Ryuichi Sakamoto y Alva Noto fascinaron con su diálogo entre acústica y electrónica
La belleza impura del concierto de los dos artistas cerró con brillantez la 25 ª edición de Sónar
El tiempo y el silencio. El tiempo, el silencio y el sonido. Tres vértices del trabajo de Ryuichi Sakamoto y Alva Noto, encargados de cerrar en Sónar en un espacio que brindó sus propios sonidos naturales a un concierto de inhabitual hermosura. Si Sakamoto sabe extraer lirismo de su piano, Alva Noto busca la pureza de la electricidad, su propia esencia, y es en el diálogo entre ambos donde nace la música que presentaron en una actuación en la que daba miedo respirar por no sumar ningún otro sonido a la noche. Aparcada la velocidad que suele imponer la música del propio festival, ubicado éste en un espacio ajeno a su estética y acogido por el aire libre, el artista japonés y alemán sedujeron al público con un concierto donde delicadamente dialogaron acústica y electrónica. ¿La música de los ciborgs?
El tiempo. Transcurre lento entre nota y nota, sin apremios. Incluso antes de que Sakamoto se sentase frente a su piano, trasteó en su interior buscando sonidos disonantes pero sin apresurarse, dando tiempo a que el silencio separase las notas, los sonidos. Juega el silencio en la música del dúo, pues por contraste las notas se antojan más concisas, más presentes, un estallido tras esa nada que lo es todo: la casi ausencia de sonido. Y así, con mucho tiempo, con pausa, fue entrando Alva Noto bajo el piano de Sakamoto, proponiendo vahos de zumbidos y tonos que se colaban imperceptiblemente bajo las notas del piano. Una crepitación, un error, una rascada, ruido tenue, el corazón de la electricidad haciéndose un espacio mientras Sakamoto improvisaba en su piano de cola y liberaba un fragmento del Cant dels ocells.
Tras el dúo, una pantalla alargada con motivos geométricos en bucle y sin apenas cambios en su movimiento. Dinamismo en cámara lenta. Nada de rupturas bruscas de registro, ningún estallido de color, el blanco como base de unos gráficos que cuando entraron los graves de Alva Noto hicieron palpitar la geometría. ¡Qué precisión tiene el sonido del alemán! sonido que se antoja matemático, fruto de ecuaciones o de una concepción precisa del lugar al que se quiere llegar y del espacio que ha de ocupar. Alva Noto debe imaginar el sonido que luego elabora, parece que lo tuviese perfectamente definido en su cabeza y las máquinas le ayudasen a extraerlo del mundo de las ideas. Esos glitchs, esos graves nítidos, desasosegantes, apuntes de ruido blanco y pautas rítmicas deben vivir dentro de quien siendo niño dicen deseó comunicarse con los murciélagos. Carsten Nicolai (Alva Noto) tiene la pureza del sonido electrónico dentro y hacer música es compartir su interior con los demás.
Piezas como Berlín, Morning o siix, esta última aportando más pulsión rítmica en los bises, fueron parte del repertorio que el dúo ejecutó en un espacio que añadió cohetes, gaviotas o ladridos de perro, sonidos que parecían plebeyos ante la meticulosidad del piano y la electrónica del dúo. Fue un concierto de belleza impura que despidió un festival que ya se está haciendo mayor y que ha crecido, precisamente, gracias a propuestas como la que cerró su vigésimo quinta edición.
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