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La Cataluña vacía que se quema

Alcaldes de la comarca de Ribera d‘Ebre, epicentro del incendio de Tarragona, denuncian el abandono institucional

Alfonso L. Congostrina
Una zona devastada por el fuego en las cercanias de Flix
Una zona devastada por el fuego en las cercanias de FlixJosep Lluis Sellart (EL PAÍS)

La voz de la España Vacía, las zonas despobladas que protestan contra el abandono institucional del mundo rural, ha vuelto a oírse en la Ribera d’Ebre (Tarragona). Aunque el imaginario colectivo no mire a Cataluña cuando se habla de despoblación, también existe una Cataluña vacía y ha comenzado a alzar la voz al tiempo que arde. Los alcaldes de la comarca tarraconense, asediada desde el miércoles por un incendio descontrolado que ya ha quemado más de 6.000 hectáreas, han denunciado la dejadez de las administraciones en una zona que sobrevive gracias a la agricultura. Dos tercios de la superficie calcinada son terreno forestal; el resto, agrícola.

La Cataluña vacía se cristaliza en la Ribera d’Ebre (Tarragona) y les Garrigues (Lleida). Precisamente, las dos comarcas más golpeadas por un fuego que lleva tres días sin control. La Ribera d’Ebre tiene 827 kilómetros cuadrados y en ella viven 22.471 personas, lo que supone una densidad de 27 habitantes por cada kilómetro cuadrado. La media de Cataluña es de 234. Hasta ahora, la agricultura y la central nuclear de Ascó eran las principales fuentes de riqueza en la zona. Hoy, la nuclear sigue dando empleo; la agricultura, hace años que no.

“En esta parte de Cataluña nos sentimos totalmente olvidados”, lamenta Sergi Borras, teniente de alcalde Torre de l’Espanyol, el municipio de 740 habitantes, donde el pasado miércoles se originó el aparatoso incendio, según los agentes rurales, en un estercolero. Borras critica las “deprimentes” vías de comunicación de la comarca y la falta de ayudas a la agricultura. “Tenemos olivos, cerezos y melocotoneros, pero el problema es que no salen las cuentas. El consumidor quiere ir al supermercado y comprar lo más barato posible. Aprietan tanto con los precios que no es rentable producir y nuestros agricultores han tirado la toalla”, explica. “Además, aunque tuvieran tierras en propiedad, para qué van a arriesgar en un negocio que no sabes cuál va a ser el resultado si en la comarca puedes trabajar en la nuclear de Ascó o en la química de Flix y cobras una nómina. El resultado es el olvido y abandono de los campos”, lamenta.

El edil explica que los campos sin trabajar acumulan hierbas. Las administraciones no ayudan a la limpieza, dice, y, en plena temporada de incendios, se convierten en pasto rápido de las llamas. “Ahora de poco sirve arrepentirnos. Los fuegos se apagan en invierno, pero la Administración no trabaja”, se queja un agricultor de Flix, otro de los municipios afectados por las llamas. Y añade Borras: “Además hay administraciones, como la Agencia Catalana del Agua, que solo pone palos en las ruedas cuando queremos limpiar algún valle o riera”.

Trabas administrativas

El teniente de alcalde del municipio tarraconense de Miravet (799 vecinos), Josep María Sáez, denuncia que los entes supramunicipales no son conscientes de lo que supone el día a día de los pueblos pequeños. “Para pedir una subvención hemos tenido que contratar un ingeniero para firmarnos unos documentos y así tener más puntos. Es ridículo. Tenemos un presupuesto limitadísimo. Somos concejales por amor al municipio y solo nos complican la existencia”, denuncia.

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La presidenta del consejo comarcal de Ribera d’Ebre y alcaldesa de Vinebre (466 habitantes), Gemma Carim, lamenta la falta de apoyo que tienen los alcaldes y critica el estado de abandono de muchos campos de cultivo. “Hay una falta de relevo pero no existe plan b por parte de las administraciones. Nadie ayuda a la agricultura y el consumo se basa en la exportación”, denuncia. Coincide el coordinador del sindicato agrario Unió de Pagesos, Joan Caball: “Tanto la viña como la fruta no reciben ningún tipo de subvención por eso hay tanto campo abandonado y ahora nos lamentamos porque el fuego se esparce a sus anchas”, protesta.

Al cierre de esta edición, los bomberos todavía no habían logrado controlar el incendio que asuela el valle del Ebro. Durante la noche del jueves, los equipos de extinción —más de medio millar de efectivos, entre bomberos y especialistas de la unidad militar de emergencias (UME)— lograron estabilizar el 80% del perímetro del fuego. Con todo, las altas temperaturas, con la ola de calor en la cúspide ayer, volvieron a dificultar las labores de extinción. “Las noticias son buenas, pero las condiciones son malas. No podemos bajar la guardia. El incendio está perimetrado, no se ha hecho más grande desde el jueves”, aseguró David Borrell, inspector de Bomberos

Si bien el flanco izquierdo quedó más controlado el jueves porque se frenó cuando llegó a la carretera C12 y los bomberos lograron que no cruzase las vías, los equipos de extinción todavía tienen trabajo en el lado derecho. Una tercera parte de esa banda “se está controlando de forma favorable”, apuntó Borrell, pero los Bomberos están preocupados especialmente por el frente norte, que es el más inestable, y avanza hacia la provincia de Lleida por una zona que se caracteriza por la poca cantidad de caminos.

Desde que se declaró el incendio el miércoles, el Sistema de Emergencias Médicas (SEM) ha atendido a 17 personas, entre ellas, cinco bomberos por golpes de calor. Dos de los afectados fueron trasladados en helicóptero al hospital de Mora d‘Ebre y permanecen ingresados.

Un fuego politizado

El incendio de Tarragona no se ha escapado de la disputa política y, en concreto, de las visicitudes del procés. El consejero de Interior de la Generalitat, Miquel Buch, levantó el jueves la polémica con unas declaraciones con las que pretendía justificar la presencia de la unidad militar de emergencias (UME) en el incendio. "Es normal que, cuando un país tiene un fuego de estas características, nos ayudemos mutuamente con los vecinos, si estuviéramos al lado del Empordà seguramente el Estado francés nos ayudaría y ahora estamos al lado, estamos en el Ebro, tocando al Estado español y por lo tanto cualquier ayuda puede ser buena", dijo.

Sobre sus palabras se pronunció la portavoz del gobierno, Isabel Celaá, que pidió “no hacer política con un incendio”. Y agregó: “Allí está el Ejército español, está la UME, trabajando con los servicios de la Generalitat codo con codo para apagar un incendio que se da en territorio catalán y español”.

Finalmente, Buch reculó ligeramente ayer y, en declaraciones a Antena3, matizó: "El fuego no entiende ni de política ni de colores, y ayer [por el jueves] creo que lo expliqué, que el fuego no mira el color del uniforme que está apagándolo". El consejero también agradeció el trabajo de "todos" los efectivos que están participando desde el pasado miércoles en las labores de extinción.

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