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A VISTA DE MÓVIL
Columna
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¡Madrid, Madrid, Madriiiiid!

Cada semana, una foto de Madrid

¿Hay mayor chulería que componer un chotis sin haber pisado el foro? Y si encima, la canción se convierte en bandera porque eres tan avispado que le colocas el nombre de Madrid, pues te mereces una estatua en Lavapiés.

Agustín Lara la tiene y a ella pertenece esta placa en la que Raúl Cancio ha fijado para hoy su objetivo móvil. De ese barrio es además la emperatriz a la que el compositor alude, como sabe muy bien el escritor Jorge F. Hernández, ese otro mexicano madrileño, autor de una novela con dicho título, en la que desmenuza una ensoñación como de zarzuela wagneriana o de holandés errante taurino. A don Agustín le habría entusiasmado: amante de los ruedos él, amigo de Manolete, inscrito junto al ejército revolucionario de Pancho Villa, marcado con una cicatriz en la cara tras una pelea por despecho en un tugurio donde se ganaba la vida al piano antes de que todas las gargantas latinas lo quisieran cantar, empezando por su mujer, la actriz María Félix.

No solo fijó el dardo de su instinto imaginativo en Madrid. También, sin aparecer por ellas y de oídas, compuso canciones para Granada, Valencia, Toledo y Murcia, entre revoleras y pasodobles. A cada una con su propio carácter y estilo, como si hubiera nacido allí. Fue toda una lección contra el papanatismo y el mal de ombligo: ni los más aborígenes hubieran dado en el clavo del sentimiento más local como lo hizo este extranjero que se sentía a distancia como un paisano en todas partes. Olé.

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