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Crónica
Texto informativo con interpretación

Entre 2017 y 2020

En el hemiciclo del Parlament hubo división entre los entusiastas del nuevo año y los que aún añoran 2017

Manel Lucas Giralt
Pleno extraordinario este sábado en el Parlament de Catalunya.
Pleno extraordinario este sábado en el Parlament de Catalunya.Massimiliano Minocri

Dudo que alguien en el Parlament de Catalunya se planteara este sábado por la tarde que la sesión plenaria, más intempestiva por su horario que extraordinaria por su contenido, pudiera contraprogramar de alguna manera a la que se desarrollaba en paralelo en el Congreso de los Diputados. Estaba clarísimo que había un debate de portada y otro de página dos. Y uno se colaba constantemente en el otro, contribuyendo un poco más a devaluarlo. Por supuesto, esta realidad incontestable la asumían algunos con más alegría que otros. El arranque del año está resultando muy estimulante en un sector político, y francamente engorroso para otro. En realidad, en el hemiciclo se notó claramente la nueva división, no digo fractura, entre los entusiastas del 2020 y los que aún añoran el 2017.

El pleno tuvo mucho de 2017, ciertamente. Repasemos: una concentración de independentistas con esteladas ante el Parc de la Ciutadella —y después, tras forzar las puertas, ante el mismo edificio del Parlament—; alcaldes indepes con su vara de mando siguiendo el pleno por televisión desde una sala de la planta baja, para mostrar su apoyo al líder (aceptando a Quim Torra como líder); invitados de relumbrón en la zona de público y autoridades (algunos siguiendo el debate con más atención que otros); cambios de última hora en el orden del día; Carlos Carrizosa quejándose; embrollo reglamentario; y los discursos de Ciudadanos y Junts per Catalunya. Un bonito pack nostálgico para los que temen que los acontecimientos les pasen por encima. Nótese que tanto Cs como JuntsxCat son cabeza de Parlament y cola de Congreso en sus respectivos ámbitos ideológicos.

Torra se siente cómodo en el agravio que le permite aglutinar apoyos momentáneos

Y, sin embargo, no estamos en 2017. En aquel tiempo, el socialista Miquel Iceta no habría hecho una defensa inequívoca de la presidencia de la Generalitat, no habría discutido una decisión judicial ni que fuera de la Junta Electoral Central, no habría animado a Quim Torra a recurrir su inhabilitación ante los tribunales. Y Esquerra tampoco habría hecho el discurso que planteó su portavoz Marta Vilalta, con una mano reivindicando a Torra, y la otra reivindicándose ante él. Vilalta, una de las negociadoras del pacto con el PSOE, pidió “blindar al president y blindar el diálogo”, un matiz muy 2020, muy poco 2017. También resultó más de año nuevo que acabara su intervención dándole dos besos a Torra. Como pidiendo complicidad. No se los dio, en cambio, a Iceta, de quien ya la tiene.

El president no estaba para ser cómplice. Se siente cómodo en el agravio que le permite aglutinar apoyos momentáneos, y que le aplaudan en pie. Torra proclamó: “No se puede establecer un diálogo e inhabilitar al interlocutor”, así, sin matices, como si el ofertante de diálogo y el inhabilitador fueran el mismo ente. Vamos, 2017 style. Y quiso dejar claro que él intervendría en la definición de los contenidos de la negociación con Pedro Sánchez: que considere necesario especificar esa obviedad es más propio del 2020. Un tiempo en que Junts per Catalunya y ERC avistan ya el fin de una convivencia, y se lanzan indirectas en terrenos más formales y ataques directos y desagradables en el fango de las redes.

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