La actriz marroquí que causa furor en Fuenlabrada
Dunia Boutazout, una celebridad en Marruecos, viaja por toda Europa actuando para inmigrantes
La actriz Dunia Boutazout, una estrella de la televisión marroquí que causa furor entre los inmigrantes que ven sus series a través de antenas parabólicas que cuelgan de los balcones, se maquilla entre bambalinas mientras se ajusta un vestido y un pañuelo rojo. En la puerta del modesto teatro, un centenar de mujeres con velo y trajes largos con lentejuelas hacen cola dos horas antes de que empiece la función, pese a que en la calle hace un calor de espanto.
—No importa, ¡la adoramos!
Boutazout tiene que caminar con escolta policial en las ciudades con más población de Marruecos pero en Fuenlabrada, donde actuó el miércoles, nadie parece haberse enterado de que una celebridad pasea por sus calles. Salvo los 35.000 marroquíes que viven en la ciudad, que la tratan como a Cleopatra.
Boutazout alcanzó la fama en su país con una serie de mucho éxito emitida durante el Ramadán de hace unos años, una época de ayuno y celebración en el que las familias pasan mucho tiempo juntas. Después ha ido apuntalando su carrera con películas como Tachira, donde interpreta el papel de una mujer atormentada por los celos.
Yasmine Madkouri, una fan de 29 años, explica el argumento: "Va de una mujer super- mega-celosa. Su marido, guapo aunque no mujeriego, está harto de que su obsesión mate la relación. Un día, él deja un calcetín debajo de la cama y ella lo encuentra. Se enfada mogollón. La mujer empieza a probar el calcetín en los pies de sus vecinas para tratar de encontrar a la amante. ¿Como Cenicienta? Sí, parecido. Ve las cámaras de videovigilancia de una lencería. Al final da con una a la que le encaja. Ata a su marido y a la vecina con cuerda en unas sillas del salón hasta que le convencen de que todo es una broma, solo la estaban poniendo a prueba. En una maleta puede encontrar el otro par que lo demuestra. ¿La moraleja? Los celos son una tontería".
Hoy hará teatro. Es la primera representación de una gira por Europa patrocinada por el Gobierno de Marruecos, que quiere mantener los vínculos de los inmigrantes con su país de origen. Mañana volará a Venecia, donde actuará antes de irse a Bérgamo. La obra que lleva a cuestas estos días es una adaptación al árabe de La casa de Bernarda Alba, de Federico García Lorca, pero con un último acto de opereta: Bernarda y sus hijas se enamoran del mismo hombre, el primero que ha entrado en casa en dos décadas, y despliegan todos sus encantos para conquistarlo.
El giro final es de culebrón venezolano, o más bien de la vida privada de Woody Allen. El chico resulta ser un hijo oculto del marido muerto de Bernarda. La sombra del incesto sobrevuela la sala pero las espectadoras se quitan de encima la incomodidad de un plumazo y acaban riendo a carcajadas.
La función la organizó la asociación marroquí Amec. Las entradas valían cinco euros. En ella actúa otra actriz conocida, Zhour Slimani, que lleva ocho años viviendo en Granada con su familia, y dos actores más que vienen de Francia y Bélgica.
Sana Ben Keddar, una maquilladora artística de 26 años que acaba de ser madre, dice que le gusta la obra de Boutazout porque tiene un toque "liberal dentro de lo que es Marruecos". Dice que el país de origen de sus padres ha cambiado mucho en los últimos años, que las mujeres han ganado algunos espacios de libertad que hace poco habría resultado imposible. Aún así, cree que todavía queda mucho por andar. "En España vemos lo de La Manada y otros sucesos y hace mucho ruido y las mujeres tenemos que quejarnos pero después puedes ir por la calle sin problema. En España vivo tan tranquilamente", dice Ben Keddar."España es más open mind. Marruecos va más lento. Mis padres llevan aquí muchos años y han estudiado, gracias a Dios, y tienen una actitud más moderna. Nuestra vida es nuestra y no de los hombres", añade Soukaina, un joven de 27 años.
Las obras de Boutazout, aunque con un tono cómico e infantiloide a veces, desliza estos mensajes liberadores que han encontrado resistencia en la zona más conservadoras del norte de su país. Las fans que querían verla en vivo aguantaron el calor seco de Fuenlabrada estoicamente.
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