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45 años tendiendo puentes entre Madrid y Barcelona

La llegada de las compañías de bajo coste y, naturalmente, la dura competencia del AVE pusieron fin a una época dorada y obligó a hacer cambios en la compañía

Lola Fernandez Lara y Carolina Utrilla, azafatas de Iberia, en el pasillo de entrada al Puente Aereo, que este mes cumple 30 años desde su creacion, en la T4 del Aeropuerto Adolfo Suarez Madrid Barajas.
Lola Fernandez Lara y Carolina Utrilla, azafatas de Iberia, en el pasillo de entrada al Puente Aereo, que este mes cumple 30 años desde su creacion, en la T4 del Aeropuerto Adolfo Suarez Madrid Barajas.JAIME VILLANUEVA

“Solo un estúpido centralismo de organillo y gorra a cuadros ha podido hacernos ignorar que a tres cuartos de hora de avión hay un mundo totalmente diverso del nuestro, rico y emocionante...”. Así opinaba hace 45 años un periodista madrileño del diario Pueblo con motivo de la inauguración, en noviembre de 1974, del puente aéreo entre Madrid y Barcelona. El despegue en el aeropuerto de Barajas de Aragón, un Boeing 727, pilotado por el comandante Carlos Calderón, fue mucho más que un acontecimiento comercial y de comunicaciones. Supuso un “puente psicológico y sentimental” entre ambas ciudades, según otro cronista, que se aventuraba a afirmar que “hasta ahora nuestro conocimiento de los catalanes no ha pasado de ese viajante cómico que sale en los espectáculo de variedades”.

El avión aterrizó en el aeropuerto del Prat al son de las trompetas de la banda municipal barcelonesa y endulzado con una tarta en la que entrelazadas por un arco iris de azúcar, aparecían acaramelados dos símbolos de una y otra urbe: la fuente de Canaletas y el oso y el madroño. Era el primer servicio de este tipo que se implantaba en Europa y el tercero del mundo, después de los que unían Nueva York con Washington y Boston.

Cordón umbilical

“Gracias a la comunicación se han roto viejos recelos e incomprensiones", expuso en su discurso el alcalde de Barcelona, Enrique Masó, mientras el presidente de Iberia, Jesús Romeo Gorriá, comparaba el puente aéreo con “sobreponer la plaza de Cataluña en la Puerta del Sol". El entusiasmo se desbordó de tal forma que algunos hablaban de “unión vivificante”, “cordón umbilical” e incluso de “ósmosis filante” entre Madrid y Cataluña, y algún exagerado sentenció: “Así se salvó Berlín en un momento crucial de la guerra fría”.

El hecho es que gracias al puente aéreo Madrid ampliaba sus horizontes, y la cosmopolita Barcelona abría los brazos a viajeros procedentes del centro, ávidos de transacciones económicas y cierta brisa del mar. Parecía ciencia ficción al resolver la ecuación velocidad, espacio, tiempo en tan sólo 50 minutos y por 1.917 pesetas (11,5 euros) cada vuelo. Se realizaban 26 diarios de ida y vuelta. No eran trayectos turísticos, sino desplazamientos diseñados para hombres de negocios con poco tiempo que perder en la resolución de sus asuntos. A partir de este momento iba a resultar “más fácil ir Barcelona que a Usera o a Móstoles”, informó un periódico.

Usera es también el barrio donde vive Lola Fernández Lara. Durante 30 años, hasta su prejubilación por un ERE en 2018, ha sido Azafata 727, que es como se conoce a las auxiliares de vuelo de esta ruta. Ha llegado a hacer cinco trayectos de ida y vuelta al día, ha vestido tres uniformes diferentes y ha contemplado la evolución del personal y de los pasajeros. Fue testigo de la paulatina aparición de mujeres entre un pasaje de corbata y maletín, ejecutivas preparadas igualmente para la inmersión en el competitivo mundo de los negocios. Al tiempo, el equipo de auxiliares de vuelo se masculinizaba. Lola recuerda que los azafatos fueron muy bien recibidos tanto por ella como por sus compañeras, y respecto al perfil de los viajeros, un factor les igualaba: la premura. Cualquiera que viaja en el puente aéreo tiene prisa y lo quiere todo cuanto antes. De ahí la figura del achuchador, diseñada para acelerar desde la limpieza o el catering hasta el suministro de combustible. El último pasajero puede entrar a la nave quince minutos antes del despegue.

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Flechazos

“Acabas haciendo amigos. Muchos flechazos azafata-viajero, cuando el flirteo requería lápiz y papel para el intercambio de los números de los teléfonos fijos, acabaron en boda”, cuenta Lola. Ha viajado con celebridades, pero se confiesa apenas mitómana y nunca se entretuvo en pedir un autógrafo. Piensa seguir volando, especialmente porque la espera un aviador excepcional, su hijo Rodrigo, presente en esta charla, que se prepara para ser piloto y promete que su madre será la primera invitada a la cabina, en su debut hacia el cielo.

La llegada de las compañías de bajo coste y, naturalmente, la dura competencia del AVE pusieron fin a una época dorada y obligó a hacer cambios: “Desde modernizar el sistema operativo, hasta la apertura de los canales de venta y la digitalización. Hoy ofrecemos la posibilidad de hacer reservas, escoger asientos, facturar online, y utilizar la web y una app”, detalla la actual coordinadora de la Ruta Puente Aéreo en Barajas, Carolina Utrilla, que pertenece al departamento de Operaciones en Tierra y se mueve como pez en el agua en ese microcosmos que forman cuerpos y almas en constante tránsito. Presume de que 45 años después, mientras las compañías de bajo coste recortan servicios tan frugales como el desayuno y el aperitivo, Iberia mantiene ambos detalles nutricios exactamente igual que el primer día.

Una y otra lamentan la influencia negativa que podría estar teniendo en este medio de transporte el conflicto catalán, tal vez la causa de la caída de pasajeros de Madrid hacia Barcelona.

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