Buscarse la vida tras el sueldo público
Políticos que han dejado su carrera institucional reflexionan sobre el vértigo de volver a la actividad privada a la puerta de las elecciones
Verano de 2015. José Manuel López, entonces portavoz de Podemos en la Asamblea de Madrid, habla con tres diputados de su partido. Ninguno ha cumplido los 30. Acaban de entrar en la política institucional. Van a cobrar 2.200 euros al mes de media, por la rebaja que se autoimponen los diputados de la formación de Pablo Iglesias sobre el sueldo de los demás (que supera los 3.000 al mes divididos en 14 pagas). Les ofrecen tarjeta de taxi, ordenador, un seguro de vida… Y López les recomienda que no se adocenen: “No os enganchéis, que igual cuando salgáis de la política no tenéis nada. Tenéis que seguir formándoos para no estar después como si acabarais de terminar la carrera”. Cuatro años después, López y alguno de esos diputados buscan trabajo. Ocurre también con concejales de todos los partidos en la capital. Los primeros no tienen paro. Los segundos, sí. A todos les une lo mismo: el vértigo de volver a echar currículos, la posibilidad de ser becario con los 40 años cumplidos, o la oportunidad de apostar por sus pasiones tras pasar por la política.
Percival Manglano ha sido consejero de Economía de la Comunidad de Madrid y concejal en el Ayuntamiento. Después de 15 años en política, lo deja todo para ser becario, con 46 años, una hija y otra en camino. En 2014, cuando trabajaba en la Unesco en París, empezó a estudiar Derecho en la UNED y siguió cuando en 2015 se incorporó al Grupo Municipal popular. Ahora estudia en ICADE, cuatro tardes a la semana, el máster obligatorio para colegiarse y ejercer la abogacía. "Desde el principio te piden que busques una empresa para hacer las prácticas obligatorias", cuenta. Él se empezó a poner nervioso al ver que a sus compañeros veinteañeros les llamaban para entrevistas y a él no. Cuando por fin le convocaron a una, le preguntaron si estaba seguro de que quería ser becario a su edad. "La respuesta es tan evidente que no dudé", dice. Vive "con naturalidad" saber que será el más mayor y tendrá jefes más jóvenes. "Una cosa es estudiar Derecho y otra ejercer", señala, y sabe que tiene mucho que aprender.
Manglano asegura que ve la política "más como hacer que estar". "Tienes una misión, la cumples, y no por ello tienes que quedarte", insiste el todavía concejal, que opina que "en España tiene que ser más natural que la gente entre y sobre todo, salga de la política". Como "liberal ejerciente", defiende que "el poder político tiene que ser contenido". Él quiere tener más experiencia en el sector privado. "Me quedan 25 años de vida profesional y es mucho tiempo", señala. Aunque empiece de cero, cree que tiene tiempo para desarrollarse. Es un giro radical a su carrera y reconoce que siente "vértigo", pero cree que hace lo correcto "aunque afecte a las cuentas familiares y haya que abrocharse el cinturón" y cuenta con el apoyo de su esposa. "Es un salto, pero espero que no uno al vacío".
El suyo no es un caso único. Concejales capitalinos y diputados autonómicos que no han entrado en listas (por voluntad propia o ajena) buscan ahora un horizonte profesional. Los ediles lo hacen con la tranquilidad de haber cobrado 5.484,29 euros brutos al mes, 8.297,64 si pertenecían al equipo de Gobierno. Y los representantes regionales, con el colchón que hayan generado a través de los 3.503 euros brutos mensuales que han cobrado a lo largo de la legislatura, más extras que van de los 508,18 a los 1.825,23 euros mensuales en función de sus puestos en los respectivos grupos parlamentarios y comisiones.
Por si acaso, la Mesa de la Asamblea, que regula la vida interna de la Cámara, decidió que los diputados no devolvieran los iPad que se les entregaron a principios de la legislatura. En el Ayuntamiento todavía no han decidido si pueden quedarse los móviles, las tablets y los portátiles que recibieron. El de la Asamblea es un gesto de complicidad en un momento de máxima frialdad. Cuando llega el momento de elaborar las listas electorales, en los partidos nadie conoce a nadie. Es un sálvese quien pueda en el que está en juego la carrera política, pero también el pago del alquiler o la hipoteca.
“Yo lo dejo por decisión propia”, dice Pablo Padilla, que seguramente podría haber encontrado acomodo en las filas del partido de Íñigo Errejón y Manuela Carmena. “Voy a echar una mano en la campaña electoral y luego voy a echar currículos. Lo tengo que actualizar. Como cualquier joven, haré varios: uno más centrado en la formación específica, y otros para curros precarios”, sigue este exdiputado regional que logró sacar tiempo durante su paso por la Asamblea para estudiar un posgrado de agente de igualdad por la UNED. “Vengo de hacer encuestas telefónicas”, recuerda Padilla, de 30 años, que recalca que él seguirá haciendo política, aunque sea fuera de las instituciones. “Me gustaría no tener que volver a hacer eso. Pero no se me caen los anillos. Habrá que ir buscando trabajos. Y lo puedo hacer con tranquilidad, no como cualquier joven: incluso con nuestras limitaciones salariales, por primera vez, como no tengo obligaciones familiares, ni hipoteca, he conseguido ahorrar”.
“Yo doy el paso porque he disfrutado una barbaridad en la política, me ha gustado mucho, pero me ha restado tiempo de mi vocación que es pintar”, explica Anka Moldovan, que cerró la legislatura como diputada del PP y ahora se muda a Asturias, donde ya ha puesto en marcha su sueño de convertir un granero en taller para seguir iluminando lienzos. “Mi tema es el factor humano”, cuenta la exrepresentante, de 43 años. “Por eso el paso por la política me ha enriquecido mucho, por mis compañeros, y por los adversarios, entre los que he hecho amigos. Me llevo mucho bagaje que quiero ver cómo canalizar y expresar”, argumenta. “¿Vértigo? Siempre. Pero también lo tuve cuando tomé la decisión de coger el escaño. Es una aventura todo. Pero ha llegado el momento. Confío en que salga bien. Tengo muchas ganas de pintar. No tengo hipotecas. Tengo libertad para dar este paso”.
Otros, como la concejal Celia Mayer, que no ha entrado en las listas de Más Madrid, se quedarán en paro hasta que dejen su cargo en junio. La edil, de 36 años, aprovechará para descansar unos meses. Y después buscará trabajo en su ámbito, la investigación social. También hay otros representantes que se guardan las espaldas por si la inestabilidad política acaba por afectarles: estudian para opositar si no logran el acta deseada, tan apretadas serán las elecciones de mayo.
López, por su parte, ultima estos días el lanzamiento de su nuevo libro, Microcracia (Clave Intelectual). “Gano aquí, en la política institucional, un 40% menos de lo que ganaba fuera, y vuelvo a un mercado que paga en esos términos”, explica este ingeniero agrónomo, de 52 años. “Nunca me moví por dinero, y saliendo fuera sé que me va a ir mejor en eso”, cuenta para recalcar que su ilusión es seguir en la gestión de lo público, porque, sostiene, España vive un momento clave. “Después de estos años me quiero dedicar a la política pública, a cosas concretas: qué va a pasar con las ciudades, con la energía en las casas, con la movilidad, con el empleo… Si puede ser desde dentro de una Administración, bien. Y si es desde fuera, también. Hay consultorías, organizaciones sociales, varias posibilidades. Una vez sabido que no vas en las listas, la gente te llama. El teléfono sonó desde el primer día”.
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