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Los reyes del metal no se oxidan

Metallica impuso su sonido y personalidad en una gélida noche olímpica

James Hetfield, líder de Metallica, durante el concierto que ofreció en Barcelona.
James Hetfield, líder de Metallica, durante el concierto que ofreció en Barcelona.Carles Ribas (EL PAÍS)

Más que una cerveza apetecía un café caliente o un té, bebidas en principio poco rockeras. La primavera, ya se sabe, es voluble, y en la noche del domingo regaló un fastidioso vientecillo fresquete que en el Estadio Olímpico movía las melenas de los 52.000 aficionados que se congregaron para seguir la actuación de Metallica. Bien, lo de las melenas es ya un tópico, dado que ser amante del metal hoy en día no requiere pelos largos, amén de que la media de edad del concierto tampoco permitía muchas alegrías capilares. Pero el caso es que todo el público de negro riguroso, en eso no hay mutaciones, se entregó a la descarga metalera del cuarteto de California en un concierto que más que nunca hizo la guerra al frío. El rock fue, en el Olímpico, mejor que una estufa. O casi.

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Comenzó la noche con imágenes de El bueno, el feo y el malo y música de Ennio Morricone, para dar paso a Hardwired, banderín de salida del repertorio. El sonido ya no mostraba la presencia y pegada deseables, quizás el viento ayudó a disiparlo, pero la contundencia física del cuarteto en escena ayudó a situar la actuación en un plano físico. Este hecho y la emoción del respetable, feliz en el reencuentro con la gran referencia del thrash metal, una banda que ha remachado décadas con canciones tan exitosas como sólidas y agresivas, sacudieron el estadio entero. Sonaba The Memory Remains y Metallica ya habían ganado la partida. Era la segunda canción. Ni Julio César en Zela.

A partir de aquí el grupo desplegó un repertorio en el que las piezas de su último disco no colonizaron el cancionero, más que nada orientado a recuperar parte de la memoria de los fans por medio de grandes éxitos. Probablemente para no aburrirse hasta de sí mismos, Metallica introduce algunos cambios en el programa de ciudad en ciudad, de suerte que en Barcelona sonaron cuatro temas distintos de Madrid (Ride The Lightning, The Thing That Should Not Be, Fade To Black y Frantic), manteniéndose la columna vertebral que explotó en la parte final del concierto, donde se agolparon todos los grandes éxitos mientras las pantallas ofrecían imágenes que no buscaban complacencia o, mejor dicho la buscaban en clave metalera: muerte, miedo, guerra y desasosiego. Una delicia sazonada con fuego, muy de agradecer dado el frío que hacía, y pirotecnia reservada para el apoteósico final de Enter Sandman. Simple, sencillo y efectivo.

A todo esto, el escenario, descomunal como procede en el Olímpico, sirvió fundamentalmente para engrandecer las figuras de los cuatro músicos, auténticos náufragos aislados por aquella cantidad industrial de metros cuadrados, húmedo sueño inmobiliario. Por ello el elemento central de la escenografía fueron unas pantallas tamaño aeropuerto que en buena medida no servían tanto para ofrecer proyecciones imaginativas como la imagen de los cuatro músicos, centro y sentido de todo, esforzados obreros del metal apabullando con dobles bombos y guitarras aceleradas. El público, todo y que no se desgañitaba entre tema y tema, no perdió el hilo del concierto, aportando su particular trabajo instrumental al tararear el solo de guitarra de Master Of Puppets, lo que recordó las parodias de Gigatrón en su particular versión de The Final Countdown de Europe. Y hablando de parodias, es de agradecer que Metallica homenajee en cada ciudad a un músico allí popular, pero probablemente Peret se revolvió en la tumba al escuchar “El muerto vivo” que perpetraron Robert Trujillo al bajo y Kirk Hammet en la guitarra, antesala de un solo de Trujillo en el que bien parecía estaba optando a un puesto en la orquesta del Circo del Sol. No lo necesita, Metallica atraviesa uno de los mejores momentos de su carrera, tal y como demostró calentando un gélido estadio al que puso a sus pies. De momento Metallica no se oxida.

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