La Universidad de Barcelona impulsa un Campus de les Arts en el recinto fabril de Can Ricart
Será el tercer proyecto que se plantea para unas naves protegidas que se están desmoronando en medio del Poblenou
Barcelona tiene unas viejas naves industriales al lado del parque central del Poblenou que la Generalitat protegió en 2007 como Bien Cultural de Interés Nacional (BCIN) que llevan 12 años abandonadas. Hasta ahora, todo los proyectos que se han planteado en lo que fue el conjunto fabril de Can Ricart del siglo XIX –y que ha llegado a nuestros días casi de milagro– han sido no natos: primero la Casa de las Llengües que impulsó el tripartito en 2009 y, seis años después, la Universidad de Barcelona y el Ayuntamiento firmaron un convenio según el cual el recinto acogería el Parque de las Humanidades y Ciencias sociales. No pasó de ser un esbozo. Ahora, la misma universidad impulsa el Campus de les Arts, una propuesta que ya tiene forma de anteproyecto aprobado por el Ayuntamiento de Barcelona el pasado mes de marzo.
El nuevo campus se ha proyectado en 6.800 metros cuadrados del recinto de Can Ricart repartido en varias naves que acogerán la especialización en investigación y formaciones artísticas. El centro cuenta con el apoyo de la Generalitat y el Ayuntamiento de Barcelona y en el proyecto se han implicado cerca de una veintena de instituciones y entidades de educación superior de Cataluña. Tan dispares como la Facultad de Bellas Artes de la propia UB, Elisava (UPF), la ESMUC (Escola Superior de Música de Catalunya ), la escola Massana (UAB), el Taller de Musics, la Escola Superior d’art dramàtic Eolia o la ESCAC (Escuela Superior de Cinema i Audiovisuals de Catalunya).
El proyecto lo lidera la UB y las escuelas superiores colaborarán sin dejar de impartir los grados y estudios en cada uno de ellos. “Se ha planteado como un punto de unión interdisciplinario en el que se puedan cursar másters o segundos ciclos que puedan conectar diferentes disciplinas, como el teatro y la danza o la música y el cine”, explica Salvador García, vicerrector de la UB. Una iniciativa que recogía una idea que expuso el CoNCA en un informe sobre el estado de la formación artística en Cataluña.
Entre el campus de Humanidades que inicialmente proyectó la UB en 2015 y el actual de Artes se ha producido un cambio de rector, salió Didac Ramírez y lo sustituyó Joan Elias, también una relectura del programa de estudios más adecuado y una búsqueda de financiación para afrontar los 14 millones de euros que supondrá: “La universidad no tiene recursos propios para hacerlo pero sí que nos toca buscarlos”, apunta el vicerrector. Reconoce que no tienen ese capítulo del todo cerrado y que, por ahora, cuentan con el compromiso de fondos procedentes del 1,5% que destina el Ministerio de Fomento a proyectos culturales y otros recursos procedentes de programas de la UE.
El anteproyecto arquitectónico de la intervención prevista en las naves se ha realizado y el rector da por seguro que las obras se iniciarán el año próximo. En 2020 finiquita precisamente el plazo que estipuló el Ayuntamiento en el convenio de cesión de las naves de Can Ricart por 50 años. La contrapartida pública es la urbanización de todo el complejo, de sus calles y pequeñas plazas. Algo que tampoco ha pasado.
Según el anteproyecto ya aprobado, las naves de Can Ricart acogerán aulas, un auditorio, espacios de investigación y creación, también áreas de laboratorios audiovisuales y platós, además de despachos y otras zonas comunes. Las naves en forma de T se rehabilitarán por completo y los espacios se distribuirán en las plantas bajas, primera y cubierta. Se recuperará la torre del reloj que es el elemento más singular del conjunto así como el puente que conectaba una de las naves con las que ocupa el Centro de Producción Hangar, único vecino de Can Ricart desde hace más de dos décadas. La fachada del conjunto se asemejará la composición y el aspecto de lo que fue Can Ricart utilizando pigmentos originales y mezclas con arena fina. Se recuperarán las ventanas del frente principal y se conservará el carácter industrial.
Una intervención urgente
Can Ricart se construyó como recinto fabril en 1853 y fue fábrica de estampados. En su última etapa acogió pequeños talleres hasta que fueron desalojados con la aprobación de una plan por el Ayuntamiento de Barcelona cuando diseñaba el 22@ que estuvo a punto de suponer la piqueta del complejo de naves para reconvertirse en edificios de oficinas y pisos. En 2006, la movilización vecinal y la sucesión de incidentes –se declararon varios incendios- finalmente provocó que el consistorio modificara el plan urbanístico de esa gran manzana junto al parque central y Can Ricart salió indultado. Poco después, la Generalitat blindó las naves protegiéndolas. Una protección patrimonial que no le ha librado de un deterioro imparable que va más allá del perímetro estricto ya que en los solares colindantes se han producido asentamientos incontrolados en los que la basura se ha amontonado.
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