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El fado, ampliando sentimientos

Cristina Branco lleva al Teatro Colón de A Coruña un programa en el que el fado muestra toda su fuerza evocadora

Cristina Branco.
Cristina Branco.Xaime Cortizo

La Real Filharmonía de Galicia ha celebrado este viernes, dentro de la programación del Teatro Colón de A Coruña, su segundo concierto de esta temporada en la ciudad. El programa ha estado íntegramente dedicado a fado y canción popular portuguesa. La orquesta gallega, dirigida por Pedro Neves, ha acompañado a la cantante Cristina Branco y un dúo formado por Mário Laginha, piano, y Miguel Amaral, guitarra portuguesa. El jueves se había celebrado el concierto en el abono de la RFG.

Abrió programa la Abertura 2011, composición de Laginha, en la que la Real Filharmonía mostró su ductilidad y buen sonido a las órdenes de Neves. Desde su salida al escenario del Teatro Colón, Cristina Branco mostró a su auditorio al porqué de su popularidad como cantante. O los porqués, pues hay más de una razón detrás de su personal forma de afrontar la canción portuguesa por antonomasia. Branco llegó al fado casi por casualidad. Según comenta la propia cantante “todo comenzó con una broma, una noche de canciones entre amigos”.

Antes, su mundo musical estaba más cerca del jazz y el rock que de Amália Rodrigues. Pero por alguna razón, aquellos fados que oyó a su abuelo de niña afloraron a su memoria aquella “noche de canciones entre amigos” y marcaron su futuro. El disco rara e inédita de la gran dama de la canción portuguesa, regalado por su abuelo, hizo tal vez el resto.

El enfoque de Branco es también raro e inédito, reflejando toda la gama de sentimientos de la sociedad, no solo la “saudade”. Su forma de sentir el fado –declara estar “convencida de que para que la tradición se mantenga hay que evolucionarla”- podrá ser heterodoxa pero el sentimiento que brota de su voz se contagia a quien la escuche sin filtros dogmáticos en el oído ni en el corazón. En su canto hay un acercamiento entre las canciones populares portuguesas y el fado, más por ennoblecimiento de la tensión emocional en aquellas que por laxitud en la forma de sentir este.

Esto le hace obtener un alto nivel de atención y una gran comunicación con quienes la escuchan. Incluso con algunos que entramos al Teatro Colón con un cierto temor a la posible monotonía del programa. La orquesta gallega fue en todo momento un instrumento superior a la responsabilidad exigida por los arreglos de Laginha, seguramente destinados a orquestas más ligeras en todos los sentidos. Su actuación como pianista fue realmente impecable. Por su parte, la guitarra de Amaral puso el punto exacto de color instrumental en sus intervenciones. La calurosa ovación del público del Colón tuvo el premio de dos canciones fuera de programa.

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