Compras navideñas: cómo perdonarnos los errores
¿Por qué nos cuesta tanto decidir con acierto y convicción cuando afrontamos múltiples opciones?
Llegó el momento de las compras navideñas. Pertrechados con una lista de posibles regalos y un presupuesto, podemos pasar toda una tarde, o incluso un día entero, en uno o varios centros comerciales indagando en la oferta que satisfaga nuestros deseos e intenciones. Pero, ¡ay!, en un mundo tan consumista las opciones se multiplican, nos superan y surgen nuevas posibilidades que retan nuestras previsiones. Nuestra lista se cae, dudamos, y el tiempo se acaba. Sufrimos por no saber qué hacer, pero, finalmente, decidimos. Y no siempre tal como habíamos previsto, pero podemos volver contentos a casa. Solo nos falta algún regalillo que ya veremos cómo lo cubrimos.
Los problemas pueden surgir entonces, cuando llegamos a casa después de un día frenético y, superado el estrés y en un clima de mayor relajación que el que vivimos en el centro comercial, empezamos a valorar las compras realizadas. Lo pensamos bien y ¡zas!, surge la duda. Pero ¿por qué compré el verde, si el que me gustaba de verdad era el rojo? ¿Por qué compré un pantalón y no una chaqueta que era lo que yo quería? Le di tantas vueltas que al final me he confundido. ¿Cómo me he podido equivocar tanto? ¡Y con lo que ha costado! Lo pasamos mal y es entonces cuando, enfadado contigo mismo, te miras a un espejo y te das un par de bofetadas, por necio.
Dejemos la Navidad y extrapolemos el problema a otra dimensión. Es cuando lo que has comprado es algo mucho más caro e importante, como un electrodoméstico, un coche o una casa. ¡Uf! ¿Me he equivocado? Subamos la apuesta: ¿Por qué habré hecho la carrera de periodista si a mí lo que de verdad me gustaba era el derecho? O, peor, ¿habré hecho bien casándome con esta persona?
La selección natural no ha sido capaz de cambiar tan rápidamente al cerebro y la mente humana para que pudiera adaptarse completamente a este desarrollado mundo
Podemos sufrir mucho dudando en esas situaciones, siempre, claro, dependiendo de lo que verdaderamente esté en juego. ¿Por qué nos pasa, por qué nos cuesta tanto decidir con acierto y convicción cuando afrontamos múltiples opciones? Hay al menos dos explicaciones científicas. Los antropólogos y los sociobiólogos creen que eso no debería pasar porque el cerebro humano es flexible y puede adaptarse con la práctica y funcionar acertadamente en las situaciones en que hay mucho para elegir. Pero, como eso no parece suceder, quien escribe apuesta por otra explicación, la de los psicólogos evolucionistas, que consideran que parte de nuestra conducta fue esculpida hace millones de años, en la edad de piedra, cuando las opciones entre las que decidir eran muy pocas: o comes o te comen, o te vas o te quedas, o te asocias a esta pareja que es la única que hay, o no tendrás ninguna. Entonces era muy fácil elegir y nuestros ancestros aprendieron a hacerlo con acierto.
Pero el desarrollo de la neocorteza cerebral trajo la inteligencia y la civilización, con el gran desarrollo humano que siguió a la agricultura, el sedentarismo y la acumulación de riqueza. La tecnología evolucionó muy rápidamente y antes de que el cerebro cambiara al mismo ritmo para adaptarse a la nueva situación, el mundo estaba ya lleno de múltiples posibilidades y opciones. En muy poco tiempo dejamos de elegir entre unas cuantas cosas para elegir entre cientos de ellas. Evolutivamente ha sido como pasar de la modesta tienda del barrio donde tenías que elegir entre dos modelos de camisa al gran outlet en que afrontas medio kilómetro de muestras. La selección natural no ha sido capaz de cambiar tan rápidamente al cerebro y la mente humana para que pudiera adaptarse completamente a este desarrollado mundo. Por eso sufrimos, al no tener la convicción de haber acertado en nuestras decisiones.
Pero el propio cerebro ha desarrollado también modos de mitigar ese malestar en la mayoría de situaciones. Sin que nos demos cuenta nos proporciona un antídoto asequible, barato y eficaz para combatirlo. Consiste en darle vuelta a la situación. Cuando crea que debería haber elegido el rojo y no el verde, piense que si hubiera elegido el rojo estaría pensando que la mejor opción hubiera sido el verde, el que de verdad ha elegido. Cuando piense que debería haber estudiado derecho, razone que si lo hubiera hecho ahora estaría añorando ser periodista, y cuando sospeche lo bueno que hubiera sido casarse con aquella persona que le cautivó en su día, piense que lo más probable ahora sería que estuviera añorando a la pareja que de verdad eligió y que ahora tiene. Use este antídoto y no sufra cuando llegue a casa y valore sus compras navideñas. Hubiera elegido lo que hubiera elegido no habría salido de dudas. Perdónese, pues así somos, así nos ha hecho la evolución y la selección natural.
Ignacio Morgado Bernal es catedrático de Psicobiología en el Instituto de Neurociencia y en la Facultad de Psicología de la Universidad Autónoma de Barcelona.
Materia gris es un espacio que trata de explicar, de forma accesible, cómo el cerebro crea la mente y controla el comportamiento. Los sentidos, las motivaciones y los sentimientos, el sueño, el aprendizaje y la memoria, el lenguaje y la consciencia, al igual que sus principales trastornos, serán analizados en la convicción de que saber cómo funcionan equivale a conocernos mejor e incrementar nuestro bienestar y las relaciones con las demás personas.
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