El último año de Boric se juega por la sucesión
El presidente y La Moneda redoblan esfuerzos por conseguir lo que ningún Gobierno en Chile ha logrado hace 20 años: entregar la banda presidencial a un sucesor del mismo signo político
![Gabriel Boric](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/IWL5CSGMIWYIRFOJSEVOR3TFEA.jpg?auth=ddb54c4801316439d1fe240a84bb66c0ee6a4783d2b2e87e662dc3538bdbce0a&width=414)
![Rocío Montes](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/https%3A%2F%2Fs3.amazonaws.com%2Farc-authors%2Fprisa%2F35dbdf26-bbcb-47d6-8a7e-7daa24ff7d85.png?auth=5e7df9f30b47f39f3915c5c9e578436688034d396f304146aaa50c8773e121b4&width=100&height=100&smart=true)
La cuenta regresiva para Gabriel Boric ha comenzado. El presidente de Chile el 11 de marzo próximo inicia el último de sus cuatro años en el Gobierno. Con la reforma de pensiones recientemente aprobada –lo que será probablemente el principal legado de su mandato–, este 2025 estará centrado en apuntalar el esquivo crecimiento económico y en intentar atajar la inseguridad pública. Pero, sobre todo, de concretar la principal meta política de Boric, que este martes cumple 39 años: una coalición de largo plazo para un proyecto progresista en Chile –la alianza entre la izquierda y la centroizquierda-, como lo fue el Frente Popular en los años 30 y 40 o la misma Concertación, tras la dictadura de Pinochet. En un 2025 marcado por las elecciones presidenciales y parlamentarias de noviembre, los esfuerzos de Boric y los suyos están puestos en las alianzas que le permita a su sector robustecerse en el Congreso –en este mandato no tuvo mayorías– y en lograr lo que no sucede en Chile hace 20 años: entregar la banda presidencial a un sucesor del mismo signo político.
La política chilena se ha movido como un péndulo. El último presidente que entregó el poder a una de las suyas fue Ricardo Lagos, que en 2006 pasó la posta a Michelle Bachelet. La popularidad de la médico socialista, sin embargo, no fue suficiente y en 2010 fue sucedida por Sebastián Piñera, un hombre que combinó con audacia los negocios y la política (y al límite) y que consiguió instalar a la derecha en el Gobierno por primera vez luego de la dictadura militar. Pero Piñera, tras un Gobierno centrado en la gestión, tampoco logró sucesión en su mismo sector y Bachelet regresó a la presidencia en 2014. El mandato de la socialista –con un mayor sello de izquierda que el primero– abrió luego las puertas al retorno del propio Piñera en 2018, que debió enfrentar en octubre de 2019 revueltas violentas no vistas en el pasado reciente de Chile y, encima, la pandemia. Fueron 16 años de Bachelet-Piñera-Bachelet-Piñera, en un símbolo de la falta de recambio generacional de la política nacional. En 2022 lo sucedió un joven Boric, que asumió con 36 años y dejará La Moneda con 40.
Nadie le cobraría a Boric entregarle el mando a la actual oposición, que con Evelyn Matthei –de 71 años, licenciada en economía, en la primera línea política desde fines de los años 80–, tiene las mejores opciones en las encuestas, pero a 10 meses de las elecciones. Pero, de conseguirlo, sería un triunfo importante, por lo que los esfuerzos de la izquierda no se detienen. Nadie olvida que a mediados de 2021 pocos hubieran apostado porque el diputado del Frente Amplio sería el ganador de las presidenciales de fines de ese año, luego incluso de perder la primera vuelta ante José Antonio Kast, de la extrema derecha.
La batalla por la candidatura presidencial de la izquierda se libra por estas semanas “con ribetes cruentos, aunque casi invisibles”, como describió el periodista político Ascanio Cavallo hace una semana en La Tercera. En carrera se hallan, entre otros, la expresidenta Michelle Bachelet y la ministra del Interior, Carolina Tohá. Ambas dirigentas analizan por estos días los movimientos de la otra y las condiciones propias para dar el salto, entre marzo y abril. Pero si Bachelet se decide por una tercera candidatura –la médico socialista de 73 años tiene el mejor rendimiento del oficialismo en las encuestas–, movería el tablero y dejaría a Tohá y a su generación política (la que ronda los 60 años) nuevamente a la espera. El presidente Boric observa, aunque resulta bastante obvio que Bachelet –madre del Frente Amplio y de allanar el camino al Partido Comunista a la institucionalidad– es la favorita del ala izquierda de su coalición. “Si se presentara de nuevo, sería bonito”, dijo hace unos días la ministra del Trabajo, Jeannette Jara, militante comunista, en entrevista con El Mercurio.
Boric pasa por un buen momento político y, seguramente, su popularidad irá al alza, como suele suceder en Chile en el último año de los presidentes. La reforma a las pensiones recientemente aprobada en el Congreso representa un hito para su Gobierno. Desde 1981 que el sistema no sufría una modificación de tal envergadura que, entre otros asuntos, contempla que los empleadores vuelvan a aportar a los ahorros de los trabajadores, como no sucedía hace 43 años. No ha sido un cambio rotundo como el que soñaba el propio Boric y la izquierda –que buscaban el fin de las AFP, las aseguradoras privadas que son la base del sistema de capitalización individual implementado en dictadura–, sino que se llegó a un punto intermedio, a un sistema mixto, acordado con la derecha tradicional. Pero, finalmente, hace 15 años que no salía humo blanco respecto de esta reforma necesaria para solucionar el grave problema de las bajas jubilaciones de los trabajadores chilenos. Y se concretó en este mandato.
El gran mérito de Boric –no tanto de sus compañeros de ruta, que se le resisten– ha sido un cierto realismo después del fracaso del intento refundacional de 2022, cuando su Gobierno apoyó un texto de nueva Constitución que finalmente perdió en un plebiscito. El presidente, luego de ello, se ha apegado a una política “más posibilista, aunque en ocasiones se le observe con el corazón partido”, como analiza el sociólogo Ernesto Ottone, consultado por este periódico. Porque hoy en Chile se observa una gran paradoja: el Gobierno de Boric, parte de una generación política que emergió con una crítica profunda a la política de los acuerdos de la transición, pasará a la historia por esta reforma que muestra el retorno de un espíritu de moderación.
En entrevista con EL PAIS, hace un año, Boric se refería a un eventual segundo mandato, que no puede ser consecutivo, según dicta la actual Carta Magna. “Aunque nunca es bueno ser demasiado categórico respecto a los planes personales, no está en ningún caso dentro de mis objetivos ni de mis aspiraciones personales”, dijo el presidente en marzo de 2024 sobre un retorno a La Moneda. Pero con el Bachelet-Piñera-Bachelet-Piñera que hubo entre 2006 y 2022, nadie en Chile cree en que los expresidentes se vayan a caminar a la playa descalzos o a escribir poesía. Es cosa de sacar cuentas: en 2030, Boric apenas tendrá 44 años. Un segundo intento parece evidente, sobre todo porque, pese a los problemas, ha tenido un 30% de apoyo constante durante su mandato, un porcentaje que ya hubiera querido cualquiera de sus antecesores u otros líderes mundiales de la actualidad, en tiempos en que los apoyos son resbaladizos.
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