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Bienvenida, redención

La versión semirrepresentada del Serse de Haendel, lo mejor de la Programación Lírica de A Coruña 2018

Amigos de la Ópera de A Coruña ha celebrado su último concierto de abono de su Programación Lírica de A Coruña (PLAC) de esta temporada, una versión concierto de la ópera Serse, de Georg Friedrich Haendel (1685 – 1759). Estrenada en el King’s Theatre de Londres el 15 de abril de 1738, Serse es la segunda ópera más representada de Haendel, tras Giulio Cesare, al tiempo que una de las más señeras del periodo londinense del autor del Mesías.

La versión ofrecida en el Palacio de la Ópera de A Coruña estuvo a cargo de Il Pomo d’oro, orquesta especializada en música antigua y barroca fundada en 2012. A su frente, acompañando a los siete solistas vocales encabezados por el contratenor Franco Fagioli en el papel protagonista, estuvo Maxim Emelyanychev.

El clavecinista y director ruso, dirigiendo desde el clave –el benemérito clave coruñés de Fernando Pan-, mostró la eficiencia de su dirección de gesto casi eléctrico: magnífica precisión en el ritmo, con unas cuerdas de carácter casi percutivo en los abundantes pasajes rápidos y unos vientos madera de luminoso y suave terciopelo; espléndida riqueza tímbrica y matización dinámica; un empaste idóneo del conjunto y una exquisita atención a la dinámica y entradas de los solistas.

Serse remonta un río de meandros entre la ópera seria y la bufa. Este característico humor de la obra, motivo más que probable del desconcierto del público y del rechazo de este en su estreno británico, hacen de ella una ópera bien atractiva para el público de finales del s. XX y lo que llevamos del XXI.

El carácter de Serse, -una sabia mezcla de las proporciones adecuadas de sátira, farsa y sutil ironía- muestra la insalvable tendencia de algunos seres humanos al ridículo y la estupidez. Sin olvidar el peligro de esta explosiva mezcla en un rey persa del Siglo de Pericles que, a su egoísmo y vacuidad de carácter, unía la capacidad y afición a condenar a muerte a quien se opusiera a sus designios.

Franco Fagioli es un soberbio contratenor y un magnífico actor. Su timbre es redondo en el registro grave; sus agudos tienen un brillo deslumbrante y su emisión pasa de uno a otro registro sin merma alguna de potencia, timbre ni proyección. Por otra parte, su coloratura es realmente impresionante y su actuación encarna a la perfección al veleidoso rey persa que muestra el libreto del anónimo autor que adaptó el original de Silvio Stampiglia.

Su dominio vocal y actoral del personaje le hicieron claro triunfador de una noche en la que más de un aficionado se sintió, literalmente, “redimido” de anteriores eventos de esta PLAC. Para él fue la mayor ovación al final de la representación –sí: más que concierto, representación- y las espontáneas al acabar algunas de sus arias.

Pero para llevar a buen término una representación de Serse se necesita un reparto de gran calidad vocal y escénica, doble cualidad abundante en el que actuó el martes en A Coruña. En este sentido, el resto del elenco estuvo a una altura digna de tal protagonista y no se podría destacar realmente a cualquiera de ellos sin peligro de caer en una cierta injusticia con los demás: la dulzura de timbre de Inka Kalna como Romilda desde su primera intervención, las agilidades de Vivica Genaux (Arsamene) en las arias “di bravura” y la picardía en el canto y actuación de Ana Quintans en su Atalanta se unen a la astucia, vocal y teatralmente refinada, de la mezzo Luciana Mancini como Amastre.

Curiosamente, la actuación de Mancini en sustitución de Marianna Pizzolato fue anunciada por megafonía casi al final del descanso en vez de en un suelto en el programa de mano. Los bajos Biagio Pizzuti y Andreas Wolf dieron correctamente sus papeles, este último algo escaso de expresión actoral, aunque la verdad es que tampoco el rol da para mucha floritura.

El tamaño del escenario del Palacio de la Ópera y los reducidos efectivos orquestales necesarios permitieron que la versión allí vista y escuchada fuera bastante más allá de lo que se espera en una mera versión concierto de una ópera. Y también mucho más, por supuesto, que una representación en la que la falta de imaginación escénica y la tendencia al horror vacui. Y este ha estado presente en esta edición de la PLAC en un doble sentido: tanto en su habitual sentido de excesiva ocupación del espacio escénico como en otro más conceptual (que siempre esté pasando algo, aunque no venga a cuento ni por asomo).

En este aspecto tanto el movimiento de los cantantes como su gestualidad facial y corporal estuvieron en una línea más que correcta. Y podemos permitirnos incluir aquí una cierta dosis -incluso una dosis bien cierta- de histrionismo, como el Elviro de Biagio Pizzuti haciendo de vieja vendiendo flores, que le venía como anillo al dedo al carácter de farsa de la obra. El resto de los componentes del reparto encarnaron más que adecuadamente sus respectivos papeles, destacando una vez más –también desde el punto de vista puramente teatral- el Serse de Fagioli.

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