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Magela Baudoin: “No hay nada más combustible que el roce humano”

Los enigmas de la trastienda humana marcan ‘La composición de la sal’, con el que la autora ganó el premio García Márquez de Cuento

Carles Geli
Magela Baudoin, en la sede de su editorial en Barcelona.
Magela Baudoin, en la sede de su editorial en Barcelona.M. MINOCRI

Es posible que al leer uno de los relatos de Magela Baudoin, uno tenga la inquietante sensación de que no lo ha comprendido en toda su intención o intensidad, que hay quizá un mensaje encriptado, algo que no supo ver en lo que dicen o callan sus personajes, en su conducta, en el escenario. No importa mucho; y a su autora, menos, porque eso es en parte lo que busca en las 14 narraciones que conforman La composición de la sal (Navona), por las que ha obtenido el Premio Hispanoamericano de Cuento Gabriel García Márquez 2015. “Narrar, o el arte, en general, no deja de ser una revelación que se anuncia, pero que no llega a ocurrir; la buena literatura es la que deja enigmas, la que siembra dudas todo el tiempo… Ojalá permanezcan siempre muchos interrogantes tras leer mi libro porque tengo una fe enorme en el lector de que encontrará lo que yo, consciente o inconscientemente, siembro”.

El regusto es parecido al que deja Jorge Luis Borges en muchas de sus narraciones. Tampoco eso es casual. “Mi abuela era una gran lectora de clásicos, por ella llegué, precoz, a las Brontë, a Jane Austen... Con los años fue perdiendo la vista y entonces memorizaba la poesía que yo le leía en voz alta; como admiraba a Borges, el primer bardo que descubrí fue él; hoy aun le leo reiteradamente”, rememora Baudoin, nacida en Venezuela en 1973, pero boliviana de crianza vital y literaria.

Con ese humus crecen en sus relatos personajes que, casi genéticamente, no llevan la vida que quieren llevar, pero que siguen arrastrándola entre la falta de voluntad o la incapacidad de romper con ella. “Me inquietan los personajes que empiezan a creer cómo viven y no viven como creen; en la vida, mayormente hacemos lo que no queremos hacer y me atrae esa batalla existencial, ver cómo la supuesta normalidad se quiebra, qué pasa cuando estás rezando un credo en el que no crees; esa tempestad vital es más corriente de lo que la gente se imagina; me interesa narrar de eso en qué parte uno se perdió, sea en lo íntimo, lo doméstico o en lo social”.

Bajo esa atmósfera respiran, por ejemplo, un hombre que vacila en abandonar su pareja; una joven que muta hacia una supuesta locura justo después de emparejarse con quien parece estar a sus antípodas; una mujer que se va a vivir a la cárcel con su novio, desafiando convenciones, pero también al matón dominante del presidio y que tiene a aquél como amante… Son asociaciones suicidas de contrarios, situaciones en las que uno fagocita a otro. “No hay nada más combustible que el roce humano; lo literario está postergando esa explosión, pero va a ocurrir... Me interesa narrar el poder porque siempre existe, incluso en los pequeños espacios… Además, el poder es ambivalente, no es absoluto, cambia, lo tienes y ya no y ver cómo se transforma es extraordinario”, dice con inocente suavidad de profesora universitaria que también es. “Exploro cuánto de cerca del abismo están mis personajes y cuándo podemos hacerles cruzar la línea del desbarrancamiento, la del precipicio, ya sea afectivo o político o social”.

La presencia de los abuelos y de los niños y la etapa de la infancia parecen formar parte del cordón umbilical de los relatos. “Creo que fue Santo Tomás quien dijo: ‘Dame un niño de cinco años y te daré un hombre’; los desgarros esenciales de la vida están ahí; mi escritura nace dela recomposición de aquel mundo, de aquellas vivencias”. Y aquellas suelen ser épocas de esperanzas, que luego se repiten en la edad adulta. “Qué venenosas pueden ser las expectativas de la gente que te ama”, dice uno de los personajes. “Es que las deudas del amor propio tienen que ver con esas expectativas de los otros, eso crea grandes agujeros afectivos, si bien con los años uno descubre que no es tan importante para lo demás como creía”, sentencia Baudoin.

Quizá uno de los mensajes encriptados soltados por la autora esté en las brutales dislocaciones que sufren las mujeres: una hasta acaba teniendo gusanos en la cabeza. “Me interesa narrar el cuerpo femenino, hastiado y violado por la vida; es el intento de supervivencia el que explica esas dislocaciones, mis personajes mujeres llevan un chaleco antibalas de humor y de valor”. Curioso pertrecho. “En todos mis cuentos está la ambivalencia, la sal del título es eso: por un lado, cura, es balsámica; por otro, puesta en una herida, lastima; es un elemento puro”; tampoco hay soluciones en sus relatos: “Los personajes están soltados a su suerte, su destino lo forjará lo que construyen y destruyen, una transformación que quiero que ocurra delante de los ojos del lector”.

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Sorprende a Baudoin la lectura “más melancólica” que se hace de sus relatos en Europa que en América Latina, donde detectan más humor e ironía. “Quizá es porque allá estamos más habituados al despeñadero de la vida”, resume quien nació en Venezuela y vivió allí 18 años, para luego desplazarse a Bolivia, tierra de sus padres. “Estoy en ese no lugar, que me hace de patria, como en mis relatos, donde se da esa exploración del quiebre y la reconstrucción; todo es como las orquídeas, que casi crecen en el aire”, dibuja verbalmente.

Fue en Bolivia donde hace apenas tres años obtuvo el Premio Nacional de Novela por la única que ha escrito hasta la fecha, El sonido de la H. Pero cree que “la vanguardia literaria proviene ahora mismo del cuento y de voces femeninas”. Y cita de corrido y como un credo a la argentina Mariana Henriquez, la uruguaya Fernanda Trías, la chilena Alejandra Costamagna o la boliviana Liliana Colanzi. “El cuento, como la poesía, está a un click de distancia, parecen más acordes que la novela con las nuevas tecnologías”. En cualquier caso, “todo género, toda literatura, funciona como espejo: lees, y pillas, lo que necesitas”.

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Sobre la firma

Carles Geli
Es periodista de la sección de Cultura en Barcelona, especializado en el sector editorial. Coordina el suplemento ‘Quadern’ del diario. Es coautor de los libros ‘Las tres vidas de Destino’, ‘Mirador, la Catalunya impossible’ y ‘El mundo según Manuel Vázquez Montalbán’. Profesor de periodismo, trabajó en ‘Diari de Barcelona’ y ‘El Periódico’.

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