“La primera ola de calor del año es la más peligrosa y la que más problemas de salud causa”
La investigadora Cristina Linares advierte de que “no basta solo con alertar a la población”, sino que también se debe “trabajar en cómo enfrentarse a estos fenómenos”, más frecuentes por el calentamiento global
Cristina Linares (Madrid, 44 años) es la codirectora de la Unidad de Cambio Climático, Salud y Medio Ambiente Urbano del Instituto de Salud Carlos III. Y lleva años estudiando los efectos sobre la salud de los fenómenos meteorológicos extremos, como la temprana ola de calor que se está viviendo estos días en la España peninsular y Baleares. Linares recuerda que la mortífera ola de 2003 en Europa —que causó 35.000 muertes (6.500 de ellas en España)— supuso un punto de inflexión. Se puso en marcha un sistema de alerta para la población vulnerable que ha ayudado a reducir la mortalidad en este tipo de fenómenos. Pero esta doctora en Medicina Preventiva y Salud Pública sostiene que todavía se debe trabajar mucho más en adaptación para enfrentarse a unos eventos extremos que el cambio climático está haciendo que sean ya más frecuentes y más duros.
Pregunta. ¿Está aumentando el número de olas de calor en España debido al cambio climático?
Respuesta. Sí. La frecuencia y la intensidad de las olas de calor en los últimos 20 años es mucho más relevante de lo que ha sido hasta ahora; de las olas y de los denominados fenómenos meteorológicos extremos en general. No tengo ninguna duda de que esto es por efecto del cambio climático, aunque parece que todavía se sigue poniendo en duda desde algún sector que fenómenos aislados se deban al cambio climático. Pero estamos viendo que en la última década, estos fenómenos extremos, especialmente las olas de calor, aunque no solo, están siendo cada vez más frecuentes y más intensos.
P. ¿El incremento de olas de calor que se ha producido en España ha ido ligado a un aumento de las muertes por calor?
R. No ha ido vinculado a un aumento de las muertes por calor gracias a la puesta en marcha de los planes de prevención de salud pública. Hay más eventos extremos de calor, pero la mortalidad por calor no está aumentando de momento. A partir de 2004 se pusieron en marcha planes de prevención ante fenómenos de esta naturaleza. Y en esos planes de prevención se establecían mecanismos de alerta en las comunidades autónomas. Cuando se superan unos determinados niveles de riesgo, se ponen en marcha actuaciones para alertar a los diferentes sistemas sanitarios y también a la población vulnerable, que tradicionalmente son los ancianos y las personas con patologías que toman algunos fármacos o con patologías de riñón, por ejemplo. Se alerta a esos grupos de especial vulnerabilidad para que no se expongan a las altas temperaturas.
P. ¿Se puede decir que estamos mejor preparados en España ante estos eventos extremos ahora que hace dos décadas?
R. Creo que desde el punto del conocimiento, sí. Otra cosa es desde el punto de la adaptación. Todo el mundo sabe que hay que protegerse frente al calor, y especialmente los grupos vulnerables. De una forma u otra, la gente sabe que el calor lleva a enfermedades y que puede provocar un ingreso hospitalario e incluso implicar una muerte. Pero desde el punto de la adaptación todavía nos queda mucho. Considerando que estos fenómenos van a ser cada vez más frecuentes y que se van a dar no solo en los meses de verano, como julio y agosto, considero que no estamos preparados, sobre todo en las zonas urbanas, que son las más vulnerables. Habría que trabajar muchísimo, por ejemplo, en crear refugios climáticos para los grupos vulnerables y en la naturalización de las ciudades, para crear zonas verdes y azules para ir adaptando las áreas urbanas a los excesos de temperatura... No basta solo con alertar a la población e informar, sino que hay que trabajar en cómo enfrentarse a estos fenómenos, porque la temperatura seguirá subiendo. Cuanto más hagamos para adaptar al clima nuestras viviendas y nuestro modo de vida, más fácil y más llevadero será combatir el calor.
P. ¿Qué es un refugio climático?
R. Son zonas donde personas de los grupos vulnerables cuyas viviendas no están bien aisladas térmicamente pueden pasar unas horas al día para refugiarse de este calor. Un refugio climático puede ser una biblioteca o un centro comercial o incluso un medio de transporte con refrigeración. Hay infinitas posibilidades que se pueden divulgar y patrocinar como refugios climáticos.
P. ¿La ola de calor de 2003 supuso un punto de inflexión en Europa respecto a cómo se deben afrontar estos fenómenos?
R. Sí, fue un punto de inflexión. Ha habido otras olas de calor antes y después, como la de 2005, pero 2003 marcó un punto de inflexión en cuanto a cómo nos enfrentamos a ellas y sirvió para fijar esos umbrales epidemiológicos en cada zona. Llevamos mucho tiempo trabajando y defendiendo que los umbrales meteorológicos no son iguales que los umbrales epidemiológicos. Es decir, se pueden alcanzar los 43 grados, pero esos 43 grados no tienen el mismo impacto para la población de Córdoba que para la de otras zonas de España que no estén bien adaptadas al calor. Yo creo que a partir de 2003 se empezó a trabajar en ese concepto de que las olas de calor nos afectan de forma diferenciada según nuestra zona geográfica y según las condiciones sociodemográficas de esa zona. No es lo mismo que haya una población más envejecida o que haya una población más rural o urbana. Todo eso influye mucho a la hora de enfrentarse desde el punto de vista sanitario a una ola de calor. A partir de 2003 se avanzó mucho en información y divulgación, pero falta todavía ponerse a buscar soluciones y herramientas. Se redujo la mortalidad, pero eso no quiere decir que no aumenten las enfermedades o que los grupos vulnerables empiecen a ser otros.
P. ¿Por ejemplo? ¿Qué otros grupos?
R. Por ejemplo, las embarazadas, que no estaban en principio contempladas en los grupos de personas vulnerables al calor. Se focalizó todo mucho en los ancianos, porque siempre han sido el principal grupo de riesgo, pero con diferentes estudios se ha visto que las olas de calor pueden provocar partos prematuros y bajo peso de los bebés al nacer. Ahora, por ejemplo, también hay que trabajar más en la población trabajadora activa que está trabajando durante las horas de más calor en el exterior... Y otro de los asuntos de los que no se habla mucho es de que las olas de calor tienen también mucho impacto sobre la salud mental. El calor nos provoca estados de irritabilidad y eso conduce también muchas veces a que haya un mayor consumo de alcohol o de drogas. Y todo esto influye muchísimo en la salud mental. Hay estudios que relacionan el incremento de las olas de calor con el incremento de los suicidios en Japón. Esos mismos estudios se han replicado en México y Estados Unidos y se ha visto que los problemas de salud mental se agudizan con las olas de calor.
P. ¿Y hay más problemas de violencia?
R. Sí, nosotros hicimos un estudio con el Ministerio del Interior en el que se asociaba el calor con la violencia de género. Se veía que cuando hay periodos de calor hay un mayor número de feminicidios y de llamadas a la 016. Esto también viene marcado por un conjunto de características, como que los periodos de calor se dan en épocas vacacionales, cuando el agresor pasa más tiempo en casa en contacto físico con su víctima. O un mal descanso por las noches.
P. ¿Son más peligrosas para la salud las olas de calor tempranas como la que estamos viviendo ahora?
R. La primera ola de calor del año es la más peligrosa y la que más problemas de salud causa, sobre todo cuando ocurre de forma muy temprana, porque prácticamente no hemos llegado a mediados de junio. Esto es así porque a la población en la primera ola de calor no le ha dado tiempo a asimilar que ya se está produciendo una ola de calor. Y, socialmente, por ejemplo, respecto a la vestimenta o a los hábitos, no se está preparado. Existe un fenómeno conocido como efecto cosecha y que apunta a que la primera ola de calor que sucede en el año es la que más mortalidad y más morbilidad (con más ingresos hospitalarios) producen porque hay más población susceptible.
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