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Dalí, bajo el influjo de Rafael

Una exposición en el Teatro Museo de Figueres une por primera vez obras de los dos pintores, último capítulo de una relación de 150 años entre Prado y Cataluña

José Ángel Montañés
Salvador Dalí el 1951 en la biblioteca de Portlligat, leyendo bajo un fragmento de 'Traslado de Cristo', pintado por Rafael el 1507.
Salvador Dalí el 1951 en la biblioteca de Portlligat, leyendo bajo un fragmento de 'Traslado de Cristo', pintado por Rafael el 1507.Ricard Sans / Fundación Gala-Salvador Dalí

Uno de los pintores que más admiró Salvador Dalí fue, después del neerlandés Johannes Vermeer y del sevillano Diego Velázquez, el renacentista Rafael Sanzio (1483-1520). De hecho, el pintor de Urbino le causó algún problema en su etapa de juventud, tal como, años más tarde, recordó que le había pasado el 1926: “A la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, durante un examen, cogí la bola con el tema que me tocaba y leí: ‘Rafael, pintor del Renacimiento’ y les dije a los miembros del tribunal: ‘Miren, yo sé mucho más de Rafael que ustedes tres juntos, y me niego a contestar’”. Así que acabó suspendido y expulsado de manera fulminante de la sala. En este mismo momento Dalí intenta asemejarse a Rafael dejándose las patillas largas y los cabellos hasta los hombros, y cuando pinta sus primeros autorretratos no duda a titularlos explícitamente como Autorretrato con cuello rafaelesco (1921), cosa que reconoce en sus escritos: “Adoptaba con frecuencia la postura y el melancólico aspecto de Rafael, a quien me habría querido asemejar tanto como fuera posible”. Según su hermana Anna Maria, a la cual adoró hasta que el 1929 apareció Gala para no desaparecer nunca más, “se quedaba literalmente extasiado ante las obras del artista renacentista”.

El 1948 Dalí publicó 50 secretos mágicos para pintar, una especie de tratado de pintura al estilo de los clásicos renacentistas como el de Cennino Cennini, donde aconseja a los jóvenes artistas cómo pintar e incluye un cuadro en el que puntúa técnica, inspiración, color, tema, genialidad, composición, originalidad, misterio y autenticidad de once pintores. Rafael obtiene una segunda posición con 176 puntos de 180 posibles, sólo superado por Vermeer, que casi hace el pleno con 179, por delante de Velázquez (173) y Leonardo (166).

En este ranking de los mejores pintores, Dalí se asignó 148 puntos, de los cuales 19 en misterio, autenticidad y genialidad, a pesar de que con 16 años ya estaba convencido de su potencialidad: “Cuando vuelva después de cuatro años a Roma seré un genio y el mundo me admirará. Quizás seré despreciado e incomprendido, pero seré un genio, un gran genio, de esto estoy seguro”. La suma de los puntos lo situaba por delante incluso de su venerado Picasso, que sólo conseguía 109 puntos. Al compararse con Rafael y a pesar del enorme ego del pintor que lo ha hecho popular, escribió el 1958: “Soy un mal pintor. Si comparo mis teles con las del Renacimiento, con las de Rafael por ejemplo, me doy cuenta del desastre total de mi obra. Pero esto no impide que sea, gracias a mi estilo, uno de los mejores artistas actuales”.

'La ascensión de Santa Cecília', de Dalí, y 'La Virgen de la rosa', de Rafael en la muestra de la Fundación Gala-Salvador Dalí de Figueres.
'La ascensión de Santa Cecília', de Dalí, y 'La Virgen de la rosa', de Rafael en la muestra de la Fundación Gala-Salvador Dalí de Figueres.Toni Ferragut

El 1950, la revista Vogue encargó al pintor una guía para vender los atractivos españoles a turistas americanos. En Barcelona recomendaba las construcciones modernistas de Gaudí y el templo gótico de Santa Maria del Mar. Y en Madrid, el Museo de Prado y sus “tesoros notables que no había que perderse”. Entre ellos, el excepcional retrato El cardenal de Rafael y una “pequeña escena familiar del mismo artista”, no identificada, además de El jardín de las delicias de Bosco. Y es que, según el director de Prado, Miguel Falomir, “Dalí siempre tuvo el anhelo confeso de ver su obra junto a la de Rafael”, algo que desde este martes ha conseguido después de que La ascensión de Santa Cecília, que pintó alrededor de 1955, esté situada, hasta el próximo 6 de enero, junto a una obra maestra de la pinacoteca madrileña, La Virgen de la rosa, pintada por Rafael alrededor de 1517. Esto es posible gracias a la exposición Dalí-Rafael. Un ensueño prolongado, que se ha inaugurado en el Teatro Museo Dalí de Figueres, la primera de más de una docena de muestras que se inaugurarán en todo España el 2019 con obras maestras del museo de Madrid para celebrar el bicentenario de la inauguración de esta gran pinacoteca.

'La ascensión de Santa Cecília' con la ilustración que lo inspiró, en el taller de Portlligat de Dalí, el 1955.
'La ascensión de Santa Cecília' con la ilustración que lo inspiró, en el taller de Portlligat de Dalí, el 1955.Fundació Gala-Salvador Dalí
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En dos paredes contiguas pueden verse los óleos de Dalí y de su invitado Rafael, que si bien de entrada no parecen tener mucho que ver, permiten comprobar hasta qué punto trabajó bajo el influjo de los clásicos, y sobre todo de Rafael, desde que el 1948 dio por finalizada su etapa americana. Fue entonces cuando empezó a reivindicar la tradición y se reivindicó a si mismo como un buen artista en relación con sus contemporáneos. “Si miro atrás, seres como Rafael me parecen verdaderos dioses”, escribió poco antes a La vida secreta de Salvador Dalí.

El cuadro de Dalí La ascensión de Santa Cecília es una obra de su etapa misticonuclear, la cual se desarrolló después del impacto que le causó el lanzamiento de las dos bombas nucleares en el Japón que puso fin a la Segunda Guerra Mundial el 1945; un momento en que realiza un buen número de pinturas en las cuales trata el tema de la discontinuidad de la materia. En Confesiones inconfesables, de 1975, recordaba: “La explosión atómica del 6 de agosto de 1945 me había estremecido sísmicamente. Desde aquel momento, el átomo fue mi tema de reflexión preferido”.

Esta pintura, en la cual subyace una imagen de una Virgen María clásica copiada literalmente de Santa Catalina de Alejandría, pintada por Rafael el 1506 o 1507 y que se conserva en la National Gallery de Londres, está dominada por una serie de estructuras grises monocromas, “el gris óptico de Velázquez”, que parecen haber explotado y que representan o derivan del cuerno de un rinoceronte; una forma perfecta para Dalí, representación de pureza y castidad, y a la vez símbolo de sexualidad. Lo deja claro en su Joven virgen autosodomitzada en su propia castidad, de 1954, una versión desestructurada en que carga contra su hermana Anna Maria, que no tiene nada que ver con su famosa Chica a la ventana de 1925. En la parte inferior del cuadro pintó unas paredes de piedra seca, como las que dominan el paisaje interior de Cadaqués. “El importante es que hay que pintar los temas de una manera que corresponda a la época en que vivimos, el 1951; esto quiere decir que si Rafael pintaba una virgen según la cosmogonía del Renacimiento, hoy esta cosmogonía ha variado; y si la pintara hoy tendría otros conocimientos, de física nuclear y psicoanálisis, por ejemplo; pintaría todo lo bien que entonces, pero con la cosmogonía de hoy”, dijo en una entrevista de aquel mismo año.

Dalí el 1958 pintando en Portlligat una obra a partir de Velázquez y rodeado de obras de Vermeer y Rafael.
Dalí el 1958 pintando en Portlligat una obra a partir de Velázquez y rodeado de obras de Vermeer y Rafael.Melitó Casals (Fundació Gala-Salvador Dalí)

Son muchas las obras de Dalí que se inspiran en Rafael, en sus temas, pero también en la técnica refinada del dibujo del renacentista. Una de ellas es Cabeza rafaelesca estallando (1951), en la que reproduce la cúpula del panteón romano. También en Galarina (1945), en la que Gala aparece mostrando el pecho izquierdo desnudo, inspirada en La Fornarina de Rafael. Por su parte, Máxima velocidad de la Madona de Rafael y Madona microfísica (1954) parten de la obra de Rafael de La Virgen del jilguero. En el lejano 1979 todavía pinta Alucinación rafaelesca y En busca de la cuarta dimensión, en las que aparecen figuras y composiciones inspiradas en La escuela de Atenas del pintor italiano.

La obra de Rafael expuesta, que volverá a Prado a principios de año, también ha tenido una vida azarosa. Posiblemente fue traspasada a lienzo a la primera mitad del siglo XIX, modificando las medidas y añadiendo la banda inferior con la rosa; un elemento nuevo que, al final y de manera paradójica, ha acabado dando nombre a la obra —que también se conoce como Sagrada Familia con San Juanito—. La ausencia del apoyo original y el desgaste de la superficie dificultan la datación del cuadro, que se habría pintado hacia 1517, cosa que no es segura, según consta en la página web de Prado. Por suerte, es de las pocas obras de Rafael que puede viajar. “Por su medida y porque está pasada a tela. Para el resto es demasiado peligroso, porque son extremadamente frágiles”, apostilla el director de la pinacoteca madrileña.

Junto a las dos obras se exponen algunos de los libros que Dalí tenía en su biblioteca desde joven y que hoy conserva el Centro de Estudios Dalinianos de la Fundación Gala-Salvador Dalí, como The Masterpieces of Raphael, editado por Gowans Grey en Londres el 1906, o Raphael’s Drawings, de Ulrich Middeldorf, publicado en Nueva York el 1945, que conserva restos de pintura y denotan su uso por el pintor. También, algunos de los recortes de revistas y láminas con imágenes tuneades e interactuadas con esbozos y dibujos, o a través de la realización de cuadriculados para pasar las imágenes a la tela a medida más grande.

A las fotografías que ayudan a entender el proceso de trabajo del genio de Figueres, se ve el pintor trabajando en sus estudios de Portlligat y Monterrey, en California. En algunas de las imágenes se comprueba cómo ha colocado láminas enganchadas en el caballete, directamente sobre la tela de las obras, o bien las ha enmarcado y colgado a las paredes de estos pequeños espacios donde trabajaba y que aparecen plenos de objetos que lo inspiraban. Se pueden ver obras de Rafael, como La Virgen del jilguero, Madonna Sixtina o El traslado de Cristo, pero también de sus admirados Vermeer, como la famosa Encajera y algunas de las meninas e infantas de Velázquez, obras que además llegó a copiar en directo de los originales en el museos del Louvre y Prado.

La exposición, que ha abierto las puertas este martes, contó en la inauguración con Falomir; con la directora de los Museos Dalí, Montse Aguer, comisaria de la muestra, que aseguró: “Dalí quiso ser Rafael de su época; abandonó la gloria surrealista para volver a la tradición”; con Jordi Mercader, presidente de la Fundación Dalí; con el arquitecto y amigo del pintor Òscar Tusquets, y con la presencia estelar del pintor realista Antonio López, que durante su participación en un coloquio en que se abordó la pintura en general —la de los clásicos y la de Dalí en particular—, aseguró que “cada día me gusta más su pintura, es un auténtico maestro”. “La importancia de Dalí y su relación con Rafael es que, en un momento en qué el Prado lo relegó en unas salas secundarias, en qué estuvo hasta hace poco, para dar cabida a Velázquez, él lo reivindicó y defendió la importancia de su obra”, explicó Falomir junto a las obras de los dos creadores.

La exposición también ha permitido realizar un trabajo de documentación para el web, a cargo de Fiona Mata y Lucia Moni, del Centro de Estudios Dalinianos, que aborda esta intensa relación de Dalí con Rafael y que quedará más allá de esta temprana y fructífero encuentro entre Dalí y Rafael.

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Sobre la firma

José Ángel Montañés
Redactor de Cultura de EL PAÍS en Cataluña, donde hace el seguimiento de los temas de Arte y Patrimonio. Es licenciado en Prehistoria e Historia Antigua y diplomado en Restauración de Bienes Culturales y autor de libros como 'El niño secreto de los Dalí', publicado en 2020.

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