Europa, no solo una batalla de ideas
Es necesario reforzar los fundamentos de una Europa social que apueste por las políticas de acogida
En los próximos días y semanas vamos a asistir a distintas citas electorales. Elecciones municipales, generales y europeas. El resultado de todas ellas, en distinta medida, aparece como incierto y en ocasiones anticipa algunas dificultades de gobernabilidad. El momento, una vez más, parece marcado por la volatilidad y resulta difícil predecir qué escenarios vamos a encontrar en los distintos niveles.
Ahora bien, a diferencia de un pasado reciente, las elecciones al Parlamento Europeo están recibiendo una mayor atención por parte de la ciudadanía. Este hecho puede explicarse por diversos motivos. En primer lugar hemos de destacar los esfuerzos para evitar la abstención simbolizados en campañas como This time I'm voting, impulsada por la Eurocámara con el apoyo de numerosas organizaciones de la sociedad civil. La experiencia y complejidad del Brexit y el auge de movimientos euroescépticos o directamente eurófobos generan mucha preocupación e invocan fantasmas del pasado que, probablemente de manera ilusa, creíamos superados.
El próximo 26 de mayo tenemos una cita con las urnas para escoger a nuestros representantes europeos y debemos aprovecharla como una oportunidad para frenar el auge de sentimientos xenófobos y excluyentes. El posible crecimiento de partidos que los abanderan resulta inquietante y es más necesario que nunca reforzar los fundamentos de una Europa social que apueste por las políticas de acogida e integración. Más allá de la construcción de una gobernanza multinivel liderada por los organismos comunitarios, es el sueño de esa Europa social lo que está en juego.
Las cuestiones que repercuten directamente en nuestras vidas y en el desarrollo del proyecto colectivo deberían centrar los debates más urgentes, entre los cuales ocupa un lugar destacado el de la desigualdad y la pobreza. Las cifras corroboran una y otra vez el gran desequilibrio que atraviesa nuestras sociedades, y España es uno de los que presenta una polarización más acusada. Según el índice Gini, somos el tercer país más desigual de la Unión Europea tras Rumanía y Macedonia. La concentración de la riqueza deja a un 23,5% de la población de la UE, unos 119 millones de personas en riesgo de pobreza y exclusión (índice AROPE). En España, el indicador asciende hasta el 27,9%, casi 13 millones de personas.
Es evidente que al pilar europeo de derechos sociales firmado en el año 2017 le queda mucho camino por recorrer. Los tres capítulos que hacen referencia a igualdad de oportunidades, empleo y protección social formulan una serie de principios (que no obligaciones vinculantes), acompañadas de un cuadro de mandos y unos indicadores, que con un presupuesto adecuado supondrían importantes avances. Con una mayor concreción y coordinación con las distintas estrategias existentes puede ser una vía para impulsar unas políticas sociales distintas, orientadas a garantizar el cumplimiento de derechos y el acceso universal a los servicios.
La batalla de las ideas no es una batalla teórica, sino una confrontación cuyo desenlace comportará efectos en la vida de las personas. Europa se juega muchos frentes en ese contexto: la Europa acogedora, la Europa diversa, la Europa inclusiva, la Europa feminista, la Europa sostenible... La Europa de la ciudadanía i la justicia social, en definitiva.
Sonia Fuertes es presidenta de Entitats Catalanes d'Acció Social (ECAS).
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