Versos, seis euros, ciudad, política... versos
Unas 1.200 personas disfrutan en el Palau de la Música del XXXIV Festival de Poesía


Una intervención con sonidos tubulares y golpes recordaba que uno estaba en la gran ciudad, mientras el proemio de la primera rapsoda, la gerundense Maria Cabrera (“lo dedico a las víctimas del sistema judicial español: palabras como exilio, represión o censura deben mantener su gravedad”), que se vive estos meses bajo los efectos sociopolíticos del procés. Pero el verso, por más pespunteado de política como estuvo, se posó en el espíritu de las 1.200 personas que, al módico precio de seis euros (salvo unos 300 invitados), llenaron el Palau de la Música para disfrutar del XXXIVº Festival Internacional de Poesía de Barcelona que organiza el Consistorio.
Cabrera fue generosa de forma y fondo con su verso, quizá el más musical de la noche (“les meves mans prenyades de pluja / i tots els noms amb què tu m’oblides: / tu terra eixorca i jo dant-te pluja”). Como lo fue Najwan Darwish, que, a pesar de que sabe que “les paraules dels teus contemporanis no prevenen cap suïcidi / ni aturen aquests gasos verinosos / que t’expulsen de casa teva / i corrompen el teu lloc d’exili” afirmó, sentado desde un taburete, sobrio azul marino y manos restregándose en los muslos: “No pretenc tenir altra familia / que els de les tombes ignorades, / els dels llocs d’exili coneguts, / els que han mort a les platges / i els que s’esperen a les fronteres”. Alguien gritó desde la platea bañada de lucecitas azuladas “Visca Palestina Lliure!”.
Pero fue relativamente secundado, porque ya como el polaco Adam Zagajewski, el auditorio sabía que la sabiduría y la poesía no están según dónde uno imagina: “Ni en la música ni en les belles obres, / ni en els grans fets ni en el valor / ni fins i tot en l’amor hi ha saviesa,/ tan sols en totes les coses, en la terra i en l’aire, en el dolor i en el silenci”. La propuesta escénica y coreográfica de Marina Mascarell, con bailarinas repatndo, arañando el suekl, intentando erguirse entre chirríos y d enuevo algún sonido tubular, reforzaba el ambiente entre el lapso de las intervenciones. En la suya, la argentina exiliada en EEUU Marta Ana Diz (“Sí, nací en un país aficionado al fútbol y a los golpes de Estado”, se presentó) explicaba que “entender que alguien se va, / no entender que nos deje / no son cosas diferentes. / Irse y no volver, quedarse para siempre en vilo, tampoco”. Con su poesía tan próxima como su sencilla falda anaranjada y su camiseta azul, la magia del momento la resumió la inglesa Hollie McNish: “Les millors nits de la meva vida / han estat llegint per a tu”. Gracias.
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