Imprime un zapato
La tecnologia de la impresión 3D avanza poco a poco pero con buena letra, como demuestra 3D Print Barcelona
Una manera de empezar esta crónica sobre las impresoras 3D es tomándose un refresco en el bar Ex Designer (Entença, 3). Es pequeñito, abrió en 2015, pero todavía no está acabado porque la decoración, los taburetes, los platos y los vasos los fabrican allí mismo con cinco impresoras. No hay prisa. Se trata de una propuesta del diseñador Martí Guixé. “No buscamos abrir un bar, se trata de tener un laboratorio vivo para estudiar las máquinas como herramienta de diseño”. Me lo explica Pau Badia, arquitecto, dibujante y miembro del equipo de Guixé que lo mismo, detrás de la barra, te sirve un refresco que diseña en realidad virtual un nuevo plafón para la pared. Cuando lo visité, una máquina trabajaba en una baldosa con relieves. “Tardará ocho horas”.
Cuando se hayan terminado las obras, el siguiente paso es entrar en el mundo del diseño de comida. No será algo nuevo para Guixé que en 1997 rediseñó el pan con tomate y en 2017, para celebrar la efemérides, lo fabricó digitalmente. Con todo, el food design en impresoras 3D titubea por la dificultad técnica en los filamentos y las precauciones sanitarias. El espíritu que anima a la gente de Guixé es que las impresoras 3D no sirvan solo para reproducir diseños ya conocidos sino que vayan ligadas a propuestas igualmente innovadoras en las formas y las funciones. El bar, que por la noche programa conciertos de música experimental, no tiene una gran concurrencia, no cabría, pero por allí pasan todos los que tienen algo que preguntar o explicar sobre esta materia.
Precisamente la filosofía de la comunidad, del encuentro (meet-up), es la que orienta 3D Print Barcelona. Son un grupo de personas —unas mil inscritas aunque menos participando en el día a día— que se reúnen para intercambiar información, colaborar en proyectos y difundir esta tecnología treintañera. Uno de los proyectos en los que participan, cada uno con su impresora doméstica, es el de la fabricación de prótesis para países destrozados por las bombas de dispersión. “Colaboramos", explica Jordi Mayné, "con Ayudame3D.org, una iniciativa del ingeniero madrileño Guillermo Martínez que empezó en Kenia y se ha extendido a otros países". Son, los "trésdesis", manos, antebrazos y brazos impresos en 3D. "Y ahora estamos en contacto con algunos hospitales para el suministro de chemoboxes. Se trata de unas sencillas cajas que cubren la bolsa de la quimioterapia. Se usa en enfermos infantiles porque las cajas están adornadas con imágenes, por ejemplo, de Supermán. Y se han demostrado muy eficaces para la aceptación por parte del enfermo del tratamiento. Supermán les traspasa su potencia". Un proyecto en el que ellos fabricarán sin ánimo de lucro, pero para el que quieren pedir la ayuda de los laboratorios para su implantación. "El compromiso no puede ser siempre y únicamente de los mismos". Otra máquina que han fabricado algunos miembros de la comunidad es un pequeño y sencillo robot (15 euros de coste). Han enviado varias unidades a escuelas bolivianas. "Se trata de combinar el juego con el aprendizaje y pueden empezar a utilizarlos los niños de tres años. Dirigiéndolo aprenden los primeros números —los cuadros de distancia que hay entre ellos y el robot— o conceptos como derecha e izquierda".
3D Print Barcelona organizó la Printer Party en su cuarta edición junto con el Punt Multimedia del Ayuntamiento de Barcelona (Casa del Mig) en el parque de la España Industrial este mes de julio donde daban conferencias, organizaban talleres y albergaba una pequeñísima feria de empresas del sector.
Ahí, en el Casal del Mig, está el Punt Multimèdia del distrito de Sants. Dan cursos gratuitos y ponen a disposición de los ciudadanos su maquinaria para acompañarlos en un proyecto de fabricación bajo la filosofía del autoservicio. "Nosotros, como proyecto municipal, no nos dedicamos a la fabricación. Nuestra tarea es divulgativa", comenta Oriol Blas, coordinador del centro. El Ayuntamiento como tal, además, mantiene abiertos una serie de ateneos de fabricación digital con similar espíritu. Una idea que, a veces, es difícil de explicar a sus destinatarios. El de Meridiana, por ejemplo, se abrió en 2014 a pesar de que un sector de vecinos batalló para que las instalaciones sirvieran a un banco de alimentos.
Como pasa con muchas tecnologías, los augurios fundacionales fueron demasiado entusiastas sobre su inminencia, pero eso no quiere decir que no sean bastante acertados. La Agencia Espacial Europea tiene un proyecto para fabricar en la Luna, con material lunar e impresoras 3D, una estación. Ahora, el diseño, los prototipos industriales y las prótesis son algunos de los usos más implantados de este tipo de fabricación aditiva, por capas. Permite la personalización del diseño, la misma máquina puede producir con distintas medidas y distintos objetos con geometrías imposibles (la típica bola perforada, dentro de otra bola, dentro de otra bola) para una fresadora, y es una tecnología más respetuosa con el medio ambiente. Aunque no parece que vaya a sustituir grandes tiradas de producción sí que cambiará el mapa industrial de muchos productos. En lugar de tener una fábrica y distribuir al mundo, se tendrá un centro que diseñará el programa que da las órdenes a las impresoras y éstas podrán ubicarse en cualquier lugar del planeta, lo más cerca de la clientela. Un cliente que, apropiándose de la producción, podrá dejar de serlo y fabricar, según qué cosas y a su gusto, en su domicilio. Es un mundo muy habitado por la filosofía del hardware y software libres, pero la industria informática no se ha desentendido de ello. Los pequeños y los grandes. En el party estaba, entre otras, 3D Spider, de Viladecavalls, distribuidora de máquinas de impresion 3D, fabricante de filamentos y prototipaje a terceros. "Ahora estamos fabricando trofeos para unos premios universitarios", me comentaba Clemente Sánchez, su propietario. HP tiene en Sant Cugat su centro mundial de fabricación aditiva con centenares de ingenieros. La Politécnica y empresas privadas del sector trabajan en un gran proyecto de fabricación aditiva. Y está el Institut d'Arquitectura Avançada de Catalunya cuyo FabLab, en colaboración con el MIT de Massachussets, abanderada del Internet de las cosas, es pionero en la ciudad. Es la industria 4.0.
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