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Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Amores de diferente intensidad

Les Ballets de Monte-Carlo vuelven al Gran Teatro del Liceo con 'Le songe'

Un momento de Les Ballets de Monte-Carlo en el Liceo.
Un momento de Les Ballets de Monte-Carlo en el Liceo. ALICE BLANGERO

Les Ballets de Monte-Carlo vuelven al Gran Teatro del Liceo con Le songe un interesante y colorista montaje de su director y coreógrafo, desde hace 25 años, Jean-Cristophe Maillot (Tours, 1960) sobre la célebre obra de William Shakespeare, Sueño de una noche de verano. Este ballet en dos actos, que se podrá ver hasta el 19 de mayo, entrelaza tradición y modernidad tanto en el baile como en la música. Es un espectáculo complejo y ambicioso en el que abundan los fragmentos brillantes coreográficamente y que son interpretados por el elenco de la compañía de forma impecable. No obstante el paso del tiempo, ─es una coreografía del 2005─, el entramado del argumento y la dilatación de su desarrollo, dos horas y cinco minutos, hace que la obra caiga en la monotonía en ciertos instantes y se aleje del atractivo que tienen otros ballets creados por este singular e imaginativo coreógrafo, como Cendrillon (1999), su inolvidable Romeo y Julieta (1996) o La fierecilla domada (2014).

Le songe

Les Ballets de Monte-Carlo; Dirección artística, coreografía y puesta en escena de Jean-Christophe Maillot; Música de Félix Mendelssohn, Daniel Teruggi y Bertrand Maillot; Escenografía de Ernest Pignon-Ernest; Vestuario de Philippe Guillotel; Iluminación de Dominique Drillot; Gran Teatro del Liceo. Barcelona. 16 de mayo

Para Maillot Le song es un ballet sobre tres clases de amor. El enamoramiento tradicional, el que se rige por los convencionalismos y que representan Hermia, Lisandro, Demetrio y Helena; el amor carnal y erótico del mundo de los dioses y las hadas y el amor pasional que profesan por la creación artística los artesanos y cómicos. Para cada uno de estos amores el autor ha ideado un lenguaje coreográfico y una música diferente. El amor tradicional se enmarca en el estilo clásico y está acunado por la romántica música del compositor alemán Felix Mendelssohn, los pasos a dos son de una gran belleza y respiran armonía y elegancia. Para el amor carnal Maillot ha elegido la excitante música electrónica del argentino, Daniel Teruggi. Este fragmento, que se desarrolla en un bosque encantado, es el más atractivo del montaje. Las hadas y los duendes surgen de una especia de nave espacial, obra de Ernest Pignon-Ernest, autor de la escenografía, su baile es dinámico y las frases coreográficas que entroncan la danza contemporánea y la clásica son de una gran expresividad. Aquí el erotismo cincela los cuerpos de los bailarines en un gesto mágico. En esta secuencia destacan Mimoza Koike, convertida en una sensual Titania, Joeyong An como un perverso Obrerón y Daniele Delveccio es un virtuoso y simpático Puck, a los que hay que sumar todo el elenco femenino de Les Ballets de Monte-Carlo que protagonizan esta parte de Le song. Las hadas ataviadas con unos sugerentes diseños, firmados por Philippe Guillotel, son una auténtica delicia y hacen gala de unas implacables puntas.

El tercer amor, el que encarnan los cómicos y artesanos, destila humor y los bailarines utilizan la palabra. No son convincentes y junto a ciertos elementos escenográficos poco acertados convierte la escena en un caos no siempre atractivo para el público. Es la parte más floja de este montaje. En esta secuencia la música es de Bertrand Maillot, hermano del coreógrafo.

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