La gran celebración de Pedro Almodóvar
El director festejó con un espectáculo para amigos el estreno de 'Dolor y gloria' en la misma sala donde debutó como actor
Debutó como actor sobre ese escenario. Pedro Almodóvar tenía el papel más pequeño de la obra, pero disfrutaba cada noche en el Teatro Eslava como si fuese la última. Era un veinteañero voraz que no imaginaba que se convertiría en un autor respetado en todo el mundo. "Debuté aquí con Las manos sucias, de Jean-Paul Sartre, dirigido por José Luis Alonso, que era un gran director de actores", recordaba el día antes del estreno de Dolor y gloria, que llega a los cines el 22 de marzo. Eran los 70 y él trabajaba en Telefónica. "Aquí fue mi primer encuentro con Carmen Maura, que era la protagonista. Fue un flechazo total".
Un lugar al que ha vuelto incontables veces, cargado de pasado, idóneo para celebrar el estreno de su película más autobiográfica. Dolor y gloria es pura catarsis. Salvador Mallo, su alter ego, va mucho más allá que otros personajes de su filmografía. En el ensayo general del espectáculo, en la actual Joy Eslava, Pedro Almodóvar controlaba hasta el mínimo detalle, como en sus películas. Dirige absolutamente todo: cada movimiento, cada gesto. Preciso y meticuloso, daba instrucciones a sus artistas y al equipo técnico. Un show de pase único solo para invitados. Dos semanas de preparación para que todo saliese como él tenía en la cabeza. "De Sartre a esto. Fíjate para lo que he quedado", bromeaba.
Una larguísima ovación con todo el público en pie emocionaba al reparto y al cineasta tras acabar la película en su estreno mundial en el Cine Capitol de la Gran Vía el miércoles por la noche. "Ha sido maravilloso. He visto muchos ojos húmedos", concedía después en el teatro que compró Luis Escobar, donde actuaron tantas estrellas de diverso fulgor. Allí también celebró la fiesta de Átame. Treinta años después, volvía a compartir la noche con personas que ya estuvieron entonces.
"Estoy muy tocada, conmovida, pero Pedro me ha pedido que os acompañara y aquí estoy", decía a modo de bienvenida La Terremoto de Alcorcón, a la que interpreta Pepa Charro, vestida por José Jimenez La Patines. No podía ser otra quien oficiase como maestra de ceremonias. Ya ejerció como tal en las celebraciones de Volver y Los amantes pasajeros en Madrid y de La mala educación y Julieta en Cannes.
Leonor Watling era la primera en cantar. La protagonista de Hable con ella, por la que Pedro Almodóvar ganó el Oscar al mejor guión original y fue nominado como mejor director, emocionaba a la abarrotada sala con Currucucú, que en la película cantaba Caetano Veloso. Acompañada con la guitarra de Javi Peña, a la cantante y letrista de Marlango se unía a mitad de canción Asier Etxeandia arropado por un grupo de mariachis. Con el público completamente entregado, la pareja interpretaba inmediatamente después Soy infeliz, que con la voz de Lola Beltrán se escuchaba en los títulos de crédito iniciales de Mujeres al borde de un ataque de nervios.
"Madrid es una ciudad peligrosa. Sin ir más lejos, en el sitio al que vamos esta noche hace unos meses mataron a un travesti". La Terremoto de Alcorcón reproducía parte de un diálogo de Tacones lejanos antes de que Hugo Silva apareciese cual Femme Letal. Luciendo un minivestido rojo de lentejuelas, con los mismos guantes largos y similar moño rubio, hizo el playback de Un año de amor, que universalizó la película con la voz de Luz Casal.
Blanca Li era la siguiente artista invitada. Condecorada con la Legión de Honor y la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes, la bailarina y coreógrafa volvía a Madrid meses después de triunfar con Solstice en los Teatros del Canal. Vestida por Jean Paul Gaultier, se movía al ritmo de otra letra imprescindible en la filmografía de Pedro Almodóvar: Piensa en mí. En lugar de las versiones de Chavela Vargas o Luz Casal, el director eligió para el espectáculo la danzona de Toña La Negra.
"Agarrarse los machos porque lo que viene ahora es muy fuerte", anunciaba la conductora. Y al son de Lo dudo de Los Panchos aparecían Miguel Ángel Silvestre y Álex González guitarritas en mano, luciendo ceñidos trajes de chaqueta. Su flirteo a medida que avanzaba la canción fue creciendo hasta acabar besándose. El bolero sonaba al final de La ley del deseo, cuando Antonio Banderas y Eusebio Poncela como Pablo Quintero, otro personaje con ecos del cineasta, se abrazaban en la cama.
De playback a playback. Mariola Fuentes se convertía en Lola Flores cantando A tu vera. Su asombroso parecido físico ayudaba a crear la ilusión de que La Faraona estaba sobre el escenario. Tras la copla que tararean Rosalía y Penélope Cruz a la orilla del río al inicio de Dolor y gloria, La Terremoto de Alcorcón salía con un nuevo look del mismo diseñador mallorquín, que fue patinador profesional. Un vestido cobre con plumas para Puro teatro, con la voz de La Lupe, con la que acababa Mujeres al borde de un ataque de nervios.
Euforia colectiva
Raúl Arévalo volvía a ponerse el uniforme de azafato diseñado por Davidelfin y recuperaba la icónica coreografía de Blanca Li para Los amantes pasajeros. Totalmente entregado al número, con una arrebatadora vis cómica, su transformación era apoyada por Leonor y Asier completando un trío desatado con I'm so excited, de las Pointer Sisters. Etxeandia, que interpreta en Dolor y gloria a un actor con el que el director dejó de hablarse, volvía a cantar. Vestido por Ana Locking, unía Pavo real y La vida es un carnaval. Dos canciones de su repertorio que no están en ninguna película del manchego, distinguido hace unos meses como hijo predilecto de Madrid.
Con todos los artistas participantes bailando juntos una coreografía inédita con aportaciones del propio Pedro Almodóvar, parecía que acababa el espectáculo, pero aún faltaba la última canción. La Terremoto de Alcorcón volvía a coger el micrófono y preguntaba "¿Queréis un bis? ¿Queréis resistir?", a lo que añadía "Pues nos falta alguien". Y entonces, reclamado y aclamado por todos, aparecía el artífice de la noche. "Qué barbaridad estos chicos", decía al salir, alabando su trabajo.
Y llegó Resistiré, que canturreaban Loles León y Antonio Banderas en Átame. Los dos salían al escenario para entonarla junto al director, el elenco de la noche y todo el público. Una pantalla con la letra sobreimpresa facilitaba el karaoke. Euforia colectiva.
La noche se alargaba con Las Juanettes en la cabina mientras en los camerinos los abrazos, besos y brindis se sucedían. Mujeres a las que Pedro Almodóvar cambió sus vidas, como Rossy de Palma o Elena Anaya, festejaban junto a Nora Navas, la última en incorporarse al selecto club de actrices dirigidas por él, compartiendo impresiones y felicidad con Alberto Iglesias, Jorge Drexler, Jordi Évole, Gustavo Salmerón o J.A. Bayona, que felicitaron al cineasta, así como con personas imprescindibles en su día a día, como Esther García, Lola García, Javier Giner, Covadonga R. Gamboa, Bárbara Peiró y Osama Chami. Al igual que en el sueño al que alude la letra de Come sinfonía, que Mina canta en Dolor y gloria, un halo de irrealidad acompañó a una noche irrepetible.
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