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La cara de la pobreza: madre migrante en paro

Cáritas Barcelona detecta 646.000 personas en exclusión social. El paro y la vivienda perpetúan estas situaciones

Jessica Mouzo
Alexandra Mosquera, usuaria de Cáritas
Alexandra Mosquera, usuaria de CáritasConsuelo Bautista

Después de un año de aquí para allá en busca de un lugar donde asentarse con su familia, Alexandra Mosquera ya no aspira ni a tener un piso donde vivir con dos de sus hijos, de 17 y cuatro años. La mujer, de 41 años y origen ecuatoriano, se conforma con encontrar una habitación donde puedan dormir los tres. “Solo pido un empleo y un lugar donde poder estar con mis hijos”, reclama. Ella pone cara a los más vulnerables de la exclusión social: mujeres migrantes, solas y en paro. Según el informe de la Fundación Foessa y Cáritas, en la diócesis de Barcelona —la capital catalana, L‘Hospitalet y la comarca del Maresme—, 646.000 personas están en exclusión social.

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Sin más ingresos que las minucias de algún trabajo esporádico, Alexandra y su familia viven “al día”, durmiendo en casa de unos conocidos y con la ayuda de Cáritas para comprar alimentos. “He estado con los niños de un sitio para otro. Mi hija mayor, de 22 años, se volvió a Ecuador por esta situación. No estamos estables en ningún lugar. Sobrevivimos por Cáritas”, admite. Hace un año que llegaron a Barcelona huyendo de la inseguridad de su país y en busca de un porvenir.

“La desigualdad está creciendo, se está enquistando la exclusión social severa y lo estamos naturalizando”, advierte Miriam Feu, responsable del Observatorio de la realidad social de Cáritas Barcelona. El informe Foessa advierte de que la exclusión social de Barcelona y su entorno (casi uno de cada cuatro habitantes) es mayor que la media catalana y española. “Estas ciudades concentran una situación de exclusión relacionada con carencias estructurales como la precariedad laboral o la exclusión residencial”, apunta el director de Cáritas Barcelona, Salvador Busquets.

Alexandra sabe que alquilar un piso es, ahora, un imposible. “Necesitas tener 3.000 euros para todo lo que te piden. Necesito un aval y no lo tengo”, lamenta resignada. Buscar una habitación para una madre sola con dos hijos tampoco es fácil y su experiencia tampoco ha sido buena. “Cuando estábamos en una habitación, tenía que decirle a mi hijo pequeño que hablese bajito y cuando sonaba el timbre, me preguntaba si tenía que esconderse. En la última habitación me robaron una cama y lo poco que tenía ahorrado, unos 80 euros”, recuerda. Según el informe de Cáritas, uno de cada tres hogares tienen problemas para mantener la vivienda en condiciones dignas: 190.000 personas viven en lugares inseguros, como las habitaciones realquiladas de Alexandra.

La exclusión social de Alexandra se cronifica, además, por la falta de un empleo decente. “El más largo que tuve fue de un mes y medio”, admite la mujer, que en Ecuador se dedicaba a la venta de materiales eléctricos y, desde que llegó a Barcelona, ha alternado faenas de limpiadora, ayudante de cocina y cuidadora. “Nosotros hablamos del ventilador de la ocupación, porque el mercado laboral genera ocupación precaria y tan pronto como entran, salen. El trabajo se precariza y deja de ser un factor de protección para ser un factor de exclusión”, valora Feu.

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Sin una vivienda en condiciones óptimas y la precariedad laboral o el paro acechando, tomar el ascensor social se vuelve un imposible. El precio del alquiler ha subido tanto que, después de pagar los gastos de vivienda, un hogar de una persona se queda con 285 euros para pasar el mes, según Cáritas. Comprar comida se vuelve un reto y otros gastos, como los medicamentos, un imposible. Unas 100.000 personas de la diócesis de Barcelona, según Cáritas, viven en hogares sin una alimentación básica. Además, 350.000 familias han dejado de comprar fármacos o seguir tratamientos por la imposibilidad de pagarlos.

Las cosas no han sido fáciles para Alexandra, pero la mujer descarta, por ahora, retornar a su país. “Aquí, al menos, mis hijos están estudiando”, apunta. En los hogares donde el ascensor social no funciona, el eslabón más vulnerable de la cadena siguen siendo los niños. Los expertos recuerdan que una persona que en la infancia ha sufrido dificultades económicas, tiene el doble de riesgo de caer en la pobreza de adulto y se duplica la probabilidad de no terminar los estudios.

Unas 350.000 familias han dejado de comprar medicamentos por la imposibilidad de pagarlos

Alexandra intenta esconder su tristeza. “Con el pequeño trato de que no me vea triste y mi hija mediana, cuando ve que me rompo, me abraza y me anima. Una siempre quiere lo mejor para sus hijos, pero yo a la mía, a veces, le digo: ‘Perdóname por haberte traído a esto’”. La cuesta arriba se le ha hecho cada vez más empinada y las estadísticas no la acompañan: si eres mujer, tienes un 27% más de riesgo de caer en la exclusión social; ser migrante triplica la probabilidad de caer en la pobreza; ser familia numerosa incrementa un 41% este riesgo, como también tener hijos a cargo y ser una familia monomarental (36% más de probabilidad de exclusión social). Alexandra hace pleno.

Cáritas subraya, no obstante, que la exclusión social no es inevitable. “Nosotros no podemos dar respuesta a todas las necesidades que tiene la sociedad. No podemos solucionar todas esas problemáticas, pero sí podemos acompañar y compartir. Se necesita un acuerdo político y social. Pedimos más inversión para políticas sociales y en Barcelona, lo más importante es el tema de la vivienda”, señala Busquets.

Alexandra es, pese a todo, optimista con el futuro. Cáritas le ayuda a buscar un empleo estable. Está aprendiendo a hacer currículums y entrevistas de trabajo. “Algo bueno está por venir”, augura.

La ayuda familiar se agota en la mitad de los hogares

Cáritas lo llama “la fatiga de la compasión”. Durante la crisis, muchas familias sirvieron de apoyo y colchón para los miembros que estaban en situación de mayor vulnerabilidad. Pero esa capacidad de ayuda se ha agotado.

“El 51% de la población está menos dispuesta a ayudar que hace 10 años. La solidaridad intrafamiliar se está reduciendo porque los elementos de ayuda en los hogares se están agotando”, sostiene el director de Cáritas Barcelona, Salvador Busquets.

Según el informe Foessa, las familias ya no pueden hacer más, advierten los expertos. “Más de la mitad de la población nos dice que ya no tiene capacidad para ayudar a los miembros de su familia. Y reclaman más recursos en políticas sociales por parte de las administraciones públicas”, concluye Busquets.

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Sobre la firma

Jessica Mouzo
Jessica Mouzo es redactora de sanidad en EL PAÍS. Es licenciada en Periodismo por la Universidade de Santiago de Compostela y Máster de Periodismo BCN-NY de la Universitat de Barcelona.

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