy diferente ahora de lo que era hace cinco años, cuando se publicaron nuestros informes anteriores. Entonces, sin duda, había un terreno mucho más fértil para la transición energética y las políticas ecológicas”.
Ylä-Mononen cree que hay que entender el concepto de “seguridad” en un sentido amplio: “Hay que sentirse protegido no solo de los ataques militares o los conflictos en las calles, sino también de las inundaciones y los incendios, de las olas de calor y otros impactos sobre la salud”, sostiene. Pero a la vez, reconoce que la marea populista, que cruza el Atlántico y recorre Europa, complica la labor del resto de responsables políticos. “Es más difícil transmitir los hechos y conocimientos basados en la ciencia, también debido a la desinformación que se difunde tan rápidamente”.

“Este informe es un recordatorio acuciante de que Europa debe mantener el rumbo e incluso acelerar nuestras ambiciones climáticas y medioambientales”, señala la vicepresidenta de la Comisión responsable de una Transición Limpia, Justa y Competitiva, Teresa Ribera. “Retrasar o posponer nuestros objetivos climáticos solo aumentaría los costes, agravaría las desigualdades y debilitaría nuestra resiliencia. Proteger la naturaleza no es un coste, es una inversión en competitividad, resiliencia y bienestar de nuestros ciudadanos”, recalca la española en un comunicado.
Algo parecido sostiene Tobias Lung, coordinador del informe: “Es importante entender que el coste económico y las consecuencias sociales son cada vez más visibles. Además, los episodios de clima extremo no afectan a todos por igual”, explica en la sede danesa de la EEA. “Esta desigualdad repercute en la frustración de una parte de la población y alimenta los movimientos populistas. No podemos permitirnos rebajar la ambición climática”, añade. La EEA señala que la polución es un tercio mayor en las regiones más pobres y cita a la Organización Mundial de la Salud (OMS) para recordar que el 30% de los europeos vive en lugares con niveles de ruido que no son saludables.
El trabajo se hace eco de la situación, sin llegar a criticar abiertamente los pasos atrás dados por la Comisión Europea de la alemana Ursula von der Leyen en los últimos meses. Como el hecho de que, en aras de la “simplificación burocrática” que ha emprendido para oficialmente mejorar la competitividad europea, Bruselas está acabando por recortar un Pacto Verde que, eso sí, la EEA insiste en que sigue siendo una parte clave de la estrategia económica europea. En lo que sí es explícita la EEA es en que no se deben revocar leyes medioambientales clave ya aprobadas. Así, el documento recalca la importancia de “implementar el reglamento sobre productos libres de deforestación”, justo cuando Bruselas acaba de proponer posponer otro año más esta ley europea pionera en la lucha contra la deforestación mundial.
El estado de los bosques europeos es uno de los aspectos que destaca el informe. La EEA advierte de que la capacidad de los bosques europeos para absorber CO₂ no deja de disminuir debido a la deforestación y a las plagas que afectan a buen parte del norte y el centro de Europa. Un declive semejante se registra en la biodiversidad. Solo el 28% de las especies protegidas y el 15% de los hábitats bajo protección se encuentran en buen estado.
La EEA incide en la necesidad de un cambio profundo de mentalidad tanto en la producción como en el consumo diarios, con un énfasis especial en la economía circular. “Es urgente llevar a cabo un cambio transformador en los sistemas de producción y la economía (…) para mantener la prosperidad y el nivel de vida en Europa a largo plazo”, indica el documento. Sin embargo, y a pesar del apoyo a las políticas de economía circular, el material procedente de materias primas recicladas suma el 11,8% del total, frente al 10,7% en 2010. Es decir, el cambio ha sido mínimo y el objetivo de duplicar la circularidad entre 2020 y 2030 es poco menos que papel mojado.
Presión sobre los recursos hídricos
De igual modo, el informe alerta de la “grave presión” a la que están sometidos los recursos hídricos europeos. Algo que, advierte, ya afecta al 34% de la población y el 30% de los territorios europeos. Más cifras preocupantes: solo el 37% de la superficie acuífera europea estaban en buen o alto estado ecológico en 2021.
La agricultura, un sector que ha ejercido los últimos años una fuerte presión ante las instituciones europeas, sobre todo ante una Comisión que se ha apresurado a flexibilizar requisitos medioambientales para apaciguar las protestas del campo, es la “responsable de la mayor presión tanto en aguas de superficie como subterráneas”, en buena parte por los nocivos efectos del uso de fertilizantes y pesticidas. El informe también da otro toque al campo, al recordar que en el sector, el descenso de las emisiones de gases de efecto invernadero ha sido “modesto”: solo un 7% respecto a 2005. Además, “la agricultura es responsable del 93% de las emisiones de amoniaco a la atmósfera en la UE y es la principal causa del declive de los polinizadores y la degradación del suelo”.
El trabajo refleja además una situación especialmente preocupante en el sur de Europa, “asolada por la escasez de agua, los incendios y las sequías que impactan a la producción de alimentos”, indica el estudio. “No solo es España, sino todos los países mediterráneos. El sur de Europa es claramente el punto crítico. Por lo tanto, las medidas que hay que tomar son más urgentes que en el resto de Europa”, añade la directora, quien pone de ejemplo la necesidad de medidas para contener el caudal en caso de inundaciones y de aumentar la vegetación en las ciudades para rebajar las temperaturas.
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