Fallida Gala
La desafortunada exposición en el MNAC no le ha impedido ser una de las más visitadas de la historia del museo, la protagonista tiene gancho
Este domingo cerró en el MNAC la exposición Gala Salvador Dalí. Una habitación propia en Púbol, el mayor éxito de convocatoria de visitantes del museo que corona Montjuïc desde la muestra dedicada a Caravaggio a finales de 2004. Más exitosa incluso, ya que la del pintor barroco de vida tormentosa duró bastante más semanas que la de Gala, mujer de vida no menos borrascosa, ese atributo (¿?) tan atractivo, tanto y tanto, para la industria de las exposiciones. En cualquier caso, ella y el Caravaggio son los dos grandes boomsdel museo en su larga historia hasta el momento.
Lástima que haya sido una exposición tan fallida en términos artísticos y expositivos. Pena de ver de nuevo a Gala envuelta en lo más hortera de su trayectoria vital, intelectual y en definitiva artística. Ni el título, que apela a la siempre socorrida expresión de Virginia Woolf para hacer de la necesidad virtud en este caso, la ha salvado de caer una vez más por el pedregal cual vulgar canto rodado. Pretensiones de la muestra, muchas; realidades de lo que ha querido demostrar, pocas, por no decir ninguna.
No deja de ser inquietante que un museo que produjo hace un año, con su propio dinero (que no le sobra precisamente), sin esponsors, la arriesgada propuesta de Francesc Torres La caja entrópica. El museo de objetos perdidos, haya mostrado esta visión de Gala, nacida Elena Ivánova Diákonova. La expo de Torres fue una instalación que removió los almacenes del MNAC hasta hacer hablar con elocuencia obras de alto significado histórico que se creen menores y que, en cambio, son testimonios insobornables de su tiempo (y así del nuestro, cuando las vemos hoy) cuando un curador (Torres ejerció de artista-comisario) las sabe hacer hablar. Una exposición inolvidable.
También son inolvidables muestras recientes como las de Lluïsa Vidal (una apuesta sobre seguro, un rescate debido) y la de Picasso románico, un envite que podía ser cuestionado pero que sin duda revelaba algo que ya es hora de que tengamos siempre presente: lo que el artista mayor del siglo XX (hay quien dice que en realidad Picasso fue el mayor, sí, pero, del XIX: en fin, dejémoslo en que fue grande) bebió del arte de los maestros antiguos, los del románico en este caso, fue mucho y a conciencia. Para esta última exposición, costosa, como todas las de Picasso, el MNAC contó con el patrocinio de Endesa y de Abertis. Este último patrocinador es el que más presupuesto ha dedicado a la muy cara expo Gala. Bueno es que el gestor de autopistas haga cosas en Cataluña, que los últimos tiempos han sido críticos para la corporación en estos lares. Propio es también que el museo respete a los comisarios de las exposiciones que decida cobijar. Pero, con franqueza, ¿hasta dónde debe llegar el respeto cuando el trabajo no lo merece?
Vayamos al meollo de la cosa, vayamos al grano. ¿Por qué ha sido fallida la exposición? Pues porque para sostener su argumento —que Gala Dalí debe ser considerada como co-autora daliniana desde que conoció al joven Salvador en 1929 en Cadaqués— era preciso contar con las obras que así lo certifiquen. Una exposición de arte es como un juicio, hay que presentar pruebas. No ha sido posible contar con los cuadros u objetos anteriores a 1945 alegados (en definitiva: antes de que la pareja se dedicara, en exclusiva casi, al negocio, de mala manera, elaborando obras que cantan como almejas de lo horteras que son) y, así, el argumento solo es una tesis escrita, no demostrada con obras, y, por tanto, no se sostiene. Esto para empezar. Solo ví la expo una vez, salí de sus salas pasmada y casi enfurecida, pero un colega docente, de secundaria, lo dice con precisión: “¿Qué les dices a los chicos sobre de qué va la expo, cómo se la presentas? No logré ver su tema, la verdad. Me apañé como pude, claro. Al cabo, Dalí y Gala tienen gancho…”. No les pudo decir nada a sus alumnos porque la expo en realidad no decía nada.
Si eso es grave, no te digo lo del feminismo de la muestra. Doctoras tiene la iglesia que me ahorran darle un cachete más, y si están interesados en este aspecto busquen en las redes. Me limito a decir que no puede ser feminista una exposición que trata a su protagonista, Gala, así, sin que nos haga ver el alcance de su creatividad (insisto, con pruebas). Otra vez será. De momento Gala cuenta con el buen documental de Sílvia Munt (Gala, 2003) y el perspicaz retrato que de su trayectoria traza Monika Zgustová en La intrusa (Galaxia Gutenberg, en catalán y en castellano, 2018).
Mercè Ibarz és escriptora i professora de la UPF
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