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El pueblo donde las paredes hablan

Las calles de Colmenar del Arroyo están llenas de versos que se han convertido en reclamo para el turismo

Versos del poeta Antonio Machado en una pared de Colmenar de Arroyo.
Versos del poeta Antonio Machado en una pared de Colmenar de Arroyo. Víctor Sainz

En Colmenar del Arroyo hablan las paredes. Frases inspiradoras, versos y aforismos engalanan las calles de este pueblo escondido en la Sierra Oeste, a 53 kilómetros de la capital. Las letras, negras y de trazo sinuoso, parecen saltar sobre los muros, blancos, inmaculados. Están por todas partes: en la calle principal, en la plaza del Ayuntamiento y en aquellos recovecos donde la vida se detiene. Forman parte del paisaje desde hace cinco años, cuando un vecino, Luis Santos, solicitó adornar el municipio con ellos. Con el tiempo se han convertido en un reclamo turístico.

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Santos, diseñador gráfico, soñó con llevar la poesía al mayor número de personas posible. Se inspiró en Acción Poética, un movimiento que el mexicano Armando Alanís fundó en la década de los años noventa. El fenómeno se originó en Monterrey y consiste en pintar los muros de las ciudades con fragmentos literarios. Una de sus reglas es no publicar consignas políticas ni religiosas, sino frases positivas. La iniciativa se propagó rápidamente por otras ciudades mexicanas y las redes sociales favorecieron el salto a todos los rincones del planeta.

“Luis se presentó un día de mayo de 2013 en el Ayuntamiento para contarnos la idea y nos pareció estupenda. Buscamos gente dispuesta a ceder sus fachadas y nos sorprendió que todo el mundo accedía”, recuerda Ana Belén Barbero, la alcaldesa. Una de esas vecinas fue Pepi Hernández, que considera que la iniciativa convierte a Colmenar en un lugar diferente. El Consistorio compró pintura y pinceles, y una multitud se congregó en sus calles para dar forma al proyecto en junio. Fue el propio Santos quien eligió las 20 frases que se repartieron por las paredes del pueblo, de apenas 1.700 habitantes.

La avenida de España, la travesía principal, sigue presidida por el poema que escribió. En ella, Santos pide perdón a su maestro, Antonio Machado, por parafrasearle y cambiar el final de uno de sus versos más universales: “Caminante no hay camino, se hace camino al amar (por andar)”. Las palabras sustituidas se resaltan en un tono anaranjado. La iniciativa tuvo tan buena acogida que todos los vecinos quisieron llevar los versos a sus fachadas, así que el verano siguiente se realizó una segunda pintada. Para entonces, Santos ya había fallecido.

Una carnicería adornada con versos en la localidad.
Una carnicería adornada con versos en la localidad.VÍCTOR SAINZ

“Luis escribía, pero nunca publicó un libro. Le gustaba el arte en general y la poesía en particular. Consiguió culminar su sueño en vida. Le ayudamos un grupo de amigos que entendimos que aquella modificación urbana cambiaría el propio sentimiento de los vecinos, que se iban a identificar más con su pueblo”, señala Pepa Franco, una de las integrantes del grupo Acción Poética de Colmenar. Cuando Santos se fue, sus compañeros se organizaron. Desde entonces celebran festivales y talleres poéticos.

El grupo también continúa engalanando el pueblo con sus pintadas. “Este invierno ha sido especialmente duro. Ha llovido mucho, y como las paredes son antiguas y están pintadas con cal, muchas se cayeron. Ha habido que reponer muchas frases, que tienen un mantenimiento continuo”, explica la alcaldesa. Ahora hay más de un centenar de frases repartidas por el municipio. Los textos no se eligen al azar. Detrás de ellos hay un mensaje que tiene que ver con la labor que se realiza en la vivienda o con las personas que la habitan.

Frases con mensaje

Barbero relata que en la fachada de su abuela Candelas, en la calle de Gonzalo Mora, dice: “Pistolas sí, pero de las que matan el hambre”. La mujer fue panadera, vivió la dureza de la Guerra Civil y cuando sus clientes le pedían tal modalidad de pan, ella siempre respondía de esa manera. “Comamos y bebamos / cantemos y dancemos / que mañana ayudaremos”, dice otra frase frente al mesón de Doña Filo, un restaurante que llegó a contar con una estrella Michelin entre 1999 y 2009. En el municipio apenas hay un puñado de negocios. La mayoría de sus habitantes trabajan fuera, pero prefieren vivir aquí, rodeados de naturaleza.

“Los versos atraen a gente, y eso ayuda a que no cerremos el local. Este es un pueblo pequeño, pero tenemos una gastronomía muy buena”, señala Mariano Hernández, propietario del bar Mariano, un local recién reformado junto al Ayuntamiento. Su mujer, Toñi Rodríguez, toma su móvil, abre la aplicación de Instagram y enseña el perfil del diseñador Jorge Vázquez, que hace unas semanas se fotografió con algunas de las frases. “Solo están derrotados los que dejan de soñar”, decía una de ellas. El sueño de Santos continúa.

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