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“Me gustan los coches porque me gusta lo que entiendo”

Roberto Hernán está al mando de una empresa familiar de electricidad pero lo que más le interesa es desentrañar el interior de vehículos antiguos y arreglarlos. Participa también en el Panda Raid

Roberto Hernán, sobre el Fiat Panda con el que va ha correr el Panda Raid.
Roberto Hernán, sobre el Fiat Panda con el que va ha correr el Panda Raid. LUIS SEVILLANO
Berta Ferrero

Roberto Hernán, de 46 años, vive para su hobby. Al mando de una Pyme familiar de electricidad, Cayan, lo que en realidad le apasiona es abrir los motores de vehículos antiguos y entenderlos para que vuelvan a funcionar. Recibe unas 100 llamadas diarias relacionadas con su trabajo y consigue relajarse cuando se encierra en el garaje de sus padres a ensuciarse las manos. La grasa, los filtros, el aceite. Música para sus oídos. Su pasión: desmontar, entender el funcionamiento, arreglar lo que falla y volver a montar. Eso es lo que le ha llevado a participar por segundo año en el Panda Raid, que arrancó el viernes y se extiende durante siete etapas por Marruecos hasta el sábado.

¿Eres de los que pierdes el mapa y por eso lo has tatuado?

Este año decidí ponérmelo en el capó del coche, es verdad. Es una pegatina, me lo hice en una tienda y está en el capó delantero, así voy marcando las etapas de un día para otro. En las verificaciones técnicas una de las cosas que te piden es un mapa, y pensé en lugar de llevarlo en la mano, lo pongo en el capó. Así sé dónde está siempre. He viajado muchas veces con él en la mano y al final hay que tirarlo de tanto usarlo.

¿Qué hace especial el Panda Raid?

Es un rally amateur solo de Fiat Pandas antiguos, pueden ser de hasta el año 2003. Y va desde Madrid hasta Marrakech. En Madrid hacen las verificaciones técnicas de los participantes del norte de España para arriba, y la gente de la zona sur bajan a Motril. El viernes la gente sale del Jarama y llegan a Motril para al día siguiente embarcar. Yo, como el día de antes estoy en Murcia por trabajo, tengo las verificaciones en Motril, desde allí entramos por Nador y son seis etapas. Madrid-Motril y Motril-Nador no las cuento, cuento a partir del domingo, que son las oficiales, las cronometradas. Es un rally de regularidad, no de correr. Y es muy divertido.

¿La experiencia fue tan buena hace un año como para repetir?

Quedé muy mal. Tuve dos penalizaciones por llegar tarde. A ti te dan ocho horas para hacer el recorrido, y yo llegué a las ocho horas y diez minutos: 500 puntos menos. Te quitan puntos tanto por llegar tarde como por llegar antes, porque tienes que llegar a la hora, en punto. Me quedé parado ayudando a un amigo, que se había roto el amortiguador. Y luego me pasé un check point, así que otros 500 puntos menos. Luego tu sabes que hay radares, pero no sabes dónde. Si te ponen que tienes que ir a 40 y vas a 45, otros 500 puntos que te quitan… A mí me quitaron 1.000 puntos en total. Tampoco está tan mal...

Pero lo cuenta con pena...

El rally lo hago por hobby y afición, pero cuanto más adelante quede, mejor. Si quedo el 200, pues no pasa nada, pero si quedo el 20 estaré mucho más contento. No voy por competir, pero lo haré lo mejor posible. Y luego tenemos nuestros piques entre nosotros, tenemos nuestro propio ranking individual… Vamos un amigo y su amigo, mi hermano y mi padre, mi primo y yo, y luego los cántabros, que son dos hermanos que tienen 60 y 62, y el año pasado hicimos una amistad muy buena y nos picamos. Ellos quedaron terceros en el Panda Raid hace tres años y cuando nosotros les ganamos se lo restregamos. Pero es el pique interno entre nosotros.

¿Qué se trae de esa experiencia por el desierto?

Sé lo que llevo, que es ilusión. Además, cuando empezó este rally hace 11 años se llevaba ayuda a escuelas en el sur de Marruecos. Hace dos años eso se acabó, pero te dicen dónde hay una escuela y te dicen dónde puedes llevar lo que tu quieras llevar… Este año el Ayuntamiento de mi pueblo me va dar 200 euros en cuadernos, bolígrafos, camisetas que han sobrado de las fiestas… y las llevo a las escuelas de allí, mientras estén bien y no sea una guarrería lo que llevas, pues bien está.

¿No se ha planteado dedicarse de lleno al mundo de automoción, que es lo que le hace feliz?

Me metí en el mundo de la electricidad por presión familiar, la empresa era de mi padre y mi madre me dijo que alguien tenía que seguir. Yo tengo un hermano al que le saco 10 años y mi madre dijo que el camino estaba allanado por el tema eléctrico y bueno, llevaba razón, lo que pasa es que a mí el olor a gasolina me encanta. A mí me gustaba ir a las obras, meter cables, tirar, conectar… Me gustan los coches, me gustan las cosas que entiendo. El funcionamiento de un motor, por ejemplo, lo tengo que desmontar para ver si es redondo y da vueltas. Y cuando lo veo lo entiendo todo.

Cuando no había centros comerciales

“Ahora los niños van a centros comerciales para pasar el rato, yo me iba a los desguaces”, cuenta Roberto Hernán. Allí aprendió a distinguir una válvula, un cigüeñal, una culata... Después se iba con su padre al Jarama a ver carreras. “Mi diversión, de pequeño, era ir a probar camiones”, añade:

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Sobre la firma

Berta Ferrero
Especializada en temas sociales en la sección de Madrid, hace especial hincapié en Educación o Medio Ambiente. Ha desarrollado la mayor parte de su carrera en EL PAÍS. Es licenciada en Periodismo por la Universidad Cardenal Herrera CEU (Valencia) y Máster de Periodismo de EL PAÍS.

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