El fiasco de las políticas rurales convierte Cataluña en un polvorín
La despoblación y el abandono de la superficie agrícola descontrola la proliferación de masa forestal
El incendio que asoló la comarca de Ribera d’Ebre ha sido etiquetado como el más voraz de los últimos años y ha puesto al descubierto la situación de desatención que sufren las comarcas rurales de Cataluña. Las administraciones prometen ayudas para las zonas afectadas, tras el fracaso en la implementación de medidas que frenen la imparable despoblación y el abandono de la actividad agrícola en toda la comunidad. El resultado es un crecimiento descontrolado de la masa forestal, que en los últimos 30 años ha pasado de ocupar el 34% del territorio al 79%. Un polvorín desamparado.
Un vídeo grabado por Pau Ciuraneta, un joven agricultor de la Palma d’Ebre, ha logrado una potente difusión tras el fuego que arrasó más de 6.000 hectáreas de terreno en la Ribera d'Ebre. “Tengo 25 años y se me ha quemado todo”, manifiesta delante de un olivar arrasado por las llamas. Ciuraneta asegura tener la fuerza y el arrojo para reflotar sus plantaciones pero lanza una denuncia: “En aquello que no podremos incidir es en una sociedad que nos menosprecia, en una administración que no nos escucha y en unas autoridades que solo buscan ponernos palos en las ruedas”. Las quejas por la desatención administrativa, la falta de ayudas y el desamparo son reiteradas entre los profesionales del sector agrícola. En el caso de Pau Ciuraneta se da la circunstancia de que es hijo de Jordi Ciuraneta, exconsejero de Agricultura de la Generalitat.
Ayudas para los afectados por el incendio
La consejera de Presidencia y portavoz del Govern, Meritxell Budó, explicó ayer en una reunión en Flix que los afectados por el incendio de la Ribera d'Ebre ya pueden registrar las demandas de subsidios: "Hay unas ayudas directas que ya se pueden solicitar y me consta que ya se están solicitando, y otras para las que hacía falta esta diagnosis previa". Budó anunció que en septiembre se constituirá una comisión interdepartamental sobre la Ribera d'Ebre, en el marco del programa País viu, país d'oportunitats, que buscará "evitar la despoblación y ver de qué manera se puede revertir la situación de esta comarca".
En los últimos días, representantes del Govern han realizado reiteradas visitas a las zonas devastadas por el incendio de la Ribera d’Ebre. Tras reunirse en Flix con más de 200 payeses y ganaderos, el vicepresidente Pere Aragonès y la consejera de Agricultura, Teresa Jordà, afirmaron que, más allá de las medidas de urgencia, es menester hallar una estrategia a largo plazo para reforzar la ganadería y la agricultura como actividades de gestión del entorno.
“Hay que entender la agricultura y la ganadería no solo como una actividad, sino como un mecanismo de gestión del territorio”, afirmó Aragonés. “Es el primer incendio que hace que la opinión pública se plantee la importancia de la gestión del sector primario y esto tiene que ser una oportunidad”, añadió Jordà. La responsable de Agricultura defiende que hace falta definir una serie de medidas que minimicen los riesgos de sufrir incendios, pero admite que no pretenden hacer “grandes promesas”.
La escritora Marta Rojals, natural de Palma d’Ebre, ponía de relieve en un artículo reciente que “más efectivo que ningún invento sería un plan general de desarrollo para que todo el que quiera quedarse en los pueblos, lo pueda hacer, y para que puedan regresar aquellos que así lo desean”.
Las Terres de l’Ebre se repliegan por efecto de la regresión demográfica. Un informe de la Cátedra de Economía Local y Regional de la URV destaca que entre 2011 y 2016 las comarcas catalanas más meridionales perdieron más de 10.700 residentes, un 5,62% de su población. Las principales menguas se registran en pequeños municipios de base agrícola, recalca el estudio. “Que un territorio esté habitado no quiere decir que esté bien gestionado”, matiza Marc Castellnou, inspector de los Bomberos. Castellnou refiere que la buena gestión de los entornos rurales solo se logra trabajando en ellos. “Si se tiene un mosaico agrícola sano, es difícil sufrir estos incendios”, asegura con relación a los destrozos causados por el fuego de la semana pasada. “Hace veinte años un fuego aquí quemó 1.000 hectáreas en seis días. Ahora la misma extensión se quema en un día”, abunda Castellnou.
Mantiene que en los últimos treinta años la superficie de masa forestal se ha multiplicado por el abandono de la agricultura. “Teníamos un 34% de masa forestal, y ahora alcanzamos el 70%”, avisa. Un peligro. Más aún cuando “las condiciones climáticas son extremas”, dice. El inspector añade que la configuración de los bosques tampoco ayuda a reducir el potencial dañino de los incendios.
Marc Taüll, técnico en temas de ecología y gestión silvopastoril en el Centro de Ciencia y Tecnología Forestal de Cataluña, destaca que, en función de qué entornos, el sotobosque es más ignífugo que en otros parajes: “En la mitad sur de Cataluña el sotobosque es, fundamentalmente, matorral, mientras que en la Cataluña central y en las comarcas de Girona es más arbolado”. Apunta que especies como la encina o el roble no generan tanto combustible forestal como el pino blanco. La prevención tiene la clave de las políticas antiincendios y se estudian distintos mecanismos para higienizar los bosques. En este sentido, Taüll destaca la labor de limpieza del sotobosque que pueden realizar los rebaños, pero advierte que no es una solución igual de eficaz en todos los terrenos. El pez se muerde la cola porque allí donde más matorral crece, menos entran los rumiantes.
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