La guardería municipal número 100
Barcelona cuenta con una de las mayores redes de ‘escoles bressol’ públicas de Europa
Barcelona ha abierto esta semana la guardería municipal número 100. Está en el barrio de la Sagrera y se llama La Morera. Aparcamiento para carritos de bebé, espacios amplios donde manda la madera, mucha luz, mini todo (mini escaleras, mini mesas, mini lavabos) y ese ruido y buen rollo que da la vida a menos de un metro de altura. La capital catalana puede presumir de ser una de las ciudades europeas con mayor red de guarderías municipales. Suman 8.400 alumnos de cero a tres años, casi mil educadoras y tienen un presupuesto anual de 62 millones. Madrid tiene 57 centros públicos, con 5.370 alumnos.
La realidad exige no ser autocomplacientes y recordar que la oferta municipal de Barcelona solo cubre el 54% de la demanda, o que las profesionales piden al Ayuntamiento menos ratios de alumnos por educadora y más recursos para atender a cada vez más necesidades especiales. Pero existe el consenso sobre que las bressol de Barcelona son uno de los patrimonios de la ciudad. Porque, dicen los expertos, dan valor educativo a una etapa que no es obligatoria pero sí de gran importancia. Además son una herramienta para igualar las oportunidades.
El grueso de la red de 100 guarderías municipales de Barcelona tiene dos procedencias. Una, los centros privados o creados por cooperativas de familias durante la Transición, que fueron absorbidas por el consistorio hasta 1991. Y dos, las construidas por el Ayuntamiento a partir de 2000. Pero, como documenta Montserrat Bastardes en el libro Las guarderías del Ayuntamiento de Barcelona, memoria histórica 1932-2007, el reconocimiento oficial de la etapa educativa desde el nacimiento comenzó durante el periodo republicano, en los años treinta del siglo XX.
De la República viene el nombre de escola bressol, cuando el gobierno consideró por primera vez que “los niños son educables desde que nacen”. Hubo incluso guarderías de guerra en varias fábricas durante la Guerra Civil, que fueron reconocidas en el extranjero. Pero “el franquismo lo ignoró” y a partir de 1939 “el Ayuntamiento perdió muchas instituciones culturales y educativas de la ciudad”.
Los trabajadores piden más recursos para reducir la ratio de niños
El patrimonio educativo de la Segunda República se perdió y regresó la beneficencia, con las llamadas casas cuna y guarderías, recuerda el libro de Bastardes. En 1946 se decretó la conversión de escuelas municipales en estatales, pero en Barcelona no se aplicó porque la etapa 0-3 no se consideró educativa y durante la dictadura el Ayuntamiento creó escuelas en algunos barrios de rentas bajas.
Pasaron las décadas y a finales de los sesenta surgió el movimiento de las escuelas activas, mixtas, laicas, donde se enseñaba en catalán… una respuesta a las escuelas franquistas que facilitó la creación de guarderías con el mismo talante por parte de parroquias, movimientos vecinales o familias. En 1973 las cooperativas se agruparon en la Coordinadora d’Escoles Bressol y a finales de la década de los setenta se creó el Patronato Municipal de Guarderías de Barcelona, que tenía unos 40 centros. Además de absorber la oferta privada, veló por ordenar los criterios educativos y de funcionamiento y homogeneizar la formación de las educadoras, que eran puericultoras, ATS, maestras o asistentes sociales.
El camino, con todo, no ha sido fácil. Hubo huelgas, protestas laborales cuando se eliminó el doble turno de educadoras para abaratar costes… Lo recuerda bien el director de Centros Educativos del Instituto Municipal de Educación, Casimir Macià, que como técnico ha visto pasar a cinco alcaldes. Macià subraya el valor de un servicio que considera “política pública en mayúsculas”. “Las guarderías municipales son un referente de socialización, han exportado mejoras al resto de la red pública de educación”, explica y pone también el valor de los técnicos municipales que, al margen del alcalde de turno, “han conseguido frenar tentaciones [como el intento de privatizar su gestión] y orientar en las mejores decisiones desde la profesionalidad”.
También fue protagonista en el despliegue de la red la exconcejal de Educación del Ayuntamiento Marina Subirats, que ocupó su puesto entre 1999 y 2006 coincidiendo con el alcalde Joan Clos y el primer gran salto cuantitativo de la red de guarderías y el acuerdo con la Generalitat para financiarlas en tres tercios: Govern, Ayuntamiento y familias. “Es una red de muy alta calidad gracias a la fuerte tradición de escolaridad municipal que tiene Barcelona desde el siglo XX”, celebra tras explicar la difícil tarea de localizar espacios para abrir nuevas guarderías.
La actual teniente de alcalde del Ayuntamiento, Laia Ortiz, subraya que la red de bressols municipales “es el principal patrimonio educativo propio de Barcelona, factor de equidad, el primer vínculo de las familias con la ciudad y una masa crítica de servicios educativos que ha sabido innovar desde un alto nivel de excelencia y desde lo público”. De la gestión del actual gobierno son dos grandes novedades de la red: la introducción en la futura escuela número 101, en el Raval, del horario de tarde, para adaptarse a la realidad laboral de las familias; y la “tarificación social”, de manera que las familias de mayor renta pagan más y las de menos, menos. “Las rentas bajas estaban poco representadas”, explica Ortiz. La concejal admite que a nivel laboral el reto de las guarderías son las ratios y recuerda que se han reducido en los barrios con mayor complejidad social.
Con doble sombrero, como miembro de Rosa Sensat y del colectivo Bressol Indignades, Eva Jansà celebra que la ciudad alcance 100 guarderías municipales y reconoce que la red es inédita, pero apunta “que no debería ser noticia, porque la apuesta por la pequeña infancia debería estar normalizada”.
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