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Richard Learoyd y sus fotos que miran a la pintura sin complejos

El artista expone en la Fundación Mapfre de Barcelona sus hiperrealistas e impactantes imágenes creadas con cámara oscura

José Ángel Montañés
Richard Learoyd explicando una de sus enormes fotografías en la exposición de Barcelona.
Richard Learoyd explicando una de sus enormes fotografías en la exposición de Barcelona.Carles Ribas

Arquitectura, escultura y pintura encabezan el ranking de las artes, desde que Hegel, en el siglo XIX, estableciera un orden —en el que seguía música, literaria y teatro—, que se ha mantenido hasta hoy añadiendo otras nuevas que el dialéctico no conoció, como cine, cómic y videojuegos. El octavo puesto de esta lista es para la fotografía que algunos detractores todavía le niegan por considerar que la máquina lo hace todo. Pero hay imágenes apabullantes, que acaban con cualquier polémica sobre la validez artística de la fotografía. Como las creadas desde 2003 por Richard Learoyd (Nelson, Reino Unido, 1966) a partir de una cámara oscura del tamaño de una habitación que creó para fotografíar su colección de meteoritos con la intención de crear imágenes que invitaran a meditar.

De ahí pasó a hacer lo mismo con familiares y amigos y, con una nueva cámara más ligera, salió a la calle, creando siempre enormes y artesanales imágenes únicas, por no existir negativos, pese a que Learoyd no renuncia a ópticas potentes que permiten mostrar con nitidez cada pestaña y cada poro de un rostro. El resultado son unas imágenes impactantes y misteriosas que invitan a meditar, como quería con sus meteoritos y que consiguen que la fotografía mire a la cara y sin complejos a la pintura.

'Cabeza de caballo' realizada, a la manera de Fidias, por Learoyd en 2012.
'Cabeza de caballo' realizada, a la manera de Fidias, por Learoyd en 2012.

Medio centenar de estas imágenes sosegadas y tranquilas, pero también cargadas de una “violencia latente más que explícita”, como reconoce el autor, transmitida en retratos de personajes meditativos e introspectivos, que viven un sufrimiento interior, casi siempre mujeres jóvenes, inmaculadas y vestidas de forma atemporal. También a través de hombres que no dejan ver su cara pero si sus enormes tatuajes; animales muertos como cisnes, liebres y calamares colgados de hilos y, más sutiles, flores marchitándose y ramas de árboles recién cortadas con la fruta comida por los pájaros, además de coches estrellados y calcinados y volcanes inactivos pero que seguro crearon destrucción y muerte.

La mayoría de sus personajes no miran a la cámara, por el deseo de “prolongar la experiencia de la mirada y crear un espacio para la intimidad y la comprensión”, según el artista. “No es fácil reunir estas obras. Hacía 10 años que no veía algunas de ellas”, explicaba el propio Learoyd durante el recorrido por esta exposición con obras repartidas en museos y colecciones de medio mundo y que repasan 15 años de su trabajo. La muestra, comisariada por Sandra S. Phillips —conservadora emérita de fotografía del San Francisco Museum of Modern Art— para la Fundación Mapfre de Barcelona (hasta el 9 de septiembre) es la más completa que se ha dedicado en España. En septiembre se verá en La Haya y en el enero próximo en Madrid. “Es un artista radical, pero con vínculos claros con la historia del arte”, explicó Phillips que alabó la “sensibilidad y seriedad de su trabajo que lo iguala con los grandes maestros de la pintura”.

'A la manera de Ingres', 2011, de Learoyd (Cortesía del artista y Fraenkel Gallery, San Francisco).
'A la manera de Ingres', 2011, de Learoyd (Cortesía del artista y Fraenkel Gallery, San Francisco).
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En 2010, Learoyd retrató a un hombre desnudo, la única forma de mostrar el espectacular pulpo tatuado que recorre el costado de su cuerpo, una imagen que trae a la memoria la clásica escultura de Laocoonte y sus hijos. Es lo mismo que ocurre con Nude Model Grid (2017), una joven que nos recuerda a la Venus de Boticelli que acaba de nacer, mientras que la impactante Cabeza de caballo (2012), recién cortada y chorreando todavía sangre, remite a las obras clásicas de Fidias para el Partenón y la no menos impactante Julie vertical (2012) estudio perfecto de capas de carne, volumen y peso simétrico nos remite a las mujeres obesas que pintó Lucian Freud. Además, sus naturalezas muertes hacen pensar a las escenas de caza pintada en los siglos XVIII y XIX, tal y como destaca la comisaria en el magnífico catálogo que se ha editado: “en este caso las piezas no son fruto de la caza sino objetos de contemplación, recuerdos de la fragilidad de la vida representados con admiración por su extraña belleza”.

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Sobre la firma

José Ángel Montañés
Redactor de Cultura de EL PAÍS en Cataluña, donde hace el seguimiento de los temas de Arte y Patrimonio. Es licenciado en Prehistoria e Historia Antigua y diplomado en Restauración de Bienes Culturales y autor de libros como 'El niño secreto de los Dalí', publicado en 2020.

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