“Ver series en televisión es como comer patatas fritas, no puedes parar”
Vince Gilligan, creador de 'Breaking Bad', defiende que la producción televisiva y la cinematográfica pueden convivir
La ovación de entrada en el auditorio de la universidad Blanquerna al director y guionista Vince Gilligan daba una idea de la expectación que rodea cualquier aparición de uno de los creadores de culto de series televisivas como lo han sido Breaking Bad y posteriormente Better Call Saul. Empático, explicó con naturalidad sus fórmulas para afrontar un guion, cómo evolucionan los personajes y su punto de vista de la industria cinematográfica y las plataformas televisivas. De paso, ante un auditorio mayoritariamente formado por estudiantes de Comunicación Audiovisual y algunos creadores catalanes, como Pau Freixas, intentó desmitificar la aureola de genialidad que pesa sobre los guionistas de las series de éxito: “No quiero que suene a falsa modestia, pero la creación de un guion no es individual, es colectiva. El único capítulo de Breaking Bad que escribí yo solo fue el primero, a partir de entonces se trabajó con más guionistas. De hecho, lo importante es la cocina, una sala de guionistas en la que trabajamos seis o siete personas preguntándonos qué desea el personaje y dejando que evolucione y ponernos en la piel de los seguidores de las series, porque nosotros también lo somos”. Gilligan es uno de los invitados estrella de la quinta edición del Serializados Fest, que arrancó el jueves y finaliza el domingo con una gran abanico de series inéditas.
Breaking Bad, que emitió su primer capítulo en Estados Unidos hace 10 años, narra la dura historia de un profesor enfermo de cáncer que se convierte en un capo del narcotráfico de Nuevo México para costearse el tratamiento. De un arranque discreto en el canal AMC pasó a convertirse en un fenómeno mundial. “También porque supuso una ruptura total con la forma de producir las series que eran episódicas, se consumían por episodios. A partir de Breaking Bad se fue al formato serializado por la evolución de la tecnología y posibilitó poder ver los capítulos seguidos. Y ahora ver series en televisión es como comer patatas fritas, no puedes parar”, ironizaba el guionista. Dijo que se sentía más cómodo en guiones para televisión que en largometrajes: “No descarto volver a los largometrajes, pero funciono mejor en televisión. La paleta de posibilidades es más amplia porque la historia se va contando en episodios y da más juego que una película con un principio y un fin cerrado”. Preguntado por sus preferencias, Gilligan recordó que hace pocos años en Estados Unidos el guionista de televisión era considerado “como de segunda categoría frente al de largometrajes”. Y se felicitó del salto de calidad de las series: “no debería entenderse que haya una lucha entre los dos formatos porque, entre otras cosas, las herramientas ahora son las mismas”.
Gilligan confesó que afrontó el final de Breaking Bad muy nervioso y que, de hecho, hicieron decenas de versiones: “no queríamos decepcionar, queríamos sorprender pero al final pensamos que aunque previsible, la muerte del profesor era el final que tocaba porque era la promesa, que el héroe moriría”. Pero hubo más finales posibles, como en el que Walter, que protagonizaba Bryan Cranston, mataba a toda la familia y sobrevivía: “algo que no era lógico después de 60 capítulos”. Y contó detalles de por qué se escogió Alburquerque, en el estado de Nuevo México, para rodar: “Yo quería hacerlo en Los Ángeles, pero los productores nos explicaron que teníamos financiación en Nuevo México”. Así que, en realidad, las secuencias de zonas desérticas y paisajes casi de películas del western -con sus buenos y malos- no fueron planificadas sino más bien fruto de un “accidente”, tal como lo definió Gilligan. Quitó hierro a propósito de los desencuentros que se producen entre guionistas y directores: “algunos directores creen que los guionistas somos dictadores … igual puede ser un poco así. Es cierto que una de las funciones de un buen guion es decir dónde es importante concentrarse”.
Las prisas, vino a decir, son malas consejeras en las series de televisión. No las tuvo en Breaking Bad y tampoco en Better Call Saul, que arrancó en 2015 y de la que se ha estrenado la cuarta temporada. “No hay que ser impacientes. Los pasitos han de ser casi de bebé, hacen falta dos o tres semanas por episodio. Entre otras cosas porque tenemos que abrirnos a pensar cuál es la evolución del personaje, qué quiere”. Puso como ejemplo lo que le ocurrió cuando entró en el equipo de guionistas de The X Files: “Por la noche, yo oía en mi cabeza a los personajes, era como si les escuchara hablar. Así que lo único que tenía que hacer era escribirlo”. Así de fácil…...
La masterclass acabó como empezó, con un cerrado aplauso y no pocos estudiantes pidiéndole selfies.
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