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Izquierdismo
Columna
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La extraña fascinación de la izquierda chilena por Rusia

Por razones sumamente confusas e ignorantes de la orientación ideológica del gobierno de Vladimir Putin, una parte de la izquierda chilena se opone a cualquier tipo de apoyo a Ucrania argumentando su tradicional lucha anti-fascista

El presidente Vladimir Putin asiste a una ceremonia para conmemorar el aniversario de la invasión alemana nazi a la Unión Soviética en la Segunda Guerra Mundial, el 22 de junio de 2024.
El presidente Vladimir Putin asiste a una ceremonia para conmemorar el aniversario de la invasión alemana nazi a la Unión Soviética en la Segunda Guerra Mundial, el 22 de junio de 2024.Sergey Guneev (via REUTERS)

Hace algunos días atrás, el presidente Gabriel Boric se refirió a la postura que una parte de la izquierda, comunista y frenteamplista, ha adoptado ante la invasión de Rusia a Ucrania. La postura del presidente Boric no puede ser más clara: es una invasión sin justificación alguna, que no responde a moldes ideológicos, sino a intereses imperiales. En las palabras del presidente: “El hecho de que un país con un ánimo imperialista, expansionista, invada otro violando de manera flagrante el derecho internacional y pretenda que normalicemos la apropiación de territorio es algo sencillamente inaceptable y por lo tanto tenemos que levantar la voz y decir: ‘Esto, no’”.

No es primera vez que se hace patente esta fascinación por Rusia. Con ocasión del discurso del presidente Zelenski por zoom ante el Congreso pleno chileno en abril de 2023, todos los diputados comunistas y frenteamplistas se restaron de participar. ¿Cómo explicar lo que mucho se parece a lo que el sociólogo Pierre Bourdieu llamó una “hysteresis” de los habitus, esto es un desfase entre las condiciones que originaron una cierta percepción de la realidad y la profunda transformación de esas mismas condiciones? Efectivamente, buena parte de esta fascinación se explica por el efecto don Quijote: su continuación de la lucha en contra de molinos de viento en circunstancias que la guerra terminó explica en gran parte este error de percepción. Pero también responde a un ánimo anti-imperialista que solo ve en la política mundial los intereses de los Estados Unidos, como si no hubiese imperialismo ruso y chino con el que hay que lidiar.

Así las cosas, por razones sumamente confusas e ignorantes de la orientación ideológica del gobierno de Vladimir Putin (de comunista nada, de ultra-conservador todo), una parte de la izquierda chilena se opone a cualquier tipo de apoyo a Ucrania argumentando su tradicional lucha anti-fascista. Esto se ve lamentablemente reflejado en las palabras del destacado arquitecto comunista Miguel Lawner, compañero de cárcel de mi padre, quien acaba de amalgamar recuerdos de su pasado familiar con una interpretación de un conflicto que está tensionando el frágil equilibrio global entre varias potencias y candidatas a serlo. De pasada, critica sin fundamentos a la política exterior del presidente Boric. Calificar al gobierno ucraniano de Zelensky como nazi no solo es falso, es delirante: el partido nazistoide Svoboda no supera el 10% de los votos, y el partido comunista ucraniano que se afana en afirmar que el régimen de Zelensky es nazi apenas alcanza el 3,88% de los votos.

Es muy temerario atar el futuro de una parte de la izquierda a la retórica nacionalista y revolucionaria de un régimen. La fascinación por Rusia no es el único ejemplo al que se puede acudir. Algo parecido ocurre con el régimen cubano, el que atraviesa por una grave crisis económica que impide suministrar bienes esenciales a su población (desde papel higiénico hasta alimentos), lo que no se explica solo por el bloqueo impuesto desde hace décadas por Estados Unidos. Rehuyendo todo tipo de crítica de fondo al papel que juega el gobierno cubano sobre su propia crisis, la fascinación por la revolución permanece incólume.

No muy distinto es el caso del apoyo irrestricto del partido comunista al régimen de Venezuela, en un momento especialmente delicado para las relaciones diplomáticas entre Santiago y Caracas. Hace tan solo tres meses atrás, el presidente del partido comunista Lautaro Carmona descartó considerar “a mucha honra” el gobierno de Nicolás Maduro como una dictadura, y hace apenas dos semanas dijo confiar en la limpieza de las elecciones en ese país.

No es un error comparar la perplejidad del para entonces diputado Gabiel Boric ante el apoyo comunista al régimen venezolano en 2020 (“no tengo duda que el PC en el futuro se va a arrepentir de haber apoyado la situación de Venezuela”) con su sorpresa por hacer de Rusia “una fuente de referencia de la izquierda en el mundo”. Según el presidente, es este “malentendido histórico”que impide entender a Putin como “aliado con las fuerzas de ultraderecha”.

No se puede argumentar cualquier cosa a cualquier precio para reafirmar una identidad de izquierda a contrapelo de la realidad. El presidente Gabriel Boric ha esgrimido argumentos normativos para explicar por qué Ucrania es víctima de una agresión por Rusia, lo que debiese ser evidente. El apoyo político y popular a esta dimensión de la política exterior chilena es considerable. Lo que no queda claro es por qué Rusia produce tanta fascinación en una parte de las izquierdas. Francamente, es incomprensible.

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