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De fastos, dolores y rebeldías

La Real Filharmonía de Galicia cierra su temporada con un programa de música inglesa lleno de coherencia y sentido social

La Real Filharmonía de Galicia, dirigida por Paul Daniel, ha celebrado el último concierto de abono de la temporada 2018 – 2019 en su sede del Auditorio de Galicia (Santiago de Compostela). bajo el título general Pompa y revolución. El programa, que se repitió en el Auditorio de Ferrol el jueves 30, totalmente compuesto por música inglesa, estaba compuesto por las siguientes obras: Pompa y circunstancia: marcha nº 1 en re mayor, op. 38 de Edward Elgar (1857 - 1934); La balada de la cárcel de Reading, de Jonathan Rathbone (n. 1957); Marcha de las mujeres (himno del movimiento sufragista femanino), de Ethel Smyth (1858 -1944), y las Variaciones Enigma, op 36 del propio Elgar.

El programa, como ya nos tiene acostumbrados Daniel, fue de una gran coherencia a la que en esta ocasión se añadió el sentido de lucha social. Que no es otro el origen de las obras segunda y tercera del programa: la balada nace del contenido de un poema de Wilde escrito en prisión mientras cumplía condena por su homosexualidad; la marcha, también creada en una cárcel, era cantada en el patio de la prisión por las presas sufragistas mientras su autora las dirigía desde su celda.

Las obras programadas forman así un gran arco, iniciado y finalizado con esa peculiar grandeza que pocos como Elgar han sabido plasmar en música. Pues si es notable la de la marcha nº 1 no le va a la zaga la contenida en la variación final “E.D.U” de las Enigma, una de sus obras más justamente reconocidas por su calidad y riqueza de matices y caracteres.

Estos fueron trasladados a sonido con la especial maestría de Daniel en este repertorio y la reconocida calidad sonora e interpretativa de la orquesta gallega. La serenidad del tema inicial se transmutó durante las variaciones en vivacidad, ironía, serenidad o el hermosísimo sentimiento expresado por Vicente López en la Romanza. Destacaron también los solos del chelo de Plamen Velev y de la viola de Tilmann Kircher.

Entre ambas obras, el dolor oscuro de la Balada de Rathbone, con fidelísimo reflejo en el sonido de la Real Filharmonía y la narración de Luis Iglesia. Ambos pusieron un toque de amarga emoción por su interpretación, sin que algún fallo sin mayor trascendencia del sonido amplificado pudiera empañarla.

Y las que, literalmente, pusieron los pelos de punta fueron las componentes del coro femenino del Orfeón Terra A Nosa con su entrada en el patio de butacas del Auditorio de Ferrol, en fila de a dos y cogidas de la mano mientras entonaban la marcha de las mujeres de Smyth. La individualización de las voces por la cercanía fue como la viva imagen de cómo la unidad del grupo surge de la suma de las individualidades de sus componentes. Su llegada al escenario y sus movimientos –puños y panfleto del texto en alto- fueron esa especie de interruptor de la justa emoción nacida de una idea que solamente hoy, más de un siglo después, empieza a tomar el lugar que realmente le corresponde en el mundo.

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