Los vecinos de Barcelona se resisten a marcharse de la ciudad
Un 72% de los barceloneses que el año pasado cambiaron de domicilio se mudaron a una vivienda de la capital
Un total de 92.410 barceloneses cambiaron de piso el año pasado, una cifra un 7,6% superior a la del año anterior. Pese a la crisis habitacional que sufre la ciudad, hay una alta tasa de autocontención, un indicador que mide el porcentaje de personas que cuando cambian de domicilio se quedan en la ciudad. En 2018 fue del un 72,2%. Son datos de la lectura del padrón municipal a 1 de enero de 2019. Comparado con otras ciudades metropolitanas, la población de Barcelona que cambia de vivienda en el mismo municipio es un 10% superior. De media, la tasa de autocontención metropolitana fue del 62%, según los datos del 2017.
La presidenta del Observatorio Metropolitano de la Vivienda, Carme Trilla, apuntó al presentar su última memoria anual que, pese a la elevada tasa de contención, se observa una ligera disminución desde 2013, cuando alcanzó el mayor porcentaje, del 77,6%. Una tendencia que coincide con el aumento de precio de los alquileres y que habrá que seguir analizando, consideró. Pero echando la vista atrás, la ciudad había tenido tasas de retención de vecinos muy inferiores, que no llegaban al 65%, coincidiendo con los años del boom inmobiliario, cuando el parque residencial creció en todas partes.
La catedrática de Geografía Humana de la Universidad de Barcelona, Isabel Pujadas, explica que las elevadas tasas de autocontención residencial son habituales en las grandes ciudades, porque la oferta de vivienda o empleo es mayor que en los municipios periféricos, de menor tamaño. “Es un fenómeno que ocurre siempre, la preferencia son los barrios próximos y conocidos y, en cambio, se producen pocos cambios de domicilio entre ejes, de una a otra punta de la ciudad”. Así, es probable que un vecino del distrito de Sant Martí se mude a Sant Andreu, en el mismo extremo de Barcelona; o de Sants a Les Corts, en el contrario. En cambio, es muy poco frecuente que un vecino del barrio de Nou Barris se mude al Poble Sec. “Hay unos espacios que son los primeros referentes, e incluso cuando en estos no hay oferta que se adecue a las necesidades y se sale de la ciudad hacia la periferia, se mantiene el criterio de proximidad”, señala la catedrática.
De hecho, las cifras del padrón lo confirman, porque el 49% de los barceloneses que cambiaron de vivienda en 2018 se quedaron en el mismo distrito. Las zonas que tienen mayor capacidad para retener vecinos son Nou Barris (57,6%) y Sarrià-Sant Gervasi (55,3%), dos distritos que están en los extremos de la renta familiar disponible. Por el contrario, los distritos que mayor porcentaje de vecinos perdió al mudarse fueron Gràcia (37,5%) y Les Corts (39,8%).
La responsable del Departamento de Estadística y Difusión de Datos del Ayuntamiento, María Jesús Calvo, alerta de que los cambios de domicilio no pueden atribuirse solo al mercado de la vivienda o vincularse a una expulsión de vecinos del centro a la periferia. “Hay que mirar una foto global, de mercado de la vivienda pero también de trabajo, de transporte, ubicación de centros educativos… Tenemos vecinos que de Gràcia se marchan fuera, pero también de Horta que se mudan a Sant Andreu… Y al tiempo que hay personas que se marchan de Barcelona, otras que se instalan en la ciudad, porque un 15% de los nuevos empadronados provienen de municipios del entorno”, sostiene Calvo. “Es cierto que Barcelona expulsa población, pero la ciudad también atrae”, resume la técnica municipal, que concluye: “Es difícil hablar de un solo perfil”.
El investigador del Centro de Estudios Demográficos y profesor del Departamento de Geografía de la Universidad Autónoma de Barcelona, Antonio López Gay, coincide en que no se puede afirmar que las personas que salen de la ciudad “son expulsadas, porque hay una gran variedad de estrategias residenciales”. Pero sí le llama la atención el perfil de los barceloneses que cruzan la frontera municipal: “Entre la población de nacionalidad española se producen sobre todo hacia los más próximos (Cornellà, L'Hospitalet, Santa Coloma, Sant Adrià), cuando en las grandes migraciones en torno al año 2000 se producían con destino a distancias intermedias: Mollet, Granollers, Sant Vicenç, Sant Celoni”.
El riesgo de que la periferia se empobrezca
Otro de los fenómenos que estudia Antonio López Gay, es la irrupción de un perfil de inmigrantes cualificados o que vienen a estudiar ya con estudios superiores. Esos nuevos residentes han tensionado el mercado inmobiliario de determinados barrios donde la perjudicada sí es la población local, obligada a marcharse porque no puede permitirse el aumento del precio de la vivienda.
El caso que ha estudiado es el de Sant Antoni. “Quien más sale del barrio son los vecinos con pocos estudios, que se marchan a otros municipios, mientras que quienes tienen estudios se mudan a otros barrios. Los ricos, pues, se quedan más en la ciudad mientras la población más vulnerable es la que no puede afrontar este mercado y se tiene que ir de la ciudad”, explica el investigador. Aunque matiza que es un fenómeno incipiente, aunque habrá que seguir controlando y a la que le pone nombre: “La suburbanización de la pobreza, si la perfieria se empobrece”.
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