La mejor alumna que vende tickets a turistas
Júlia Ibáñez ha sacado la segunda mejor nota de la Selectividad, un 9,8, y estudiará Ingeniería Biomédica
Júlia Ibáñez vende tickets de snorkel a turistas en un puesto de playa en L’Estartit (Baix Empordà), un pueblo que está frente a las islas Medes y es archiconocido entre los buceadores de todo el mundo. Pero solo lo hace en verano. Lo suyo no es la venta comercial. Ella apunta más a otro sector. La Ingeniería Biomédica, por ejemplo. La joven comenzará la carrera universitaria en septiembre después de rozar la perfección en la Selectividad. Se quedó a dos décimas del examen impecable y a una de ser la mejor nota en las pruebas de acceso a la universidad.
Aunque el foco mediático se lo llevó un chaval de Lleida que sacó un 9,9, Júlia es, de hecho, la alumna con la mejor nota. Ha empatado con otros tres chicos en el segundo puesto con un 9,8, pero es la única mujer en el podio. “Siempre he sacado buenas notas”, admite, pero también reconoce que no se esperaba tanto. “Contaba con sacar buena nota, un 9 o así, pero no esto”. Júlia asume que es competitiva, “pero en el buen sentido de la palabra”, afina. Es exigente consigo misma, sobre todo. “Me esfuerzo para hacer las cosas lo mejor que puedo y quiero que salgan bien”, apostilla con la actitud responsable que desprenden sus afirmaciones. Con todo, no considera haberse quedado a las puertas del éxito por ser la segunda mejor nota. “Yo con la segunda mejor nota ya estoy contenta, porque no me lo esperaba y tampoco iba con esa idea. Al final, más que la posición, lo importante es cómo tú te sientes después de haberlo hecho. Yo me he esforzado lo máximo y estoy orgullosa y contenta con lo que he hecho”.
La joven es una de las 40 personas que entrará en la carrera de Ingeniería Biomédica en la Universidad de Barcelona, un grado que exige un 12,2 de nota en la Selectividad. Júlia tiene un 9,8 en la parte general y la puntuación máxima en la parte específica. En total, un 13,8. Va sobrada.
Pero antes de hacer las maletas y abandonar su Girona natal para irse a Barcelona a estudiar, a Júlia le queda un verano de trabajo en L’Estartit. Es su primer empleo. “Pensé que estaría bien para desconectar de los estudios. Además, ganas tu dinero y eso también hace que te sientas orgullosa”, explica. Aunque nunca ha tenido problemas con los estudios, sí ha tenido que esforzarse. De hecho, incluso ha cambiado el baloncesto, que practicaba desde siempre, por el atletismo, que tiene unos entrenamientos más flexibles y más compatibles con las horas de estudio.Hasta el año pasado, Júlia no tenía ni idea de qué estudiar en la universidad. Lo suyo no es vocacional, pero ya apuntaba maneras. “Siempre he sido de ciencias”, admite. Su trabajo de investigación del bachillerato, de hecho, fue de microbiología, sobre la efectividad de unos antisépticos.
“En primero de bachillerato noté el cambio y me costó”
Lugar de nacimiento y años: Girona, 17 años.
Formación: Estudiante.
El peor momento de su carrera profesional: En el primer trimestre de primero bachillerato noté el cambio y me costó más. En la asiginatura matemáticas tuve una nota más baja, un 6.
¿Qué hace en la actualidad?: Trabajo en un puesto de venta de tickets a turistas. El próximo mes de septiembre empezaré la carrera de Ingeniería Biomédica en la Universidad de Barcelona.
Pero la duda que le surgió de cara a los estudios superiores estaba entre abrazar la biología o las matemáticas. Así que, finalmente, optó por las dos. “La biología me gustaba. Primero pensaba en algo más enfocado al laboratorio y luego, algo más dirigido hacia el cálculo. Me planteé también Física. Al final me decidí por Ingeniería Biomédica, que combina biología y cálculo”, explica la joven. Su tía estudió Biología y su madre, Química, pero Júlia sostiene que, aunque puede haber influido en su tendencia, no ha marcado su decisión. “A mí ya me gustaba esto. No lo he elegido por mis padres o mi familia”, matiza.
En plena ofensiva para dar su lugar a las mujeres en el mundo de la ciencia —en un encuentro reciente de científicas los asistentes recordaron que en algunas carreras del ramo las chicas no llegan al 10% de los alumnos—, Júlia reivindica la necesidad de ampliar la presencia femenina en las carreras científicas. “Faltan mujeres. Cada vez hay más y, de hecho, en ingeniería biomédica suele haber más chicas que chicos, pero aún faltan. Hay que animar a las chicas a que pueden hacerlo porque, a veces, puedes pensar que no vas a llegar, no vas a ser capaz, pero sí que se puede”.
Júlia no se atreve a augurar dónde estará dentro de 10 años. “Depende de lo que te especialices en la carrera. Quizás en una empresa, en el sector médico”, apunta. Asume que el valioso big dataserá “una herramienta muy útil” y abrirá muchas puertas. Pero también le atrae la neurociencia como rama de investigación. Pero aún no se descanta por ninguna especialización.
Lo que sabe casi seguro es que, después de lo peleado para llegar adonde ha llegado, no engrosará las filas del 15% de estudiantes que dejan la carrera en el primer curso —por abandono o cambio de estudios—. Incluso, si la carrera no es lo que esperaba. “Yo me adapto bastante bien a todo y no creo que llegue a odiar la carrera. Nadie sabe qué le gustará más o menos, pero no me preocupa mucho esto. Me adaptaré bien”.
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