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El Canal ha repatriado el doble del capital que pagó por Inassa en 2001

La cúpula del ente público en la época de Alberto Ruiz-Gallardón está siendo investigada por la compra realizada en 2001

Vicente G. Olaya

Pedro Calvo y Juan Bravo, exconsejeros de Alberto Ruiz-Gallardón, así como una veintena de ex altos cargos del Canal de Isabel II, incluido uno de sus exgerentes, Arturo Canalda, y de anteriores ejecutivos socialistas, están siendo investigados por la compra en 2001 de la colombiana Inassa. La acusación es que pagaron por ella, junto a la sociedad valenciana Tecvasa, 73 millones de dólares (66 millones más de su valor). Pero el análisis de las cuentas dice lo contrario: el Canal ha repatriado ya 90 millones de euros, su valor en libros es de 102, gana antes de impuestos 40 y su precio de mercado se acerca a los 200.

El caso Lezo (el presunto desvío de fondos hacia el PP y el cobro de comisiones en Latinoamérica por el expresidente regional Ignacio González y exejecutivos del Canal) tuvo una inesperada derivada: el llamado caso Inassa. La Unidad Central Operativa de la Guardia Civil (UCO) grabó a González con el exministro Eduardo Zaplana donde decía que el equipo de Gallardón había comprado por 100 millones Inassa cuando “no valía ni 30”. Por eso, la fiscalía cree que hay “claros indicios de que pudo haber una sobrevaloración del precio y unas condiciones contractuales claramente perjudiciales para el comprador y, por ende, para los intereses públicos”.

El fiscal sostiene que existió “un cúmulo de irregularidades” “en la forma en que se planificó y ejecutó la adquisición”, “así como en la determinación del precio de compra y restantes condiciones estipuladas en el contrato”. Es decir, se usaron valoraciones falsas para repartirse comisiones.

Las cifras millonarias de la operación

El Canal adquirió el 75% de Aguas de América en 2001 por 73 millones de dólares. El 25% la abonó la sociedad Tecvasa.

La Fiscalía cree que el Canal pagó 66 millones por encima del precio real de Inassa.

Agbar vendió el 20% de Inassa por 7 millones de euros, lo que significaría que el precio total de la sociedad sería de 35 millones. Pero nada más venderla, la concesión se amplió otros 20 años.

La banca Rothschild valoró la sociedad en 97 millones de dólares y Capafi en 92.

De los 73 millones que desembolsó el Canal y Tecvasa, 22 los extrajo de fondos propios y 51 se los pidió prestados al BBVA.

El valor en libros de la sociedad es de 102 millones de euros, gana anualmente antes de impuestos 40 y su precio de mercado se acerca a los 200.

Pero los datos son otros. La historia comienza en 1991, cuando el entonces presidente Joaquín Leguina decide ampliar en el extranjero el negocio del Canal, empresa pública en su totalidad. Aguas de Barcelona (Agbar), su gran rival en España, ya había logrado hacerse con el suministro de Buenos Aires, por lo que el Canal lo intentó en México, Puerto Rico, Perú y Venezuela. Para operar se crearon dos empresas Hidroser (al 50% con Agbar) e Interagua (30% del Canal, 35%, Agbar y 35% Endesa). Pero en aquellos años, Argentina expropió la concesión de Agbar, por lo que el Canal abortó su expansión internacional y optó solo a las concesiones de Cáceres y San Fernando (Cádiz).

Ruiz Gallardón ganó las elecciones en 1995 y paralizó la expansión del Canal. Faltaban inversiones en la Comunidad y políticamente no parecía recomendable invertir fuera. Pero cuatro años después, cambió de opinión. Le encargó al entonces consejero de Medio Ambiente, Carlos Mayor Oreja, un estudio para diversificar inversiones. Crearon así la Subdirección de Nuevos Negocios y decidieron ofrecer a los clientes una factura única de luz y agua. Crearon Canal Energía. El fracaso fue absoluto.

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Sociedad de inversores

En 2000, los expertos del Banco Mundial visitaron Madrid. Buscaban empresas que invirtieran en países emergentes y ofrecieron, incluso, ayuda financiera. Así apareció Inassa, una sociedad colombiana de inversores, de la que Aguas de Barcelona tenía un 20%. Su único activo era otra sociedad llamada Triple A de Barranquilla, que abastecía la ciudad. Para quedarse con una concesión, la ley del país sudamericano impone que haya un operador especializado en la gestión (Aguas de Barcelona) y que este tenga, al menos, el 51% de las acciones. Pero Agbar solo contaba con el 20%. Para solucionarlo, Inassa le dio a Agbar el 51% de los votos en el consejo, pero no de las acciones. Suez, la empresa francesa matriz de Aguas, no vio el panorama claro y decidió vender sus participaciones. Fueron compradas por Inassa por 7 millones de dólares. Eso significaría que el precio total de la empresa, por una simple regla de tres, sería de unos 35 millones.

El Canal de Isabel vio su oportunidad de entrar en América. Inassa (los inversores colombianos) necesitaban por ley un gestor y ofrecieron las antiguas acciones de Agbar, pero la adquisición se tendría que hacer a través de una empresa de su propiedad, Aguas de América, radicada en Panamá. Esta era poseedora del 71% de Inassa y del 51% de la empresa de software especializado en gestión de cobros Watco Gestión.

En 2001, el Canal hace su oferta: 73 millones de dólares, una cifra inferior a la que indicaba el informe del banco suizo Rothschild (97 milones) y sus propios estudios (86). ¿Por qué no ofreció 35 millones, ya que Agbar había vendido su 20% por 7? Pues porque tres meses después de la marcha de los catalanes, la concesión de Barranquilla pasó de 13 a 33 años. El negocio era muchísimo mayor y los clientes crecían exponencialmente. Inassa se estaba extendiendo también a Ecuador, República Dominicana y Venezuela

El exsubdirector de Nuevos Negocios del Canal, Juan Pablo López Heras, declaró en noviembre en una comisión de investigación parlamentaria, que la adquisición “fue increíblemente interesante desde el punto de vista económico”. Y añadió: “Es una de las más ventajosas en los últimos 20 años en el sector de aguas del mundo”.

Socios valencianos

Pero el Canal no compró directamente Inassa, sino que creó una nueva sociedad, Canal Extensia. El 75% de las acciones serían del Canal y el 25% de Tecvasa, otra sociedad participada por la Caja de Ahorros del Mediterráneo y empresarios valencianos. El ex director general de Tecvasa Salvador Cardona, que también compareció en la Asamblea, declaró que la operación se “hizo de forma clara y no se llevó nadie nada”.

El Canal, en definitiva, tendría que pagar el 75% de los 73 millones de dólares en que valoraba Aguas de América (53 millones), y el resto Tecvasa. Esta última vio clara la operación. El informe que encargó a la consultora CAP-Capafi indicaba que valía 92.

De los 53 millones que le tocaba desembolsar al Canal, 22 los extrajo de fondos propios y 51 se los pidió prestados al BBVA, que le concedió un crédito a 10 años sin aval.

Pero antes de cerrar la operación se pidió un informe al bufete Garrigues. El estudio señaló que la compra se podía realizar, pero recordaba que dos particulares colombianos habían denunciado la adjudicación durante 20 años más de Barranquilla. Además, la compra debía realizarse mediante la figura “unidad de acto”. Es decir, se compraba Aguas de América, Extensia se quedaba con las acciones y disolvía Aguas de América en el mismo notario. Panamá no era un buen sitio para que una empresa pública adquiriese una sociedad. Podría levantar suspicacias, aunque fuera muy rentable, señalan fuentes del Canal.

“Ha sido un gran negocio. No será difícil venderla”

Desde que el Canal compró Inassa, hasta el año 2016, se han repatriado, según fuentes de la sociedad, 53,8 millones por la gestión, otros 21 por dividendos y 13 por uso del software yknowhow,un total de casi 90 millones, frente a los 55 que la empresa pública madrileña desembolsó para adquirirla (la diferencia hasta los 73 finales corría a cargo de la valenciana Tecvasa), que abandonó Extensia en 2005. Recibió 12 millones y el Canal se subrogó su parte del crédito pedido a BBVA.

Además, se han ahorrado 17 millones más porque los financieros del Canal cambiaron el préstamo de dólares a euros. La sociedad gana 40 millones Edibta (antes de impuestos) al año, lo que, según fuentes de la empresa, hace que su valor real sea de unos 200 o más en el mercado.

Cristina Cifuentes ha encargado determinar el valor de la empresa. Quiere venderla ante la falta de apoyos políticos en la Asamblea y para alejarse de cualquier cosa que la pudiera relacionar con casos de posible corrupción.

“Inassa ha sido un gran negocio para Madrid. La vamos a vender. Llegará una multinacional y la adquirirá. Es el problema de que no exista una política consensuada entre partidos. ¿Políticamente fue una buena decisión? Depende. ¿Lo fue como inversión? Sin duda. Será fácil venderla”, dicen desde el Canal.

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Sobre la firma

Vicente G. Olaya
Redactor de EL PAÍS especializado en Arqueología, Patrimonio Cultural e Historia. Ha desarrollado su carrera profesional en Antena 3, RNE, Cadena SER, Onda Madrid y EL PAÍS. Es licenciado en Periodismo por la Universidad CEU-San Pablo.

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