Regreso a las atracciones de Montjuïc 20 años después
Fue un lugar mágico cargado de ilusiones que sirvió para condimentar con felicidad, durante más de 30 años, a los niños de una Barcelona gris que no entendía de turismo
El 27 de septiembre se cumplieron 20 años del cierre del Parque de Atracciones de Montjuïc de la capital catalana. Un lugar mágico cargado de ilusiones que sirvió para condimentar con felicidad, durante más de 30 años, a los niños de una Barcelona gris que no entendía de turismo. Un parque que dejó de interesar a las autoridades municipales y que se ha convertido en los llamados Jardines Brossa. Un lugar donde predomina la vegetación mediterránea pero que todavía oculta, casi de forma arqueológica, mucho de lo que fue la zona de recreo preferida de Barcelona durante años.
Lluís Abad es técnico del Instituto Municipal de Parques y Jardines del Ayuntamiento de Barcelona. Entre 1994 y 2008 estuvo destinado al Área de Proyectos y Obras. Cuando era un niño le apasionaba el parque de atracciones y, de mayor, fue uno de los encargados de transformarlo en lo que hoy es.
Abad se conoce a la perfección los antecedentes de la instalación. “Este espacio fue una zona militar y por eso en 1897 se instaló el polvorín Álvarez de Castro”; una zona militar que se construyó durante la Guerra de Cuba. Posteriormente la zona fue abandonada. “Durante la Exposición Internacional de Barcelona de 1929 se colocaron unas atracciones en la zona de la Foixarda que tuvieron cierto éxito. Entre 1930 y 1936 se copió la iniciativa y se instaló el parque de atracciones Maricel en el mismo lugar donde hoy se encuentran los jardines Brossa”, recuerda Abad. Tras el conflicto la zona se convirtió en un poblado de barracas donde convivían la miseria y el hambre. Hasta que en 1962 el empresario venezolano José Antonio Borges Villegas presentó al alcalde franquista José María Porcioles el proyecto de construcción de un parque como había sido el Maricel. Borges consiguió que le dieran una concesión del espacio por 30 años y el 18 de junio de 1966 abrieron por primera vez las instalaciones: 13 hectáreas, con más de cuarenta atracciones procedentes del parque venezolano de Coney Island. Franco, junto a sus nietos, inauguró la instalación seis días después: montañas rusas, un carrusel, noria… y la atracción estrella: El Tren Fantasma que recorría los túneles del antiguo polvorín. El parque tenía restaurantes, un teatro al aire libre para 6.000 espectadores, cafeterías… Llegó a formar parte del skyline de la Barcelona preolímpica. Además, en el interior también había espacio para un público más adulto que acudía a la discoteca Lord Black. Los setenta y los ochenta fueron su edad de oro. Sobrevivió a los Juegos Olímpicos pero después comenzaron triunfar nuevas zonas de ocio, como Port Aventura a partir de 1995. El Tibidabo consiguió mantenerse, pero Montjuïc se quedó anticuado y murió en 1998. Abad conoce a la perfección cómo se desvalijó el parque: “El Boomerang acabó en un parque de atracciones de Nueva Orleans y fue arrasada en 2005 por el Katrina y el Ciclón fue a parar a unas atracciones de Platja d'Aro”.
Varios edificios del parque que cerró en 1998 siguen en pie
Pese a eso, la zona todavía conserva restos de los que fue. “Queda toda la vegetación original, calculo que el 98%. Además del trazado de caminos con los adoquines del parque”, detalla el técnico.
De los edificios originales se conserva el antiguo Bar de la Damm reconvertido ahora en el centro de convenciones Esféric donde realizan bodas y eventos. El antiguo bar bautizado como La Fanta no tuvo la misma suerte y solo se conserva un gigantesco parasol de cemento en mitad de un parque. De las 13 hectáreas, los jardines Brossa solo ocupan cinco pero en ellas se encuentran el polvorín donde se instaló el Tren Fantasma. Ahora está tapiado. Amadeu Vila es el conservador de Parques y Jardines que se encarga del espacio. “En un par de ocasiones hemos llegado por la mañana y nos hemos encontrado con que alguien con un pico ha agujereado la tapia y ha accedido al antiguo polvorín”, remarca. En las redes sociales hay varios vídeos de personas que han accedido al túnel que todavía conservan pinturas del tren Fantasma.
Vila y Abad muestran otro de los edificios conservados: las antiguas oficinas que hoy utilizan los jardineros. Dentro de ellas hay un pequeño almacén que pertenecía al polvorín. “En el suelo se ven los raíles”, destaca Abad sabiendo que estos en algún momento se unían con el tren Fantasma y “quién sabe si con el castillo”. En una pared sigue anclada la antigua caja fuerte del parque donde se guardaba la recaudación. También sobreviven algunas de las esculturas que había en el parque: Las estatuas del payaso Charlot, de la bailaora Carmen Amaya y del gimnasta Joaquín Blume.
Unos rastros que conocen muy bien Josep Pérez y Esther Bose administradores de la guía online de parques temáticos, Achus!, y de la página de Facebook del parque de atracciones de Montjuïc. Ambos creen que un parque similar tendría futuro en la ciudad y un claro ejemplo es el Tibidabo que “a pesar de estar lejos, tener más de cien años y barreras arquitectónicas sigue siendo visitado por miles de personas”. Para ellos la atracción más mítica de Montjuïc es, sin duda, el Tren Fantasma. “Desprendía magnetismo por su misterio. Siempre esperabas cuál sería la siguiente sorpresa en un viaje en vagoneta en el que se oían los gritos y las risas... Dejó huella y aún permanece anclada en el recuerdo de muchos de nosotros”.
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