El orgón y la pseudociencia
El psiquiatra Wilhelm Reich afirmaba que las enfermedades aparecían cuando el nivel de la energía cósmica bajaba en nuestro organismo
Corren tiempos en los que las grietas del método científico tienden a rellenarse con pseudociencia y otras fantasmagorías. Negacionistas y frikis aprovechan la pandemia para amontonarse en los medios de comunicación, convirtiendo sus opiniones en un ruido de fondo que satura toda conclusión científica.
Con todo, la pseudociencia no es algo nuevo. Tal vez, uno de los casos más representativos de ciencia marginal haya sido el protagonizado por el psiquiatra austriaco Wilhelm Reich (1897-1957), toda una promesa en el campo del psicoanálisis. Discípulo de Freud, fue una eminencia en su tiempo; uno de los grandes pensadores europeos que denunció el auge nazi-fascista y que, por lo mismo, fue perseguido.
De ideología radical, postuló la síntesis entre marxismo y psicoanálisis, interpretando el materialismo dialéctico desde lo más profundo de la psique humana, dando lugar a la corriente que se vino a llamar freudomarxismo. Wilhelm Reich tuvo un final desolador. Moriría de un ataque al corazón en la Penitenciaria Federal de Lewisburg, Pensilvania, donde estaba ingresado por el efecto que produjo su descubrimiento del orgón. Según Reich, el orgón es la energía cósmica que forma parte de toda materia viviente.
Reich inventó un acumulador de energía orgónica que era lo más parecido a un armario de un cuerpo construido con diferentes capas de materiales orgánicos e inorgánicos
Wilhelm Reich afirmaba que las enfermedades aparecían cuando el nivel de orgón bajaba en nuestro organismo. Para ello, para recuperar los niveles de orgón, Reich inventó un acumulador de energía orgónica que era lo más parecido a un armario de un cuerpo construido con diferentes capas de materiales orgánicos e inorgánicos. Dentro había dispuesto una silla donde el paciente se sentaba a la espera de recuperar los niveles óptimos de orgón. Sin ir más lejos, el escritor Jack Kerouac, en su novela En el camino, nos describe el acumulador de orgón construido por William Burroughs, representado en la novela por el personaje Old Bull Lee. Por decir no quede que los Beatnicks confiaban en dicho aparatejo. La contracultura sería el terreno de cultivo donde el acumulador de orgón encontró fertilidad.
Llegó a tanto la tozudez de Reich con su invento que consiguió que el mismísimo Albert Einstein accediese, en 1941, a realizar experimentos con el acumulador de orgón. Pero Einstein no quedó convencido, llegando a la conclusión de que la subida de temperatura dentro del cacharro se debía al aumento de temperatura dentro de la habitación, a lo que Reich, no contento con la respuesta, argumentó que la subida de temperatura era a causa del orgón. Para zanjar el tema, Einstein escribió a Reich: “A través de estos experimentos, considero que el asunto está completamente resuelto”.
El asunto acabaría con Reich en el presidio y con el acumulador de orgón convertido en una pieza rara que sirve de ejemplo a la hora de ilustrar lo que sucede cuando se pretende ocultar el método científico con paletadas de ignorancia
A pesar de esto, Reich no cedió en su empeño. Por si fuera poco, cada vez sumaba más seguidores; gentes del más variado pelaje, entre las que se encontraban estudiantes y escritores como J. D Salinger que se pusieron del bando del psiquiatra. El asunto acabaría con Reich en el presidio y con el acumulador de orgón convertido en una pieza rara que sirve de ejemplo a la hora de ilustrar lo que sucede cuando se pretende ocultar el método científico con paletadas de ignorancia.
Ya va para cien años, un siglo, que a Reich le dio por armar su teoría con ayuda de un mueble. Según parece, tenemos que seguir reconstruyendo la historia a partir del último fotograma, como si toda la película anterior se hubiese perdido. Como si el fotograma donde aparece el momento actual que estamos viviendo no fuese una repetición de otro momento cuyo error nos enseñase algo. En fin.
El hacha de piedra es una sección donde Montero Glez, con voluntad de prosa, ejerce su asedio particular a la realidad científica para manifestar que ciencia y arte son formas complementarias de conocimiento.
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