Beneficia más a quien la conduce

Desengañémonos, el beneficio de la moto recae principalmente sobre sus usuarios, que tardan poco y aparcan gratis. Pero el resto de la sociedad también contribuye a esta servidumbre, ya sea sacrificando espacios públicos de los peatones o soportando su contaminación ambiental y acústica, para el caso de las no eléctricas. Tampoco debemos silenciar que viajar en moto es mucho más arriesgado que hacerlo en cualquier otro medio de transporte. Incluso en Barcelona, la ciudad con más motos de Europa, el transporte público satisface 5 veces más demanda de movilidad que las dos ruedas motorizadas: 2.369.000 desplazamientos diarios en metro, bus, tren y tranvía frente a los 1.086 millones del coche y 450.000 de la moto.

A juzgar por la evolución de las velocidades medias y la intensidad del tráfico en las principales vías de Barcelona, tampoco se puede concluir que la moto aporte fluidez a las carreteras. La moto ha permitido mantener el peso de la movilidad privada en algunas ciudades al compactar más la circulación privada. Esto puede ser un inconveniente en ciudades muy densas con el espacio público escaso. Además, ir a transporte público reduce de forma limpia la congestión con las mejores ratios de seguridad para las personas y bajo el principio de equidad social, no es preciso disponer de carné de conducir ni vehículo propio. Desde los años 80 las grandes ciudades empezaron a recuperar las aceras para los peatones, pero ahora estamos perdiendo esos espacios por la permisividad con el aparcamiento de motos. Como el coche, la moto debe tener un aparcamiento delimitado en pintura y en algunos casos de pago.

La moto, así como la bicicleta eléctrica y convencional, son parte de la solución al problema de la congestión si avanzamos en seguridad, civismo y reducción de emisiones y ruidos; y pueden ser un buen aliado del transporte público con la nueva cultura del vehículo compartido.

Ricard Riol, presidente de la Asociación para la Promoción del Transporte Público.