Un bárbaro en Europa
Coinciden varias exposiciones que repasan la obra de Jean Dubuffet, artista que emancipó el arte sin formación y dio relieve al arte de los locos
Resurge en exposiciones aquí y allá, como si este fuera un mejor tiempo para la mirada antiinstitucional que su obra escrita y pintada pretendía y defendía, en el arte de las criaturas, los locos, los prisioneros y las gentes sin preparación artística, tendiendo puentes con objetos y figuras de civilizaciones primeras en continentes distintos. Como si museos y espectadores fuéramos locos conscientes de lo que vemos. Lo que es mucho decir, y me refiero a lo consciente. Sobre nuestra locura como humanos, mejor callar, que está al caer el año VeinteVeinte y no pienso recibirlo entre tinieblas.
Atractiva y bien montada, aguda, la exposición que organiza el IVAM te sumerge en mundos infinitos
Es el pintor francés Jean Dubuffet (1901-1985) artista de difícil clasificación del arte moderno. ¿Les suena el art brut? Se lo inventó Dubuffet, tanto el nombre como la manera. Un bárbaro en Europa es el título de la exposición que el IVAM nos ofrece hasta mediados de febrero. Una exposición atractiva y bien montada, aguda, que te sumerge en mundos infinitos. Es una cita ineludible y gustosa, una trenza de arte, civilización y locura. Los caminos entre creación, lo que nos hace humanos y lo que nos salva. Parecía que ya se había dicho todo sobre el art brut y sobre Dubuffet, pero algo está haciendo que regrese. A caballo entre dos momentos graves del arte moderno, antes y después de la guerra del 45, entre la Europa de la velocidad y lo atroz y la Europa salvaje que siguió, Dubuffet ha pasado largo tiempo en el purgatorio en que él mismo se encerró con su museo suizo del art brut, un purgatorio del que ahora sale.
Una señal, un indicio, quién sabe de qué. Su tremendo mal carácter, la rareza que para colegas y galeristas significó verlo empezar a exponer cuando tenía más de 40 años (era hasta entonces bodeguero y vinatero), la fuerza con la que marcó ciertos ambientes de París durante y después de la ocupación nazi, la algarabía que montó con el art brut en suma, no le han reportado la simpatía de historiadores del arte ni de sus gestores. Ahora viene a su rescate la antropología. Amigo durante años del escritor y pintor belga Henri Michaux, autor en 1933 de Un bárbaro en Asia, que pronto tradujo Borges al español, la muestra valenciana, comisariada por Baptiste Brun, profesor de la Universidad de Rennes, enlaza a los dos creadores desde el mismo título, un tributo a Michaux y una guía de lectura aquí de Dubuffet. Es una producción del museo valenciano y dos más, el Museo de las Civilizaciones de Europa y del Mediterráneo (MUCEM, Marsella) y el Museo de Etnografía de Ginebra (MEG). Su puesta en sala revela un notable sentido escenográfico desde la antropología y la etnografía, ciertamente.
Su tremendo mal carácter no le ha reportado la simpatía de los historiadores del arte ni de sus gestores
El escritor belga contaba en su libro su largo viaje en 1931 por China, Japón, India, Corea y Malasia. En aquellas tierras, el bárbaro era él, se dijo Michaux, él era el otro radical. Tres décadas después lo volvió a editar, igual pero con un prefacio sorprendente: sin contemplaciones reniega de un libro que le produce vergüenza por cómo se sitúa ante otras culturas y el tono utilizado, despectivo a veces, en otras baboso de admiración. Al tomar a Michaux como llave de acceso de hoy a Dubuffet, el comisario y su equipo ejecutan una operación similar. No reniegan de él, al contrario, sino que lo presentan desde otra óptica, solo en apariencia contraria a la habitual: culta, la historia de las civilizaciones. Nada que objetar. El arte salvaje de los años más salvajes en Europa, en el que Dubuffet tuvo su parte como uno de los constructores de ese orden salvaje, merece ser visto así, a lo culto. Ni Dubuffet fue un naíf ni los muchos artistas —anartistas, los llamó, con el prefijo an- que denota ausencia, en este caso de formación— que reunió en la Colección del Art Brut de Lausana merecen más purgatorio. Es solo que todo parece ahora tan y tan culto que hasta te pondrías a bailar una danza allá mismo que no sé si sería de hoy.
Son paradojas de las revisiones del arte, una industria creciente. El pasado, el pasado. Un asunto menor que tal vez no lo sea: exposición y catálogo persisten en traducir art brut como arte bruto, cuando parece más sensible arte en bruto. En la desaparición de la noción de obrar en bruto, directa, salvaje por selvática, sin más, puede que radiquen algunas de las razones del regreso del artista que emancipó el arte de los locos. Así, el arte de los locos, nuestro arte, es ahora bruto. No sé, no sé.
Mercè Ibarz es escritora y crítica cultural.
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