Los domingos de rastro, vermut y música clásica
La orquesta sinfónica Camerata Musicalis ofrece conciertos didácticos para todos los públicos
Todo surgió de una muerte, la de su tío. Edgar Martín (Madrid, 1980) decidió llevar a una pequeña orquesta de cámara al funeral, para hacer algo especial. Ante el dolor y la incomprensión que reinaba en el ambiente, Martín no solo dirigió la orquesta, también explicó lo que iba a sonar a continuación. Fue nombrando los diferentes elementos de la sinfonía como si se tratara del tránsito hacia la muerte. “Mi familia estaba muy afectada y creo que ayudó mucho a llevarlo hacia delante, a mirar la muerte desde otro punto de vista", recuerda el director. Fue tan bonito, que decidió hacerlo siempre. Transformó su orquesta de música clásica al uso, Camerata Musicalis, y le dio un nuevo formato. Cinco años después de aquél funeral, su proyecto ¿Por qué es especial? de música clásica, divulgación y humor llena de familias el Teatro Nuevo Apolo el mediodía del primer domingo del mes.
Esta es la tercera temporada consecutiva para Martín y su orquesta, que se suben a las tablas del teatro (Tirso de Molina, 1, entradas entre 15 y 22 euros) con la energía de quien entra a un ring de boxeo. "Rocky a nuestro lado no es nadie, venimos a tope”, grita el director con el micrófono en la mano mientras los 60 miembros de su orquesta Camerata Musicalis vestidos con camisetas de colores corren por los pasillos del patio de butacas hasta alcanzar el escenario. Martín saluda al público por su nombre, choca manos y comparte sonrisas, como viejos amigos. “Esto es excepcional, el día que inauguramos la temporada vino mucha gente y muchos con el abono comprado para toda la temporada”, explica el músico. En su agenda quedan cinco conciertos para los próximos cinco meses, el siguiente será este domingo, a las 12.00, una antología de la Zarzuela. “Es la hora perfecta para después salir y tomar el vermut en el rastro, un plan familiar genial”, añade.
Tras la entrada triunfal, comienza la primera parte del espectáculo. “Alfonso, dame luz de sala”, y el director de orquesta y también violinista baja del escenario y recorre la sala de butacas buscando a algún incauto con quien interactuar. Martín trata de que el público comprenda los entresijos de la Pastoral de Beethoven, el Sueño de una noche de verano de Mendelssoohn o la sinfonía Concertante para violín y viola de Mozart con mucho humor, la participación activa del público y de los miembros de Camerata Musicalis. Es la marca de la casa, lo que hace especial su espectáculo. “Estudio profundamente la obra, a su autor y la época a la que perteneció y lo traduzco en un juego para que el público comprenda lo que va a escuchar”, indica el músico.
La explicación lúdica e informal termina y, tras un receso de diez minutos para que el director y su orquesta se vistan con sus mejores galas, comienza el concierto. Beethoven, Brahms, Schumann o Chaikovski ahora suenan de otra forma, porque se entienden. “Hemos conseguido levantar la barrera que tiene la música clásica”, opina Martín. Se refiere a ese universo de público engalanado, que llena de toses incómodas los silencios entre dos movimientos y que parece exclusivo para unos pocos. “La gente no se da cuenta que para entenderla, lo único que hace falta es estar solo, contigo mismo, ya está”, dice Martín.
Su espectáculo ha conseguido abrir un nuevo espacio de música clásica en Madrid, una ciudad que, en opinión de Martín, no cuenta con muchos. “Creo que este tipo de espectáculos son necesarios, ahora más que nunca. La música clásica crea paz y estabiliza por dentro”, indica el director.
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