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Opinión
Tribuna
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“Del dolor físico al dolor emocional”: carta abierta de un trabajador del Samur Social

"Si fuera doctor y esta familia hubieran venido por un dolor en una pierna, les habría auscultado y recetado una medicación, pero vinieron pidiendo un lugar donde dormir junto a un dolor emocional que no pude aliviar"

Varias familias encerradas en la sede de Samur Social, en la Carrera de San Francisco
Varias familias encerradas en la sede de Samur Social, en la Carrera de San FranciscoJULIÁN ROJAS

[Trabajadores del Samur Social han vuelto a denunciar tener que dejar en la calle a familias con niños. Uno de ellos, que pide no ser identificado, ha querido compartir esta carta abierta sobre la impotencia que sienten los trabajadores ante la falta de medios]

Existen el dolor físico y el dolor emocional. Aunque parezca contrario a la lógica, el segundo resulta, en ocasiones, más doloroso que el primero, menos tangible, menos controlable y al que a día de hoy y afortunadamente, no se le puede administrar un medicamento que elimine definitivamente su presencia.

La primera imagen que vi fueron 5 maletas, que si pudiéramos radiografiarlas de un vistazo y ver su contenido, veríamos ropa y pañales, junto a objetos que les recuerdan continuamente de donde huyen y porque. Veríamos un cierto desorden, producido, no por dejadez, sino por la prisa de quien huye de su casa, de su barrio, de su otra parte de la familia. Sus únicos ahorros tienen forma de billete de avión para cuatro y perder ese avión, seria más que nunca, perder ese tren que pasa solo una vez en la vida.

Muchas emociones mezcladas, y el avión ya se encuentra a 10.000 pies de altura, desde donde todo se ve con perspectiva y los problemas de nuestro a día a día se ven diminutos y estúpidos. Dicen que viajar y conocer otras culturas, te enriquece, por supuesto, pero viajar en avión tiene un plus, esa mirada desde la ventanilla que nos sitúa, aun volando a 500 km por hora.

En una de sus mochilas observo tristeza por lo dejado atrás. Hay ira, porque la injusticia social, causa mucha ira. Hay miedo por no saber dónde van a dormir esa noche y no saber qué responder a sus dos hijos. En otro momento mi función como trabajador social seria facilitarles un alojamiento temporal y cubrir sus necesidades básicas, especialmente por la presencia de menores, es decir, tener algo que comer, un lugar donde asearse, un espacio donde jugar y un techo bajo el que dormir, pero hoy, como ayer, esta todo completa, no hay ninguna plaza libre. De producirse esta situación debo decirles que se marchen y duerman en la calle ¿Te acuerdas de esa reclamación que pusiste en esa tienda porque no te daban lo que creías que era justo?

Se me ha olvidado decirte que cuando anoté los datos de sus pasaportes, vi que la menor de sus hijas, cumplía 5 años. Si fuera doctor y esta familia hubieran venido por un dolor en una pierna, les habría auscultado y recetado una medicación, pero vinieron pidiendo un lugar donde dormir junto a un dolor emocional que no pude aliviar, no denunciable ante un juzgado por negligencia social a los responsables de esta escasez de recursos, como el que denuncia por una mala praxis en quirófano, pero no somos conscientes que esta situación también es una urgencia vital, irreparable, y que deja cicatriz en el corazón.

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