Autocrítica ? No, gracias...
Si se trata de esperar a que haya una reflexión crítica desde la clase política, no llegará desde ninguna comisión de investigación ni de la mayoría de discursos parlamentarios
La palabra “autocrítica” tiene mala prensa. Remite a tenebrosas prácticas del estalinismo, el maoísmo o el régimen de Pol Pot, cuando la policía te pedía que te hicieras una “autocrítica”. En realidad te la hacían ellos, y tú al final firmabas. Por tanto volvamos a su sentido originario, que es hacer libremente, individualmente, un ejercicio de análisis del propio comportamiento, lo cual es útil en política a la hora de hacer balance de la ruta seguida en una determinada dirección. Pero para ser útil, como el secreto de confesión de los católicos, debería ser hecho con arrepentimiento sincero y propósito de enmienda.
Viene a cuenta esta breve introducción, porque escuchando el otro día las sesiones de la llamada pomposamente “comisión de investigación” del 155 en el Parlament de Catalunya, uno no podía evitar dos cosas: un ataque de risa, y una reflexión sobre las prácticas en las que incurren siempre y sin excepción las comisiones de investigación de los parlamentos. Observen que se llaman comisiones de investigación cuando en realidad no se proponen investigar nada de nada. Lo saben todos los que participan en ellas, de todos los partidos. Pero no es inusual que empiecen proponiendo largas listas de comparecientes para pasar seguidamente a una de dos. O bien pactar a la baja entre los principales partidos una lista totalmente a la baja, anodina, o, si hay una mayoría “apisonadora”. (como es el caso ahora en el Parlament) aquello se convierte en un espectáculo de circo. Estrella de la tarde, Puigdemont en plasma, que no analiza nada en absoluto y suelta que la DUI era “lo único y democrático” que se podía hacer. Excusa de mal pagador. Los demás, en lugar de entrar a mostrar sus mentiras, contradicciones y brindis al sol, dan paso a Rovira desde Ginebra, o los de la CUP, podían entrar a hacer de una vez su papel, ser de izquierdas, ser antisistema si tal es su vocación, y dejar de ser la muleta de tan heterogénea mayoría.
Dicho de otro modo, lo que no hacen nunca las comisiones de investigación parlamentarias, aquí y en todos los parlamentos de este país, es analizar el fondo de los problemas, sus causas, sus efectos, y plantear algunas propuestas de futuro. Lo que no hacen en ningún caso es un análisis de la situación a la que se ha llegado. Y en esto, en la actual mayoría independentista hay un ranking de cinismo claramente establecido. El PDeCat ha decidido seguir intentando superar a ERC como marca independentista, cuando esto ya no es lo que les diferencia de ERC, que parece haber optado claramente por un regreso a la política definida como “el arte de lo posible”. De paso, el PDeCat tiene un pie en sí mismo, otro en Waterloo y otro en la tierra de nadie. La CUP merece capítulo aparte: su radicalismo político verbal consiste literalmente en no hacer nada, excepto en dar siempre los escaños que se necesitan para que la apisonadora independentista siga su curso ¿Tienen política sanitaria? ¿económica? ¿social o sectorial? ¿Han escrito algún documento estratégico de referencia? No hay constancia de ello. Dijeron que con sus dos escaños recién conseguidos pondrían el Congreso patas arriba. En realidad van poco y no parece que de momento hayan destacado en nada. Hay quien opina que son los más vagos del hemiciclo.
Las comisiones de investigación parlamentarias, además, no tienen carácter jurisdiccional, no pueden interferir en casos en los que hay un proceso judicial abierto, etc. Pero dan muchos más titulares que los tediosos juicios en los tribunales, y ya se encargan sus señorías de que así sea.
Si se trata de esperar a que haya una reflexión crítica desde la clase política, no vendrá de ninguna comisión de investigación ni de la mayoría de discursos parlamentarios. No vendrá de desafortunadas declaraciones de cara a la galería sobre quién “aguantará la mirada a quién” (lo ha dicho ahora Junqueras y no hace mucho, Aznar). Lo de los presos el otro día en la comisión parlamentaria, como sesión de terapia de autoestima es perfectamente comprensible, estar en la cárcel no es poca cosa. Pero ninguno de ellos esbozó nada que se pueda considerar un análisis político. Y sucede una cosa muy curiosa, muchos políticos pasan a decir cosas más sensatas o interesantes cuando han adquirido la condición de “ex” (político profesional). A unos les gustará más Rajoy, a otros, Zapatero o Felipe González, quizá incluso Aznar tiene su público. Pero son menos predecibles ahora que cuando ejercían…
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