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Los antisistema toman el relevo de la ANC

Los Comités de Defensa de la República, instigados por la CUP, lideran las movilizaciones independentistas contra el Estado en la calle

Cristian Segura
Mural a favor de la república catalana en el barrio del Born de Barcelona.
Mural a favor de la república catalana en el barrio del Born de Barcelona.juan barbosa

Un día por semana, en unos 300 barrios y municipios de Cataluña, ciudadanos y colectivos del independentismo más recalcitrante se reúnen en asambleas para mantener vivo el desafío al Estado. En pequeños círculos, en plazas, centros cívicos o ateneos populares, los autodenominados Comités de Defensa de la República (CDR) debaten acciones para que se lleve a término la independencia unilateral. Son operaciones a pequeña escala, comparadas con las movilizaciones masivas de la Asamblea Nacional Catalana (ANC) y de Òmnium Cultural. Son entes autónomos pero la izquierda antisistema, en especial la CUP, ha sido la principal instigadora y coordinadora de estos CDR a nivel de toda Cataluña. Su protagonismo ha ido en aumento tras la estrategia más pasiva que han asumido ANC y Òmnium, las plataformas sociales del separatismo en los últimos años.

La primera mención a una figura como los CDR se hizo pública en marzo de 2017, en un documento de Poble Lliure, fracción dentro de la CUP, en el que se proponía “el despliegue de Grupos de Defensa de la República Catalana. Es necesario que todas las organizaciones con implantación territorial ofrezcan al pueblo de Cataluña instrumentos de organización y de lucha más y más amplios”. Personas conocedoras de la conceptualización de los CDR explican que estos están en parte inspirados en los Comités de Defensa de la Revolución, en Cuba. Los CDR cubanos son grupos de acción, control político y también de delación del Partido Comunista en los municipios y barrios de esta isla caribeña. La primera etapa de los CDR fue como Comités de Defensa del Referéndum: eran estructuras organizadas para bloquear la intervención policial en cada punto de votación de la consulta ilegal del 1 de octubre. Estos grupos se reformularon el pasado noviembre como equipos para exigir la instauración de la república catalana. Su gran puesta en escena se produjo el 8 de noviembre, cuando provocaron el caos circulatorio en Cataluña al cortar setenta carreteras, líneas de tren y accesos de frontera. La Policía Nacional y los Mossos de Esquadra tienen abierta una investigación sobre los CDR para determinar los posibles delitos cometidos aquel 8 de noviembre. El Tribunal Supremo también investiga a los CDR para dilucidar su responsabilidad en el entramado para materializar la independencia de Cataluña.

PDeCAT y ERC se distancian de las actuaciones de estos grupos

Las principales fuerzas soberanistas mantienen una prudente distancia respecto a los CDR. Fuentes de ERC aseguran que no tienen “nada que ver con los CDR; ningún vínculo”. Los republicanos consideran que estos tienen una finalidad de movilización, no son actores políticos ni canalizan el sentir mayoritario del independentismo, como sí lo harían ANC y Òmnium. Un portavoz del PDeCAT explica que mantienen “una relación circunstancial” sobre todo en secciones locales, cuando piden apoyo logístico puntual previamente valorado. “ANC y Òmnium son un activismo más cercano al PDeCAT. Los CDR surgen de un colectivismo que no casa mucho con el PDeCAT, son más cercanos a la CUP”, dicen estas fuentes del PDeCAT.

Los CDR son más difíciles de controlar y la prueba fue el choque con los Mossos de Esquadra del pasado 30 de enero en el Parlamento de Cataluña. ANC y los CDR llamaron a manifestarse frente a la Cámara para exigir la investidura de Carles Puigdemont. La ANC desconvocó el acto pero los CDR lo mantuvieron e incluso rompieron el cordón policial que rodeaba el Parlament, protagonizando un enfrentamiento con los Mossos. La ANC reaccionó defendiendo la necesidad de acciones no violentas. Varios CDR respondieron criticando a la ANC: “Han criminalizado una protesta pacífica del pueblo que no convocaron ellos. Se han adjudicado la movilización pacífica y le han puesto el logo”, escribió en Twitter la coordinadora de los CDR de Lleida. Los CDR reunieron a unas 600 personas y en un primer momento plantearon acampar en el parque donde se ubica el Parlamento, pero por la noche, arguyendo que el operativo policial fue “brutal”, desistieron de esta iniciativa. 

Molestar para tener visibilidad

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La confidencialidad a la hora de coordinar a los CDR a nivel de Cataluña es una norma clave porque, explican miembros de estos colectivos, temen la presión judicial y policial. El diario digital El Món entrevistó el pasado 20 de enero a la portavoz de los CDR de Sabadell Txus Merino, miembro de la Crida, la coalición de la izquierda antisistema que gobierna Sabadell. La izquierda independentista de Sabadell fue en octubre el primer motor para la coordinación de los CDR. Pau Llonch, impulsor de la Crida, explicó a Público: “Existía la necesidad de estar organizados ante un escenario como el que se ha producido. La CUP planteó la necesidad de organizar estos comités sin la voluntad de patrimonializarlos”. Merino explicaba que el secretismo es clave y que los portavoces de los CDR se relevan con periodicidad para evitar “una excesiva exposición”. Aquel 20 de enero se celebró una asamblea nacional de los CDR en el Vallès, sin que trascendiera el lugar exacto ni el contenido de la reunión. Merino describió algunas de las ideas en la estrategia de los CDR: “La tendencia sería buscar acciones más contundentes y menos simbólicas porque la gente está un poco harto de colgar lacitos”, en referencia al icono de los lazos amarillos que sirve para reclamar la excarcelación de los presidentes de ANC y Òmnium, Jordi Sànchez y Jordi Cuixart, y de los exconsejeros de la Generalitat Oriol Junqueras y Joaquim Forn.

Los CDR, según Merino, “tienen que hacer acciones que demuestren más cómo estamos organizados y cómo estamos dispuestos a defender nuestro país desde el fundamento del pacifismo. Acciones que no sean violentas pero sí visuales”. Merino defendió estrategias que afecten a la economía y a la movilidad, como cortes de carreteras o la ocupación permanente de lugares “donde molestemos un poco. Si no molestas, no tienes visibilidad”. También en El Món, el periodista Quico Sallés publicó el 10 de enero una información que aseguraba que la ANC prepara una reformulación de su organización “para evitar ser engullida por los CDR”.

Su estrategia
incluye acciones contra la movilidad y la economía

El resultado de la filosofía de acción de los CDR fue el altercado en el parlamento pero también la movilización casi sorpresiva que concentró a 5.000 personas el 28 de enero frente a la Subdelegación del Gobierno en Girona. Aquella convocatoria surgió del CDR de Celrà pero se acabaron sumando partidos y otras organizaciones. El CDR de Celrà cortó 20 minutos el pasado viernes la circulación de trenes a su paso por este municipio de la provincia de Girona. “Estamos preparadas para continuar saliendo a la calle, para abrir un nuevo ciclo de movilizaciones para construir la República al servicio de las clases populares, feminista y antifascista y solidaria con la emancipación de los pueblos”, rezaba un manifiesto de los CDR de Barcelona del 24 de enero. 

Cursos de “resistencia civil”

Los CDR son hiperactivos. Sus miembros, que son vecinos del barrio en el que actúan, participan regularmente en protestas, pegadas de carteles pero también en intervenciones públicas para exigir propuestas de la izquierda anticapitalista como un transporte público gratuito –24 de enero, CDR de la Izquierda del Eixample-, el acercamiento de los presos vascos –15 de enero, CDR de Vilafranca del Penedès- o jornadas para informarse sobre cómo no ser cliente de empresas que cotizan en el IBEX 35. Las sesiones de trabajo de los CDR también organizan periódicamente talleres de “resistencia civil pacífica y no violenta”. Estos talleres están desarrollados por el colectivo En Peu de Pau. Nacido en octubre, En Peu de Pau está apadrinado por nombres conocidos del pacifismo en Cataluña como Jordi Armadans, presidente de la Fundació per la Pau, Eduard Vallory, del Centre Unesco, Pepe Beunza, objetor de conciencia histórico, pero también por Ruben Wagensberg, hoy diputado de ERC, el exdirigente de la CUP David Fernàndez o la filósofa Marina Garcés, referente intelectual de los Comunes de Ada Colau.

Los documentos de trabajo de En Peu de Pau enseñan a los miembros de los CDR a protegerse frente a cargas policiales, crear diferentes tipos de barreras humanas, actuar siempre en grupo, distribuirse tareas en las movilizaciones o cómo actuar frente a una detención. “Los actos de desobediencia civil están considerados ilegales y, por lo tanto, pueden ser declarados delictivos. Los activistas dan a conocer la desobediencia de forma pública y han de estar dispuestos a asumir la responsabilidad y las consecuencias que se deriven de ella”, dice uno de sus catálogos formativos. Dolores De Cebrián, de En Peu de Pau, explica que los talleres los dirigen personas con amplia experiencia, aunque no quiere precisar el número de formadores ni el total de personas a las que han preparado por la presión judicial y por lo que ella considera “una lógica de excepción, criminalización y persecución contra prácticas democráticas legítimas”.

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Sobre la firma

Cristian Segura
Escribe en EL PAÍS desde 2014. Licenciado en Periodismo y diplomado en Filosofía, ha ejercido su profesión desde 1998. Fue corresponsal del diario Avui en Berlín y posteriormente en Pekín. Es autor de tres libros de no ficción y de dos novelas. En 2011 recibió el premio Josep Pla de narrativa.

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